Los desafíos de la revolución bolivariana y las lecciones de la historia moderna




El pueblo venezolano, su clase obrera, el campesinado, los nuevos movimientos populares urbanos, están protagonizando un proceso político de amplias repercusiones sociales e internacionales.



Sociales porque, de nuevo, en el mundo del siglo XXI, se retoma la idea de una transformación radical, en la perspectiva del socialismo, de la sociedad capitalista de explotación y exclusión. Cuando un amplio núcleo de la intelectualidad e ideólogos del triunfante capitalismo, después del colapso del patrimonialismo soviético y chino, afirmaba la inviabilidad de una sociedad socialista y el predominio de las relaciones sociales de explotación, denominadas sociedad de la libertad, surge en Venezuela, una impresionante movilización popular que sacude en sus raíces un sistema social, económico y político solidamente articulado al sistema imperialista del capitalismo contemporáneo.



Internacionales porque lo que esta ocurriendo en Venezuela difunde la esperanza entre los pueblos de Latinoamérica y el mundo sobre las potencialidades de la lucha revolucionaria para derrocar el capitalismo y golpear el imperialismo. Venezuela marca la recuperación de la iniciativa de los pueblos y el inicio de una ofensiva revolucionaria que debe conducir a una correlación de fuerzas adversa al neoliberalismo.



Sin embargo, como en todo proceso revolucionario, no todo es color de rosa. Al profundizarse la lucha de clases, las elites desplazadas hacen hasta lo imposible para restablecer sus anteriores condiciones de dominación. Es lo que hemos visto durante los últimos 78 meses: huelgas patronales, golpes de estado, conspiraciones, sabotaje con los medios, intervención imperialista, acción criminal con paramilitares colombianos, fraude electoral, fuga de capitales, bloqueo a la gestión publica, corrupción, burocratismo. Nada nuevo en un proceso revolucionario. Todas las revoluciones modernas conocidas por la humanidad han padecido igual calvario. Ocurrió con la Comuna de Paris, con la revolución rusa, la china, la chilena y la cubana. Las burguesías se conjuran para aplastar el levantamiento obrero y popular y en tal cometido no se ahorran ningún recurso: el magnicidio, el golpe, la masacre, la dictadura, los asesinatos en masa y la trampa electoral.



En este caso han escogido la trampa electoral, donde evidentemente el viejo puntofijismo logró acumular una poderosa experiencia, para aplastar, con cierto aire de legitimidad, lo conquistado en este lapso reciente de la historia venezolana. Son los peligros y los riesgos del evento del 15 de agosto, que además del juego de las urnas requiere de la audaz movilización urbana.



Es lo que obliga a la clase obrera, a los grupos populares y a las fuerzas políticas que tienen su liderazgo, a ser enérgicos y resueltos en la defensa de todo el proceso revolucionario.



En tal sentido, son formidables los nuevos desafíos de la revolución bolivariana. Para enfrentarlos bien conviene acudir a las lecciones que se desprenden de las mas vibrantes epopeyas proletarias del mundo moderno. Del mundo de los dos últimos siglos. A las lecciones que se derivan de la Comuna de Paris, de la revolución rusa, de la revolución China y de la Gran Revolución Cultural Proletaria China.



La Comuna de Paris.



La Comuna de Paris dejó cuatro profundas lecciones acerca del proceso revolucionario:



Primera. La necesidad de demoler (en contraste con tomar o “apropiar”) el poder estatal de la burguesía y el imperialismo.



Segunda. La necesidad de la igualdad -particularmente la igualdad económica- entre los cuadros revolucionarios y las masas obreras y populares. En uno de sus primeros actos, la Comuna abolió la gran diferencia entre los salarios de la gente trabajadora y los funcionarios estatales.



Tercera. La cancelación inmediata del liderazgo por las masas, si los líderes fallan en llevar a cabo las aspiraciones y deseos de la clase trabajadora.



