Las democracias latinoamericanas

Uno de los desafíos más importantes a que se enfrentan las democracias latinoamericanas y sus gobernantes electos es el manto perverso de su propia institucionalidad, que arropa y asfixia los respiros profundos de libertad que laten fuerte en el corazón de nuestros pueblos. Si, escudándose en los laberintos de los ecos inventados y de la práctica política sucia, perversa e irracional, algunas instituciones del Estado se prostituyen y sucumben a los bajos instintos de políticos parásitos y grupos de la burguesía, todos de tendencia fascista, que se burlan de la voluntad general, generando acciones que malogran la consolidación de los procesos revolucionarios que se están desarrollando en los países del Sur.

Si tomamos como ejemplo los casos mas recientes de Honduras y Paraguay, donde los Parlamentos, a través de mecanismos encapsulados en las píldoras de lo institucional, destituyeron a su respectivo Presidente constitucional, pudiéramos afirmar que los sistemas políticos están actuando de manera disfuncional y la entropía se apodera de los andamios. Así, recordamos los hechos violentos del 28 de junio de 2009, cuando militares de las Fuerzas Armadas de Honduras secuestraron al presidente Manuel Zelaya, lo montaron en un avión y lo sacaron del país de manera violenta, consumándose un golpe de Estado de nuevo tipo. Igualmente, el golpe de Estado reciente, dado en la madrugada del domingo 24 de junio contra Fernando Lugo, presidente constitucional del Paraguay, pone de manifiesto que las democracias latinoamericanas corren peligro porque es el mismo cuerpo institucional el que devora la voluntad y acaba con los sueños de la emancipación.

En ese sentido, pareciera que se está involucionando políticamente y las democracias están atrapadas, amenazadas desde adentro y algunas instituciones infestadas con la peste del odio y algunos políticos malos como Caín, les sacan las vísceras para exhibirlas como trofeo de alta política. En realidad, se trata de un mismo formato, porque así como en la década de los sesenta y setenta se instalaron dictaduras militares, se desconocieron y tumbaron gobiernos democráticos, se violaron y asesinaron miles de personas; hoy están volviendo los golpes de Estado, disfrazados de decisiones de la Corte Suprema (caso Honduras) o juicios políticos sumarísimos (caso Paraguay). Pero en esas acciones confluyen una serie de intereses donde coinciden grupos políticos y económicos elitescos, clases sociales que se creen los amos del valle y aliados con la rancia oligarquía se adueñan hasta del alma de los pueblos para someterlos y dominarlos.

Ya no son los ejércitos que toman por asalto el poder, ahora se utiliza a las instituciones del propio Estado para desconocer gobiernos, constituciones, donde las instituciones se disputan el poder, estableciendo la ley del más fuerte al interior del Estado. En el caso de Honduras fueron las Fuerzas Armadas, en conchupancia con la Corte Suprema de Justicia y el Parlamento de ese país, quienes secuestraron al Presidente e instalaron un gobierno de Facto. Ahora le tocó a Paraguay, donde el parlamento, a través de un juicio político sumarial, destituyó al presidente Fernando Lugo. ¿Cuál será la próxima democracia de turno que le aplicarán la receta? En Venezuela no pudieron ni podrán porque aquí hay un pueblo que despertó en conciencia revolucionaria. Entonces, lancemos el grito de alerta para salvar a las democracias latinoamericanas.

Politólogo

eduardojm51@gmail.com


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Eduardo Marapacuto


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