ALBA: esperanza para los pobres amenaza para las élites

Con el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) propuesto por Estados Unidos se llegó a pensar que la América nuestra al fin disfrutaría del mismo bienestar y desarrollo económico que las potencias industrializadas que integran el selecto Primer Mundo capitalista. México había suscrito un convenio trilateral con Canadá y Estados Unidos y todo parecía marchar sobre ruedas; sin embargo, el levantamiento campesino-indígena en Chiapas, en el extremo sur-oriente mexicano, les aguó la fiesta anticipada y desde ya se vislumbraron nubarrones que echaban por tierra las múltiples bondades anunciadas.

Desaparecida la URSS, todo parecía caer en la órbita unipolar de Estados Unidos. Llegado el momento, las transnacionales, el Pentágono y la Casa Blanca dictarían al mundo entero la pauta a seguir. Entonces, a la par del ALCA fueron estableciéndose los planes militares en el hemisferio que le asegurarían a Estados Unidos el control y hegemonía de los mercados y de los recursos de nuestros países, confiados en que su patio trasero se atornillaría aún más a sus intereses y conveniencias como única fórmula para salir de la grave y persistente crisis económica en que se sumió durante los años ochenta, con una deuda económica impagable y un recetario del Fondo Monetario Internacional (FMI) que, en lugar de resolver las crisis, las agudizaba, creando verdaderas situaciones insurreccionales, como ocurriera en Venezuela en 1989.

Todo esto cambió a raíz de los acuerdos suscritos por Fidel Castro y Hugo Chávez en nombre de los gobiernos y pueblos de Cuba y Venezuela, respectivamente, dándole nacimiento a lo que originalmente se llamó Alternativa Bolivariana de los Pueblos (ALBA) y que hoy, junto con Bolivia, Nicaragua, Dominica y Honduras, constituyen un bloque de integración latinoamericana y caribeña que se ha planteado, a diferencia de los tratados comerciales de la Unión Europea y el ALCA propuesto por Washington, activar mecanismos que aprovechen las ventajas cooperativas entre las diferentes naciones asociadas para contrarrestar las asimetrías entre las mismas mediante la cooperación de fondos compensatorios, destinados a la corrección de discapacidades intrínsecas de los países miembros, y la aplicación del Tratado Comercial de los Pueblos.

Con el ALBA se está viviendo una experiencia que se ajusta más a las expectativas de nuestros pueblos, envueltos secularmente en el subdesarrollo y suplidores seguros de las materias primas que hicieron posible el confort del Primer Mundo. Es ejemplo y modelo de la alternativa de un comercio justo y la solidaridad que se desarrolla entre nuestros países. Esto puede constatarse al dársele la prioridad a las necesidades de los sectores sociales más afectados por las desigualdades sociales y económicas, aquellos que han sido marginados por casi dos décadas de políticas impuestas por los países ricos y las instituciones financieras multilaterales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial) que éstos controlan. Igualmente, el ALBA representa una seria amenaza para el sistema de supremacía económica impuesto por las grandes potencias capitalistas. De ahí que sus primeros logros sean tapados, minimizados e ignorados por los grandes medios industrializados de comunicación locales, los cuales mantienen un cordón umbilical que los conecta y los hace defender a ultranza el modelo imperialista de dominación económica, financiera y cultural que tiene por principal beneficiario a las corporaciones transnacionales gringas. Por ello, nuestros pueblos son víctimas de una campaña mediática cuyo objetivo está centrado en menoscabar, tener a menos y excluir la alternativa de esperanza de los sectores sociales excluidos simbolizada por el ALBA, reconociéndose en ella una amenaza para las elites dominantes. Sin embargo, la batalla del ALBA se mantiene y presagia un nuevo amanecer, esplendoroso y renovado, para Nuestra América.-



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Homar Garcés


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