Cuarta. La abolición del ejercito permanente al estilo burgués, y la distribución de armas a las masas del pueblo. La Comuna previó correctamente que un ejercito permanente podía servir como una “fuerza represiva especial” solamente contra los obreros que habían hecho la revolución; ellos –y solo ellos- podían defenderla.



La revolución rusa.



En este caso se trata de evitar la tremenda equivocación del periodo inicial de la revolución bolchevique, que setenta años después llevó a su dramática derrota.



Las concesiones del movimiento revolucionario ruso a la burguesía que le permitieron a esta volver a reconquistar el poder como ocurre en la actualidad, allanaron el camino para la aparición de una nueva burguesía “roja”.



En el curso de la lucha revolucionaria, antes de la toma del poder, el partido revolucionario hace un análisis incorrecto de la burguesía; la divide falsamente en un campo de “izquierda” y en otro de “derecha”, llama a una alianza con el campo de “izquierda”, y consolida esta alianza otorgándole a la “izquierda” ciertos privilegios, tales como la inmunidad contra las expropiaciones.



Esta alianza es mantenida después de la revolución y los privilegios otorgados a la parte “buena” de la burguesía son aumentados.



Muchos de los privilegios otorgados a la burguesía asumen, inevitablemente, formas que no son puramente económicas. Las concesiones económicas demandan concesiones ideológicas y una de estas es la promoción del nacionalismo. El nacionalismo es una ideología burguesa. Como la burguesía, el nacionalismo no tiene aspectos progresistas, mas en el mundo de hoy. El nacionalismo es una ideología totalmente reaccionaria. No obstante algunos sugieren acá que un poco de nacionalismo puede ser útil. Se trata de un juego mortal que bien se puede pagar bastante caro por el proletariado y el movimiento popular.



Un frente político con la burguesía nacionalista afecta el programa socialista. Es lo que vemos hoy con la destrucción del socialismo en la Unión Soviética. Es el pago por una política antiproletaria y favorable a la burguesía.



La teoría revolucionaria esta llena de advertencias acerca de la inevitabilidad del intento, por parte de la burguesía, de retornar al poder luego de la revolución. La experiencia histórica de los movimientos revolucionarios confirma estas advertencias sin excepción alguna. El deseo de la burguesía de revocar la revolución socialista es constante. Su habilidad para hacer tal cosa depende de la cantidad de potencial y de maniobra que se le permite retener. La experiencia histórica también confirma que cada vez que los revolucionarios les han hecho concesiones a los patrones, estos han sido capaces de usar tales concesiones para retornar al poder.



La revolución China.



La revolución china probó de manera contundente que un país no industrial podía moverse directamente hacia el socialismo. Hasta ese momento muchos revolucionarios pensaban que la revolución socialista era solamente adecuada en países con un desarrollo industrial por lo menos del nivel de Rusia de 1917. Aunque China tenia alguna industria y, por tanto, una clase obrera pequeña, el número de residentes urbanos era pequeñísimo antes y después de la revolución. Pero Mao y otros entendieron que los campesinos podían ser una fuerza revolucionaria y unirse a los obreros de la cuidad para la toma del poder.



El periodo que transcurrido entre la fundación del PCCH y la toma del poder fue de casi treinta años. Por tanto, Mao señaló muy correctamente la necesidad de una perspectiva de lucha prolongada. La lucha armada organizada y dirigida por el partido comunista era uno de los aspectos principales de la lucha. Mao siempre insistió en que los revolucionarios nunca debían rendir sus armas ante los nacionalistas locales.



Esta batalla titánica ayudó a clarificar y enriquecer otros conceptos revolucionarios importantes, tales como la construcción del partido, el entrenamiento de los cuadros y su desarrollo y la lucha interna en el partido. El triunfo de la revolución china puso al imperialismo en estado de pánico. Para 1949, otro gran sector del mundo se había pasado al campo revolucionario. Asia había dado su primer paso cualitativo de rompimiento con el colonialismo y el imperialismo. La frase de Mao de que la “brisa del Este prevalece sobre la brisa del Oeste”, resume este evento histórico.



