La despedida

Derrotado, acosado por los demonios de su miedo ante la magnitud del desastre que ha presidido, George W. Bush prepara su despedida aferrándose a la carta del terror, sin advertir que el uso abusivo de ésta le ha costado precisamente el juego. Busca sobre los pueblos de América Latina, sobre sus gobiernos patrióticos y con especial furia sobre la Revolución Bolivariana, una victoria que lo reivindique. Pero marcha irremisiblemente hacia la oscuridad, dejando en las cercanías del infierno al orden imperialista con el que pretendió hacerse dueño del mundo.

La jugada central persigue enhebrar el minitriunfo electoral oposicionista de diciembre, más bien tropiezo revolucionario por propios errores, con la elección venidera de gobernadores y alcaldes, por lo cual estos comicios, como una vez y otra lo señala el presidente Chávez, tienen dimensión nacional e internacional. Ganar en noviembre piezas claves significa para el bloque contrarrevolucionario cercar a Miraflores con miras a destruir el proceso que desde allí se dirige. Su primer movimiento visible en tal sentido fue romper las gestiones humanitarias pro liberación de prisioneros de las FARC, a fin de cortar el avance hacia la paz y el consiguiente impacto cualitativo en la edificación de la unidad latinoamericana. Para ello precisó despojar de cualquier resto de pudor a Uribe y sus perros de presa en cuanto a compromiso o sentimiento alguno de latinoamericanidad o de solidaridad con sus connacionales no oligarcas. Vino la agresión a Ecuador con la masacre conocida y el asesinato de Raúl Reyes, enlace de la insurgencia para las negociaciones. Y siguió todo lo que estamos presenciando.

Presenciamos provocaciones persistentes y ajenas a toda ética: la farsa de las laptos “capturadas”, adornada con Interpol y demás yerbas, providencialmente contentivas de los materiales documentales necesarios para acusar y “enjuiciar”, tanto a los presidentes Chávez y Correa, como a personalidades colombianas luchadoras por la pacificación --delito ahora en esos predios-- encabezadas por la senadora Piedad Córdova y el periodista Carlos Lozano, director del semanario “Voz”; acentuación de los obstáculos a la libre expresión popular del pensamiento y sacralización de la de los grandes propietarios; intentos secesionistas y racistas descarados en Bolivia y semidisimulados en Ecuador y en Venezuela; violaciones de territorio en estos mismos países por comandos cipayos y algún bombardero imperial “extraviado”; resurrección de la IV Flota como policía del Caribe provista de los más sofisticados rayos jupiterinos; y la ensordecedora grita mediática, a toda hora y en todos los espacios, Goebbels a la enésima, con negación o desvirtuación de la verdad, prestidigitación para transformar la realidad a conveniencia y tambores de guerra a todo batir.

El objetivo, sin que se descarte una acción bélica para la cual Mr. Bush y CIA no las tienen hoy todas consigo, ni un golpe tipo Noriega ya que para el otro no poseen con qué, ni un magnicidio --cualquiera de esas aventuras, si fuere dable, produciría una conmoción continental y una respuesta nacional ilimitada, con coletazos de protesta planetaria--, el objetivo que parece evidente es el de lanzar el fantasma del terror, en intento de atemorizar a la mayoría e inducirla a votar en noviembre por la oposición y con ello cuadrar el nuevo tablero de juego. Algo como lo que le hicieron a Nicaragua para derrotar al sandinismo revolucionario, sumiéndola en dolor y miseria durante dieciséis años y obligándola a iniciar ahora una trabajosa recuperación. Sólo que de darse aquí, supuesto negado, no sería la nicaragüense sino la chilena, Pinochet repotenciado, la maldición que caería sobre nosotros. Supuesto negado porque nuestro pueblo, cada vez más consciente y bolivariano, ya no puede ser asustado ni echado a recular. Para la oposición, entiéndalo por Dios, en Venezuela no hay ahora otro camino que el del respeto y la lucha dentro de la democracia existente, plena de garantías y legitimidad. Y para el césar genocida de la Casa Blanca, sólo el de la ignominia y el olvido, cuando no el del castigo que merece.

freddyjmelo@yahoo.es


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Freddy J. Melo


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