Manipulación global

Puesta en escena: se encienden las luces, sube el telón. Comienza la función. Los halcones del Pentágono, la derecha recalcitrante del continente, los sectores obtusamente conservadores de la oposición venezolana y, sobre todo, la CIA, son los titiriteros que manipulan los hilos del macabro plan desestabilizador que, desde el 2001, nunca ha cesado en el país.

No hay cambios en el guión, sencillamente es el mismo. Costura tras costura; las celdillas del cedazo nos permiten ver y nos retrotraemos al año 2002. Los violentos de siempre esta vez están usando a los jóvenes estudiantes como carne de cañón. Si hay muertos no importa. Se quiere sangre. Se busca una excusa que valide el plan que se ha diseñado contra el gobierno bolivariano.

Se movieron los desencajados y desorbitados rostros. Quienes dirigen la educación privada fomentan la violencia. La orden es obstruir por cualquier medio las principales arterias viales de la capital: la autopista Francisco Fajardo, la Cota Mil, los Altos Mirandinos, las distintas vías de salida. Los estudiantes de las universidades privadas nunca han protestado: ¡les cobran hasta por la emisión de una constancia de estudio! En ellas no funcionan los ascensores, falla el alumbrado y la vigilancia.

Cobran por el uso de los estacionamientos. Cobran por todo. ¿Y la protesta? Bien, gracias.

Para la CIA financiar estas operaciones es cosa de rutina.

Desde siempre la injerencia estadounidense, solapada o no, ha estado presente en nuestro continente. A esta oficina de operaciones negras de Estados Unidos no le importa devastar pueblos enteros, arremeter contra la dignidad de las naciones y pisotear su soberanía. Para ello utiliza los más sucios mecanismos que la mente humana pueda imaginar.

Exacerbar el odio, instigar a la violencia; insistir en el asunto de la libertad y lo de la dictadura; inducir al magnicidio, hacerlo ver como la probabilidad cercana, son matrices que se construyen en el escenario del golpismo y que se refuerzan tanto acá como hacia afuera. Las redes del poder imperial tocan muy de cerca la industria mediática. La manipulación y la distorsión de la realidad del país no son fortuitas. Obedecen a un plan de filigrana al que hay que enfrentar con contundencia y prontitud.

Periodista/Prof. universitaria


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Asalia Venegas S.


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