Atlantis: signo del fin de una hegemonía

Con la salida al espacio extraterrestre del transbordador espacial norteamericano “Atlantis”, culmina la segunda gran etapa de la aventura espacial norteamericana, después de su glamoroso triunfo al ser los primeros terrícolas en visitar el satélite lunar en 1.969, sin que ello implique la terminación de su presencia en el espacio sideral ni la continuidad de sus programas de vigilancia, control y guerra terrenal desde el espacio.

  La aventura espacial de los Estados no solo estuvo dirigida a alcanzar la superioridad científico-técnica sobre todos sus competidores y enemigos de la extinta URSS y de China y la Unión Europea, con el fin de establecer en el espacio, una plataforma  de operaciones que les permitiera utilizar ese inmenso territorio indescubierto en favor de sus interés de dominación universal, sino también para confirmar, en las mentes de miles de millones de terrícolas de la superioridad cultural de los Estados Unidos y, en razón de ello, la inevitabilidad de su condición de potencia hegemónica universal.

  Muy a pesar de sus propósitos y de la utilización intensiva del aparato propagandístico y cultural, los Estados Unidos no pudieron alcanzar la vanguardia de la investigación aeronáutica, por cuanto los científicos soviéticos fueron capaces de poner en órbita a la famosa perra Laika y empujar hasta el borde exterior del espacio terrenal al legendario coronel Yuri Gagarin, lo que significó un duro revés para la prepotencia imperial y sus publicistas de la hegemonía.

  El viaje a la luna, en 1.969, fue el proyecto propagandístico más importantes de cuantos hayan emprendido los norteamericanos durante su carrera espacial,  por cuanto, la decisión de llevar un ser humano a la luna fue una empresa-show inútil, innecesaria y costosa en lo humano y lo material, que no le agregó mayores insumos a la investigación que los que fue posible alcanzar, pocos años después, en ese mismo satélite y en Marte, mediante la utilización de aparatos robotizados de alta tecnología y menor costo. Fue solo una operación de marketing político en la Guerra Fría, que aún hace pensar a muchos, que nunca existió en la realidad.

  Mientras los gringos se dedicaban a montar la humanicida “Guerra de las Galaxias” de Ronald Reagan, la extinta URSS concentraba sus esfuerzos diseñar y construir una estación espacial desde donde pudieran observar el universo posible y avanzar investigaciones exploratorias sobre el comportamiento de los cuerpos del cosmos y su relación con nuestro planeta Tierra; hazaña científica, tecnológica y humana que llevó a la actual Federación Rusa, sucesora de la URSS, a la vanguardia en la fabricación de medios de navegación y permanencia en el espacio de tripulaciones humanas, convirtiendo su Estación Espacial en el primer edificio habitable del hombre en el espacio extraterrestre.

  Los trasbordadores norteamericanos fueron, en su momento un extraordinario aporte a la navegación espacial pero los terribles accidentes del “Challenger” y el “Columbia”, junto con los enormes costos de fabricación y mantenimiento, terminaron por convencer a la comunidad científica usamericana que, definitivamente, habían perdido la “carrera espacial” con la Federación Rusa y, mientras no lograran crear un nuevo medio de transporte, no solo no podrían llevar sus astronautas al espacio, sino que tendrían, en adelante que ir al astrodomo ruso en Kazajastán, a utilizar las naves rusas en su viaje a la Estación Espacial Internacional que, desde hace varios años vienen construyendo a partir de la avanzada experiencia rusa en esa materia.

  La Federación Rusa se afirma hoy, como la principal potencia espacial del planeta Tierra y en su realismo financiero y generosidad política, sigue abriendo sus estructuras espaciales a la NASA, la Agencia Espacial Europea y otros países, con el fin de realizar investigaciones dirigidas al uso pacífico del espacio extraterrestre y a crear las condiciones tecnológicas que permitan, en varias décadas más, avanzar el los viajes espaciales, más allá del Universo conocido.

  El último viaje al “Atlantis” y el cierre del programa de transbordadores espaciales no hace sino confirmar el declive irreversible del imperio usamericano como hegemonía en el planeta Tierra y la conversión paulatina de la exploración  y la investigación espacial, en una gran empresa terrenal, en la que puedan participar en su financiamiento, actuación y frutos, toda la Humanidad, asumiendo que, tanto como el planeta Tierra, el Universo es y debe seguir siendo, un espacio de todos y para todos.


yoelpmarcano@yahoo.com


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Yoel Pérez Marcano


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