Sin tetas no hay paraíso

Una no sabe lo que puede un cuerpo, la frase es Nadie sabe lo que puede un cuerpo, y es de Baruch Espinoza y dice algo que tratamos de ignorar: el cuerpo puede ser también una prisión. No sólo el cuerpo como enfermedad sino como víctima de la tiranía de un modelo, de un mercado y de una dominación.

En Venezuela una mayoría de mujeres se hace un implante de prótesis, desde la joven adinerada a la habitante de un barrio: ¿“sin tetas no hay paraíso”? Esta dominación tan natural es aprovechada por empresas sin escrúpulos, es el caso de las prótesis PIP (Poly Implants Prothéses) que invadió el mercado, sin respetar los protocolos de riesgo.

Unas 250 venezolanas han hecho una demanda ante la empresa comercializadora, lo que no saben es que la empresa ya no existe, y que su dueño es buscado por la Interpol. ¿Qué empuja a tantas mujeres a someterse a una operación para aumentar la talla de sus senos? Sin duda el modelo dominante de la mujer-objeto que las reduce a su origen biológico, negándoles cualquier posibilidad de llegar a ser personas, fragmentadas de por vida, glúteos, senos, nariz, boca, empieza la carnicería y la ginecoplástica.

La ideología está en marcha, tener un cuerpo es una plusvalía en el mercado de los intercambios y las mujeres se ven reducidas así a ser un instrumento, los hombres las intercambian para reproducirse y ellas pierden todo el respeto por sí mismas, por más que un par de tetas bien puestas las haga salir airosas a la calle.

El día que la vejez se instale comprenderán que las tetas no les asegura el paraíso. Cierto, los valores sobre lo que es un cuerpo se transmiten de generación en generación, y en esto participa el Estado, la religión, la educación, y la comunidad, en esta época, los medios de comunicación, la imagen que llega desde fuera inmediata, justa, para alienar a las que la reciben como la verdadera representación de lo que deben ser.

Y si el Estado en Venezuela hace esfuerzos por darles otro lugar, recuperarlas y hacer que la humillación adquiera un sentido, esa imagen todavía no es secular, la religión no ha ayudado a la mujer a ser independiente sino a culpabilizarla como género, alimentando la misoginia y el machismo, es decir, siguen siendo un objeto tabú que sirve para proteger a la especie y no personas libres. Si todas las mujeres siguen aceptando ser reducidas a un instrumento, ser un objeto, es porque la información que poseen, su capital simbólico sigue estando alienado, y tendremos que trabajar desde el origen: el lenguaje y la representación que tienen de su cuerpo, ofrecer otros modelos, una verdadera revolución copérnica.

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La Araña Feminista teje la red de colectivos de mujeres socialistas de Venezuela. Este es un espacio reflexivo e informativo sobre nuestras luchas y conquistas. La unión de nuestras voces construye el socialismo feminista.


*ESCRITORA PERUANA RESIDENCIADA EN CARACAS
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