70 años dejando los hígados regados por el piso o en los bares de restaurantes finos

¿Se acuerdan ustedes que en los mítines de AD lo que más corría era la cervecita y la caña, el roncito, para todo el mundo? Aquellas concentraciones públicas, hediondas a licor, parecía un mar de empedernidos y embrutecidos jaladores de caña.

AD siempre fue y ha sido un partido de borrachitos, y cuando me refiero a AD incluyo a Copei que es el ala hipócrita-cristiana de la agrupación betancurista.

Ayer un grupito de los últimos borrachitos salió a celebrar sus setenta años.

¿A quién engañan esos adecos remojados en caña que hoy desesperadamente buscan aparecer como defensores de la decencia, cuando ayer nada más, eran los furibundos defensores, alcahuetes, idólatras y protectores de la alcoba impúdica de don Jaime Lusinchi?

A Lusinchi le decían Litrico porque vivía dando tumbos por Miraflores cuando era presidente.

Otro gran adeco y jalador de caña que se la pasaba en todos los saraos de CAP destalonando zapatos, en rumbas interminables es Simón Alberto Consalvi.

Recientemente murió de cirrosis Carmelo Lauría, ex ministro de Hacienda de CAP.

Ahora con biombos y fanfarrias traen el cadáver de CAP: Carlos Andrés, más que borrachito fue periquero y eso todo el mundo lo sabe.

¿A quién creen que engañan esos borrachines miserables que jamás alzaron sus lenguas hoy ennegrecidas por clamores de "justicia", cuando el país era esquilmado por los ladrones de palacio; cuando el Congreso de la República era penetrado por la policía espía de doña Blanca Ibáñez, la reina de Litrico; cuando nadie tenía valor de decirle al presidente que realmente se ocupara de Venezuela, de gobernar, de hacer respetar la majestad del cargo?

¿Quiénes son esos ortodoxos, sino los que ayer trataron de proteger en una vulgar Convención, a bandidos como los otros borrachos del José Ángel Ciliberto y el chino Lee Guerra?

Octavio Lepage jalaba caña a gollete, el asesino de Jorge Rodríguez.

Gonzalo Barrios era un sibarita, empedernido catador de finos licores.

El caudillo Luis Alfaro vivía de pea en pea.

Luis Augusto Dubuc ex ministro de Relaciones Interiores dejó su hígado en restaurantes caros de Caracas.

Los que se hicieron los sordos, mudos y ciego cuando Venezuela toda imploraba castigo contra las lacras del lusinchismo, desde un Palacio de Miraflores emputecido, convertido en el primer lupanar de la república.

¿Es que es posible ahora que estos pendencieros salga a la calle y digan:"-Mírennos señores, representamos una causa justa. “ Pendejos: “queremos de veras regenerarnos, redimirnos de nuestros horrorosos pecados. Hemos, valientemente, despojado de nosostros la costra de las podredumbres que nos ahogaban, en las que nos debatíamos como ignorantes, como seres perdidos y canallas"?

No, esos jamás serán capaces de reconocer lo degenerado que han sido.

Esos adecos deplorables seguirán con una edición de “6to Poder” bajo el brazo, pendientes de Miami y el “está barato, dame dos”; en la confusión de sus frágiles intelectos, de su pobre y escuálida formación humana e espiritual, no les queda sino Globovisión y el cinco que dirige Ramos Allup.

Nadie logró enseñarles que la política es un ejercicio de servicio al pueblo, donde la aspiraciones miserables de la persona, del interés propio o de grupo es la maldición más asquerosa.

Eso era y es AD.

¿Quiénes eran aquellos ortodoxos del partido sino los que promovieron el negocio de la repartición de los jeeps-Ciliberto de Blanca Ibáñez para la causa de la candidatura del doctor Octavio Lepage?

Y no olviden a aquel grupo de borrachos del CEN que reunidos en el Hilton proclamaron ¡INOCENCIA! ante el Tribunal de Ética para aquellos a los que se había dictado expulsión por corruptos y sinvergüenzas.

Hoy, pues, quieren aparecer como idílicos luchadores populares y andan dando tumbos por la calle. Pretenden aparecer como preocupados dirigentes populares, cuando en verdad les importa un bledo el país luego que ellos durante décadas fueron la madre del derroche del tesoro público.

¿Pero quiénes son los ortodoxos, sino el grupo de aquellos apopléjicos ancianos y nenas hediondas a perfume francés, que cuando el mandato de Lusinchi, para no ponerse a las malas con éste, arremetieron contra Piñerúa Ordaz, para sacarlo de la lista de senadores por el estado Sucre?

En ese grupo de ancianos ortodoxos de la moral adeca que dominaban horriblemente a este país, se encontraban Lepage, Barrios, Morales Bello, Alfaro Ucero, Canache Mata, Ixora Rojas, Paulina Gamus entre otros.

Ortodoxos que nada hicieron cuando gobernaron, que no fuera que formar tribus, caudillitos; esas conformaciones piramidales de áulicos y serviles de causas particulares. Que perdieron sus nervios y la sensibilidad en una cadena estruendosa de componendas y borracheras. Ortodoxos y que nada nuevo trajeron al ciudadano, que no fuera sus fatigadas y escandalosas diatribas; sus discursos empalagosos pidiendo el voto, para mañana mostrar la calidad enervante de su desdén por el pueblo, sus olvidos, inconsecuencias.

No sienten todavía en las fibras de sus nervios algo que les diga que es hora de callar, que es hora de recapacitar y recoger un poco de soledad y meditado aislamiento luego de tantos reiterados engaños, de tantos fracasos?

¿De dónde van a sacar aliento estos hombres que perdieron su juventud, que nada nuevo pueden aprender y para los cuales ya es imposible que cambien?

¿Para qué os queréis seguir en los odiosos carteles de la política de partidos, para mostrar vuestras canas corrompidas y vuestros abultados vientres? ¿Para pasear vuestras lustrosas y abotagadas figuras? ¿Vuestros tóxicos floridos?

No hay derecho, ¡Señor Jesucristo!, que esta gente tenga todavía el atrevimiento de no enterarse que infectan el ambiente, que nos fatigan con sus aullidos de perros aporreados. Que estremecen nuestros nervios con sus voces enervantes; ¿que de veras creen que luchan por el pueblo, cuando todos sabemos lo que piensan, lo que quieren, lo que buscan, lo que anhelan para sus intereses personales, aunque digan por la radio: "TU ME CONOCES, PUEBLO"?

Claro que te conocemos. Te conocemos tanto que la nulidad inmensa de tu porte y de tus hechos nos abruman y no vemos nada; nada cierto de vuestro pasado que no sea desaciertos.

¿Qué de bueno pueden ofrecer unos hombres cuyas vidas se apagan en el humo del desconsuelo, como cabos de velas? ¿Qué de nuevo pueden dar que no sea angustia y desazón?

Señores, antes de que vuelvan a morir, recapaciten, retírense, cállense y déjennos en paz.

jsantroz@gmail.com


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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