Reconciliación disociada

Después de manipular y preparar a su gente para enfrentar y eliminar chavistas entre 2002 y 2004, la oposición la convocó a votar, pero no pudo des-disociarla a tiempo. Los medios lanzaron una campaña arrolladora, acompañada de cacerolas, hostigamiento de los bolivarianos en su propia casa y en cualquier lugar, actos terroristas contra embajadas, golpe de Estado, sabotaje petrolero, asesinato de campesinos, incursión de paramilitares y crimen contra la persona del fiscal Danilo Anderson. Simultáneamente, acusaban a los chavistas de intolerantes.

El efecto del bombardeo mediático que cayó sobre el país fue denominado “disociación sicótica”. El Colegio de Médicos del Distrito Capital prefirió el término de infofrenia. En todo caso, se trató de un fenómeno en el que a todo un colectivo se le manipuló para que odiara y actuara en consecuencia. Muchas personas no se recuperaron jamás y siguen por allí, de lo más trastornadas.

Aquel discurso del odio, el supremacismo y la discriminación, acompañado de actos de violencia y terror, no alcanzó su objetivo. Por el contrario, la oposición cada día se disminuía más. Los teóricos de las revoluciones cromáticas (naranja, violeta, azafrán) decidieron que ya era hora de cambiar y giraron la orden a los venezolanos oposicionistas. Aunque con cabillas envueltas en periódicos y las armas prestas, el nuevo discurso de la derecha debía ser por la “reconciliación”, con la Compañía de Jesús profiriendo su divisa de “a Dios rogando y con el mazo dando”.

La disociación viene ahora de allá para acá, pero sólo en apariencia. Ya no inculca a las clases medias oposicionistas preparar aceite hirviente para esperar a las “hordas y chusmas chavistas”, sino que envía un hipócrita mensaje de “reconciliación” del que sus mentores se ríen en privado.

En rigor, para reconciliarse hay que renunciar a la violencia. Los oposicionistas asesinaron a un joven trabajador de Petrocasa en Carabobo, en lo que fue su más reciente crimen. Los alumnos “manos blancas” incendian bancos y chaguaramos, lanzan rejas a la policía y cuando ésta reacciona, se tiran de rodillas y muestran sus albas manos. Es el libreto made in USA, el manual de la CIA para las “revoluciones de colores”, esto es, “disparen y, a la vez, saquen una bandera blanca”.

Uno de los rectores del golpismo ha anunciado que 2008 será más difícil que 2007. Anuncia tiempos duros y a la vez, ofrece reconciliación. El pueblo venezolano conoce las cartas que están jugando y los naipes de su trampa cazabobos. La profecía del cura Ugalde -¿recuerdan la película?- no hace falta para saber que, como en 2002, los fascistas vienen con todo y por todo. Tiene razón, buscan una victoria definitiva de la derecha para reconciliarse con todas sus derrotas. Nunca fue tan cínicamente sincero el gran manipulador de estudiantes cuyos padres, paradójicamente, además le pagan por eso.

Los que no están bravos con nadie, no tienen por qué reconciliarse. Es el caso de los bolivarianos. En cambio, el oposicionismo fundamentalista, los rectores disociados de las universidades privadas y los dueños de los medios tienen motivos de sobra para buscar la reconciliación, por lo menos con el pueblo venezolano que ha sido su víctima, con la verdad y la paz. Ojalá lo intenten y, sobre todo, lo logren, aunque como deseo, ello es igual a pedirle peras a un horno crematorio, cual diría el insólito Rosales, siempre en guerra contra el castellano, el buen decir cristiano y sin la menor esperanza de reconciliación.

earlejh@hotmail.com


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

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