Sin embargo, los comunistas chinos nunca rompieron con la vieja política de concesiones a la llamada burguesía “progresista”. Al contrario, ellos la aplicaron mas que nunca, de manera que la revolución se sostenía sobre piernas tambaleantes desde el principio, lo que condujo al triunfo de una casta burocrática promotora de un capitalismo voraz como el que presenciamos hoy, convertido en la “burbuja” de la globalización imperialista en curso.





La Gran Revolución Cultural Proletaria –GRCP.



El asunto principal planteado por la GRCP era la naturaleza clasista del poder estatal. A principios de los años 60, la ferocidad de la lucha de clases en China había empezado a intensificarse dramáticamente. Las concesiones otorgadas a la burguesía por la política de la “Nueva Democracia” hicieron posible que una nueva clase gobernante emergiera y consiguiera ascender. Esta nueva clase gobernante se diferenciaba de la vieja , pero su esencia capitalista se mantuvo idéntica. El centro de esta nueva clase gobernante era el propio partido. En el espacio de unos cuantos años, el PCCH se había convertido en su opuesto, ya que nunca rechazo la teoría de concesiones a la burguesía, y nunca condujo una lucha ideológica total en contra del nacionalismo. Prácticamente todos sus cuadros principales se habían convertido en una burguesía “roja”. Por lo tanto la GRCP constituyó un esfuerzo de parte de las masas para arrebatar el poder a la contrarrevolución.



La GRCP, por encima de ciertos prejuicios que emanan del desconocimiento de este grandioso proceso, introdujo unas cuantas ideas fundamentales en el movimiento revolucionario mundial:



Primera. La primacía absoluta de los incentivos políticos en ves de los incentivos materiales. Desde los primeros días de la revolución bolchevique, los lideres soviéticos explicaban que un trabajador estaría dispuesto a incrementar su producción si recibía un pago adicional por producir mas de lo acordado. De acuerdo, se creía que los campesinos también producirían mas si eran dueños de parte de la tierra que cultivaban. El mismo sistema se había desarrollado en China. En el curso de la GRCP, el movimiento revolucionario de las masas trato de aplastarlo.



Segunda. La primacía de la política en vez de la técnica. La GRCP demostró que el requisito primario para el socialismo no era una bandada de “expertos” o burócratas tecnocráticos sino mas bien la comprensión de las masas y la ejecución de las ideas socialistas.



Tercera. Intensifico la lucha contra los falsos revolucionarios.



Cuarta. Intensificó la lucha contra el imperialismo y sus testaferros nacionalistas. Los revolucionarios y las masas dirigieron una serie de ataques a los diplomáticos imperialistas que residían en China. Los revolucionarios dijeron que el aislamiento de imperialistas como DeGaulle estaba completamente bien porque era una condición necesaria para la unidad con fuerzas revolucionarias, trabajadores y gente oprimida alrededor del mundo.



Quinta. La doctrina revolucionaria decía que las masas son mas importantes que las armas y pueden derrotar a cualquier guerra imperialista, incluyendo la guerra nuclear. Empiecen su guerra – nosotros la terminaremos, era la proclama de las masas durante la GRCP.



Lo fundamental de la GRCP era la premisa que la lucha de clases crece mas aguda después de la toma del poder. La GRCP era una lucha por el poder estatal. Probó que los trabajadores y revolucionarios deben de luchar para ganar el poder de la burguesía “roja” y mantener la bandera roja de la revolución en la vanguardia del movimiento masivo.



Es la experiencia histórica que debe permitir a la revolución bolivariana enfrentar los desafíos del presente y el embate de la vieja burguesía contrarrevolucionaria, la cual pretende ahogar en sangre su lucha por el socialismo y la prosperidad para las grandes masas populares.




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Horacio Benítez


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