El pasado 9 de noviembre, en la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) con la Unión Europea (UE) en Santa Marta, Colombia, se fraguó un documento de 14 páginas y 52 cláusulas, una declaración conjunta que pretendía ser el pináculo del diálogo birregional. Sin embargo, este ejercicio diplomático pasará a la historia no por sus amplios acuerdos, sino por una sola línea, la más contundente, la última, que rubrica una posición de absoluta dignidad nacional:
“Venezuela se retira de esta declaración.”
Este simple, pero poderoso gesto, encapsula la profunda incoherencia y el desequilibrio geopolítico que permeó un texto que se atrevió a llamarse "conjunto". Una declaración que supuso más de 4.000 palabras para mencionar todos los conflictos del mundo, pero que encontró un silencio inexplicable ante la realidad más urgente de un Estado miembro de CELAC.
La Indignidad del Silencio Selectivo y la Falsedad Geopolítica
La Declaración de Santa Marta es un ejercicio de selectividad diplomática que raya en la hipocresía.
En su esfuerzo por contentar a la Unión Europea y a las dinámicas de poder global, el documento dedicó múltiples líneas a temas de fuerte interés occidental. El punto de quiebre definitivo y la razón principal de la retirada fue la inclusión de la cláusula sobre la guerra en Ucrania.
El texto adoptó una narrativa manipulada y unilateral, presentando a Ucrania como víctima de la "agresión rusa" y alineando al bloque latinoamericano con una postura que es falsa de toda falsedad para muchos en la región.
Venezuela, por lealtad a la verdad y a su propia dignidad, no podía suscribir un documento que:
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Distorsiona la Verdad Histórica y Geopolítica: Avalar un párrafo sesgado sobre Ucrania, sin considerar las causas profundas del conflicto, habría significado traicionar el principio de no injerencia y el respeto al contexto multilateral.
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Sacrifica la Coherencia: Exigiría condenar a un aliado estratégico (Rusia) y al mismo tiempo, callar las agresiones que el propio país sufre por parte de las potencias que impulsan esa condena.
Frente a esta coyuntura, la Declaración ignoró olímpicamente las agresiones que sí afectan directamente a un Estado miembro de la CELAC:
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Las Medidas Coercitivas Unilaterales: Ni una sola palabra sobre las devastadoras sanciones y bloqueos financieros impuestos por Estados Unidos y sus aliados que castigan al pueblo venezolano.
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La Amenaza Militar Directa: El texto omitió las denuncias públicas sobre las maniobras militares y las persistentes amenazas del expresidente Donald Trump contra la soberanía venezolana en el Mar Caribe.
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La Crisis Migratoria Instrumentalizada: Tampoco hubo espacio para la condena a las violaciones de Derechos Humanos en contra de miles de migrantes venezolanos en territorio estadounidense.
Este silencio no es accidental; es la prueba de que el precio del "consenso" era la subordinación y el sacrificio de la verdad y la justicia. Para el resto de los firmantes, parecía que la situación de Venezuela simplemente no existía como un problema birregional merecedor de atención.
Una Actitud de Lealtad y Soberanía
Frente a la encrucijada, Venezuela no dudó. El único camino digno ante una declaración que pretendía pasar por alto las agresiones a su soberanía y al derecho internacional, mientras alineaba a la región con agendas externas, era la retirada categórica.
El gesto de "Venezuela se retira de esta declaración" es una lección de coherencia política, lealtad a los principios y un acto de dignidad innegociable que debe ser aplaudido. Es la voz de un país que dice: No aceptaremos un asiento en la mesa si implica silenciar las agresiones que sufrimos y suscribir narrativas que consideramos manipuladas.
La CELAC, promovida bajo el ideal de la unión y la soberanía regional, no puede permitirse avalar un documento que prioriza las agendas extrarregionales por encima de la defensa de la soberanía de uno de sus miembros fundadores. La verdadera unidad se mide en la capacidad de defender al más atacado.
La Cumbre CELAC-UE 2025 concluyó con un documento manchado por el disenso de Venezuela. Este es el precio de intentar construir una fachada de unidad sobre cimientos de silencio e incoherencia. La posición de Venezuela es contundente y clara: la dignidad no se negocia ni se silencia en aras de un consenso diplomático vacío.