El duro empeño de ser infeliz

La oposición es un extravío. Ahora se le metió en la cabeza no sólo volverse infeliz, sino convencer de serlo a toda la población. La caída o salida de Chávez, reveló un iluminado politólogo de la derecha lánguida, es directamente proporcional a la infelicidad de Venezuela. La tristeza, la desazón, el desgano y la desesperanza son la vía más expedita para salir del “tirano”. La consigna del antichavismo deprimido es: ¡No  no pares de sufrir!

 Después del golpe de abril de 2002, los chavistas lanzaron la odiosa consigna de “Somos alegría, somos mayoría”. Eso de declararse alegres molestó a las élites escuálidas. Se suponía, sin embargo, que después de nueve años, habían superado esa aversión hacia el bienestar espiritual de los demás. En verdad, casi lo habían logrado hasta que una empresa yanqui –la Gallup- informó al mundo que Venezuela –tu país- está feliz.

 El saberse feliz deprime a ciertas personas. Cosa rara, ¿no? El asunto no es fácil de explicar. Es un rollo. La firma encuestadora reveló que la patria de Bolívar ocupa el cuarto lugar en el planeta entre los países con mayor bienestar. La  gente se siente bien, chévere. Estos resultados de la mundialmente prestigiosa encuestadora Gallup abrumaron a la Mesa de la Unidad Democrática. Esta extraña coalición tenía montada su futura campaña electoral sobre la base del sufrimiento de los venezolanos. Pero ocurre que no, que los tipos y tipas no están sufriendo. Entonces, ¿qué hacer?

 Medios de comunicación, inefables ONG, comunicólogos puntuales, han invertido tiempo y recurso para inocularles a los venezolanos que son unos infelices. La USAID y la NED, dos organizaciones del gobierno de Estados Unidos, han financiado grupos y campañas en esa dirección del pesimismo pernicioso. A la larga, la ruina espiritual del país conduciría al derrumbe concreto del gobierno, de acuerdo con las tesis de los teóricos del dolor y el desmadre del alma.

 El amarillismo periodístico busca la desmoralización de la población. La glorificación mediática del crimen impide todo optimismo. Las malas noticias en todos los aspectos de la vida nacional cierran los caminos. No hay salida para ti ni futuro para tus hijos. Miami es la tierra prometida pero todo un país no se puede mudar a Miami. La desesperanza y el pesimismo se van convirtiendo así en el combustible que aventará al “déspota” desde Miraflores. El 11-A volverá a ser una realidad, pero esta vez sin 13-A.

 La tesis de la infelicidad inoculada estaba funcionando de maravilla cuando vino la empresa gringa y lo echó a perder todo. Tu país, mi país, está feliz. Los venezolanos, según los números de Gallup, están de lo más satisfechos con su vida. Ocupan el primer lugar en América y el cuarto en el mundo en bienestar y beneplácito. Hoy todo me parece más bonito, canta la gente por las calles, para mayor rabia de los heraldos de la tristeza y la depre programada.

 La exaltación mediática de huelgas de hambre, labios cosidos y sangre salpicada no han mellado el optimismo del país. El cogollo opositor sigue empeñado en convencer a los venezolanos de la conveniencia de ser infeliz. El esfuerzo para alcanzar la máxima infelicidad posible ha sido inaudito. La MUD liga su hipotético triunfo electoral de 2012 al sufrimiento del pueblo. Pero los resultados no son satisfactorios. No ha sido ni es fácil volver triste a esta terca y alegre Venezuela.

earlejh@hotmail.com



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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

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