Alquimia Política

Contracultura del Golpe de Abril 2002

Los acontecimientos del 11, 12 y 13 de abril del 2002, fueron el producto de la confrontación de dos maneras de entender la realidad sociopolítica de Venezuela: una, que abogaba por la independencia y libertad de la identidad nacional (entiéndase chavismo, partidarios de Hugo Chávez), y otra que abogaba por la restitución de un modelo de interdependencia y adhesión al capitalismo global (entiéndase grupos económicos y financieros del país). Los primeros tenían el poder político, legítimo (respaldado por el soberano) y militar, para el momento, los segundos el poder económico y la intencionalidad de comprar conciencia. Pudo más la avaricia que la dignidad, por ello el poder militar se corrompió en su cúpula y creó las condiciones en donde en Abril del 2002, se dio una epifanía de contracultura democrática en un espacio invadido por la confabulación y el manejo mediático de una realidad fabricada para manipular y confundir.

Los sucesos de Abril, desde la perspectiva de una filosofía política pragmática, tuvo su legitimidad de origen en la necesidad de dar una respuesta a la sociedad que la izquierda latinoamericana estaba empezando a modelar en el caso específico de Venezuela. Las críticas que iban fundadas en que se había equivocado el Gobierno en su defensa de una clase explotada y dominada, abogando por quienes en ella eran sujeto de injusticias desde una postura populista y demagógica, fue una de las postura que trató de darle legitimidad a los hechos de Abril por parte de sus actores ejecutantes; aunque el espíritu que verdaderamente estaba detrás del complot, obedecía a la visión de empresa como patrimonio privado de los grandes señores, que se veían afectados por la postura radical de socialización de los medios de producción que llevaba adelante el presidente Hugo Chávez. 

En Venezuela, desde el inicio del Estado Nacional en el siglo XIX, comenzó a crecer en el espíritu e idiosincrasia del venezolano, la ambición de adquirir dinero por medio de empresas económicas y métodos que iban desde la concertación y negociación común y silvestre, hasta la violencia extrema y delirante. Poco a poco se fue anidando un espíritu capitalista en el venezolano; se empezó a caracterizar al buen venezolano como quien es “buen administrador, ahorrativo y calculador”; un espíritu individualista exitoso de carácter burgués, que se abrió camino ante el letargo de un pueblo minimizado y esclavizado, que acabó adueñándose de todos los pueblos, conforme a una estrategia de dominación perversa, cuya figura emblemática en el siglo XX, fue el comerciante burgués. Ese espíritu individualista, sectario y explotador, fue el que diseñó y construyó los hechos del Golpe de Abril. Pero en su esencia, en esa cultura burguesa se fue dando otra corriente, una contracultura que enmascarándose en la figura de progreso y grupos de emprendedores, trató, y ha tratado aún, de introducirse en las raíces de los movimientos sociales de resistencia al capitalismo global para engendran más desasosiego y barbarie, pero no desde la trinchera particular de los grupos de derecha capitalista, sino desde los propios grupos y subgrupos de izquierda latinoamericanos. Los sucesos de Abril del 2002, son un muestrario de esa primera oleada de influencia y de incrustación del nuevo germen del capitalismo salvaje que es el “espíritu de progreso”.

El burgués es una estirpe de la civilización humana que aprovechó los cambios en función de una atinada visión mercantil. Pero ha callado y disfrazado, indudablemente, el impacto humano que implica mantenerse aprovechando esas circunstancias. Ese espíritu emprendedor y batallador del burgués estuvo presente en los hechos de Abril y fue el combustible que activó todos los acontecimientos.

Por esta razón, al buscar una fundamentación de esencia de qué fue lo que realmente motivó el Golpe de Abril, se hace necesario apreciar que al espíritu burgués alineado en la idiosincrasia del venezolano, se le impuso  una serie de fórmulas que intentaban materializar un “clamor” general de justicia. Es decir, se presentó a la propuesta legítima de ver en el nuevo marco legal venezolano, normas (leyes habilitantes del 2002) que daban paso a condiciones desfavorables para el enriquecimiento de unos pocos, encaminando la nada atractiva realidad para los burgueses de una humanización de la sociedad y sus medios de subsistencia. 

El tipo de sociedad que se trató de destruir con el Golpe de Abril del 2002, en contraposición a la sociedad burguesa que se aspiraba reinstalar en el poder, es una sociedad cuyos valores de supervivencia partieran de la idea natural de coexistir cooperativamente y no por parcelas o grupos de poder.  Esa sociedad existente, y dibujada en la Constitución de 1999 que se trató de agredir en el Golpe de Abril, valora el Estado como autoridad instituida, por lo tanto obedece a un principio generado por la unión de voluntades y respaldado en ese deseo común de orientar las relaciones de poder hacia un camino de bienestar colectivo.

En este aspecto, se resalta que los sucesos de Abril no sólo iban destinados a destruir un modelo de Estado legítimo, sino su simbología.  Lo que se quiso alcanzar con el Golpe de Abril del 2002, es que los hombres y mujeres venezolanos, no fueran sólo esclavos de Dios, sino de la Iglesia y del Estado, en tanto que este último es consagrado por la Iglesia. El Estado que se ha fortalecido post-Golpe de Abril del 2002, tiene como banderas de acción que es la de instituir una nueva independencia, más real, más palpable; la cual consiste, en su esencia básica, en reconocer en la organización social su voluntad de ser y hacer, y no imponerle modelos extraños a sus anhelos y expectativas. Tal cual lo expresara Mijail Bakunin, anarquista ruso del siglo XIX: “Si Dios existe, el hombre es esclavo; ahora bien, el hombre puede y debe ser libre: por consiguiente, Dios no existe. Toda imposición divina y terrenal está en contra del hombre y  su medio. El hombre en la naturaleza se encuentra de manera innata, integrado; ello le hace portador de un derecho: la libertad.” Claro está, Bakunin se refiere a ese Dios institucionalizado por la burguesía, no al Dios todopoderoso que cada uno de nosotros llevamos como bandera y epicentro de nuestros actos; ese Dios espiritual, vive en nosotros plenamente y es, aunque el tilde no le guste a algunos sectores de derecha, más socialista de lo que se ha llegado a pensar.

azocarramon1968@gmail.com



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Ramón E. Azócar A.

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

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