Cosas no Contadas

El santo

A veces me siento aburrido en la casa y me voy para la esquina a pasar el tiempo. Ahí se reúnen una cuerda de mamadores de gallo y personas serias. El tema de conversación es variado, hablamos desde economía hasta de extraterrestres.

Pero como todo,  siempre debe haber un director de debate, sino imagínense, se formaría un sancocho tipo Mesa de la Unidad. Es decir, somos ordenados. Nos ajustamos a las reglas del buen oyente y el buen hablante aprendidas en la escuela.

El que mas habla hasta por los codos es Freddy. Este personaje maneja el dominio del grupo con sus cuentos, que en la mayoría son realidad. Porque siempre dice que los cuentos que relata  son de su tío Teo que fue peluquero. Sabemos que los peluqueros oyen a sus clientes mientras le pasan la tijera.

Relata Freddy que una vez en un pueblo habían dos muchachos muy humildes, salidos de una familia laboriosa de agricultores, que terminaron el bachillerato y se fueron a la capital a estudiar en la universidad. El deseo de sus padres era que sus queridos hijos fueran profesionales y que no llevaran la dificultosa vida de sus progenitores.

Estos jóvenes llegaron a un mundo desconocido para ellos. Totalmente contrario a las costumbres que aprendieron en su caluroso hogar. El miedo se apoderó de ellos los primeros años. Con el transcurrir del tiempo se fueron espueleando en la trampa, la mentira y el engaño. Es decir, hubo una metamorfosis completa.

Después de haber cometido fechorías y cumplir condenas en la capital regresaron al pueblo natal convertidos en “profesionales”.  Hubo fiesta  a todo dar aquel día. Celebraron hasta el amanecer con comida,  bebidas de todo  tipo  y música con la orquesta del municipio. Pero no sabían la desgracia que les vendría a todos los habitantes de aquel típico y apacible sitio. De verdad  desconocían su prontuario.

Los “Profesionales”  -continúa Freddy- se habían formado políticamente en partidos políticos de la cuarta, pero que en el fondo eran la misma joda. Se aprovecharon de la nobleza de los lugareños. Se lanzaron a la alcaldía como alcaldes. Fueron reelegidos cuantas veces les dio la gana. Se turnaron cada elección. Llevaron a la inopia y a la mínima expresión de la desidia aquel que en otrora fue aquella bella localidad. Fue como si les hubieran caído las siete plagas de Egipto. Los únicos que vivían bien eran ellos, los demás en la indigencia. Disfrutaban de la  buena vida, por supuesto, todo con dinero del erario municipal.

Como nadie es eterno en este mundo –decía Freddy- Uno de los “Profesionales” le toco irse primero de este mundo y los habitantes celebraron aquella partida. El día del funeral en la iglesia los que estaban ahí fueron obligados a ir. Antes de oficiar la misa el Padre, el hermano del muerto se le acerco al cura y le dijo al oído que dijera que su difunto hermano era un Santo.

Empezó la misa. El Párroco con rabia colectiva decía,  de esos que quedan pocos; Este ser que esta yéndose al fin por gracias de no se quien, si de Dios o del Diablo, ha partido para dejarnos descansar en paz. Semejante ladrón, tracalero, mentiroso, que llevó a este Municipio a la ruina, a sus habitantes a la indigencia, irresponsable, timador, traficante de influencias, violador de los derechos, acaparador y comerciante inescrupuloso –de pronto el hermano lleno de rabia le hacia señas de cómo es eso- entonces el Cura se volvió a los feligreses y señalando al hermano diciendo: “Claro que en comparación con su hermano que esta aquí sentado, es un Santo”.

susenoria@hotmail.com



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Marco Pedraza


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