Fue como un vendaval de pasiones

Después del golpe del 11-A, se abrieron las compuertas para la aparición de una Venezuela totalmente diferente al bandidaje adeco-copeyano.

Miles de seres anónimos tomaron las banderas de la lucha revolucionaria y las calles se llenaron de  color, de música, de amor por la patria.

Aquello hace mucho tiempo que pasó.

Fue como un vendaval de pasiones que colmaron de grandes amores, de gloria, de lucha, de fe, las calles, las plazas, los campos...

¡Cuántos amores se forjaron en aquellas madrugadas al calor de las canciones de Alí Primera, al llamado de los clarines!

Aquello hace mucho tiempo que pasó, digo.

Yo suelo ir al mercado, darme unas vueltas por el centro de Mérida: visitar ventas de libros usados administrados por escuálidos, pasear por la Plaza Bolívar y mirar ese paisaje de la catedral nublado, como en sus lienzos lo ha pintado el genial Héctor Vásquez. Con todo el mundo hablo y de vez en cuando algún imbécil me lanza insultos, me mienta la madre.

Yo sigo mi rumbo como si nada.

Cuando me cruzo con algún compañero de aquellas jornadas del 2002, siempre me pregunto si habrá cambiado, si seguirá estando con la revolución. Muchos se han decepcionado, ya no son los mismos, lo que es una gran pena.

Es verdad que no vamos a perder las elecciones porque el pueblo necesita esta revolución, pero nos hemos olvidado a la vez de enormes valores nacionales.

Gente valiosa que le pudo haber prestado un gran apoyo a la causa bolivariana, ahora los veo callados, desplazados, cabizbajos.

Algunos no desean opinar.

Y no es que hayan saltado la talanquera, sino que tal vez se han dado cuenta de que Venezuela es un país muy complejo para que en pocos años se puedan llegar a ver cambios realmente positivos en este proceso revolucionario, y que bandas de audaces malvados se han adueñado de posiciones vitales del PSUV.

Hay que decirlo: en las regiones a un gobierno “chavista” muy malo le ha sucedido otro muy pésimo, y los seres conscientes se han ido apartando no vaya a ser que por sus críticas sean señalados de derecha, de escuálidos. Porque también esos audaces malvados han conseguido crear una especie de macartismo al revés.

El pasado sábado hacía compras en el Mercado Principal y me topé con el sabio Alberto Serravals.

- ¿Qué tal Alberto, y cómo van tus trabajos sobre el Tren Electromagnético?

- Muy adelantados. Sigo en mi lucha, en mi proyecto igual que siempre trabajando, investigando.

- ¿Y qué te parece el plan ferroviario del gobierno?

Alberto calla, con la mirada fija en mi rostro y prefiere no hablar.

Alberto ha sido un sabio con muy mala suerte en este país. Siendo profundamente chavista, se fue a Barcelona (España) en el 2003 y en una conferencia ante catedráticos de Física, aseveró que Venezuela estaba reafirmando la segunda gran batalla por la independencia en América Latina. Aquello no cayó bien en aquel mundo de gachupines, pero Alberto es franco y frontal.

Alberto ha tenido muy mala suerte: primero le presentó su proyecto a Pablo Medina y éste que lo tomó como suyo, a los pocos días saltó la talanquera. Luego fue Baduel quién asumió el proyecto del Tren Electromagnético y más tarde como sabemos dio aquel bárbaro salto de talanquera.

Hablé un largo rato con Alberto, al tiempo que seguía pensando en toda aquella gente emocionada que tomó las banderas aquel terrible año 2002, dispuestos a dar la vida por Venezuela, y que ahora no sé en qué andan. Alberto me dijo: “Tú sabes que yo de aquellos gobiernos de la IV nunca esperé nada, de este lo esperaba todo, tal vez esa ha sido la causa de algunas de mis grandes decepciones…”

Nos dimos un abrazo y nos despedimos.

jsantroz@gmail.com


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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