Los Judas del cardenal

El cardenal Castillo Lara volvió a la palestra con el cultivado estruendo que caracteriza cada una de sus reapariciones públicas. Su odio hacia Chávez sigue intacto, sin la menor fisura, lo que por sí solo, es algo admirable. El prelado provoca una morbosa simpatía al combinar en su persona ese aire de perversa santidad, la nostalgia por las hogueras de la inquisición y un pensamiento oscurantista milimétricamente mineralizado. Como escritor, me atrae este antediluviano personaje que se realiza en los abismos. No me pierdo ninguno de sus ritos públicos.

Sin embargo, su más reciente aparición me pareció signada por la injusticia, de parte suya, aclaro. El purpurado fue sacado de sus insondables catacumbas espirituales para que oficiara una misa en, por supuesto, Altamira. El motivo no podía resultar más inspirado: rememorar la derrota de los suyos aquel abril de 2002. De súbito, nadie sabe por qué, el religioso la emprendió contra los héroes de los francotiradores y guarimberos, quienes precisamente lo buscaron para oír su misa.

-Los opositores que se han ido del país son unos traidores –tronó Castillo Lara.

La imprecación cruzó el Atlántico y fulminó a los golpistas que buscaron el alero de Aznar, el PP y los restos momificados del franquismo. De la gran Madrid rebotó y cayó como un rayo sobre Miami, tierra prometida de todos los “héroes” en fuga. Y también, de los que se autodenominan “exiliados” para conseguir un trato igual al de sus “pares” de la asociación cubano-americana.

Los presentes en la homilía no se esperaban esta descarga del iracundo cardenal, muchos menos, los aguerridos oyentes de allende las fronteras. Lo habían llevado a la iglesia para que se masticara a Chávez, como sólo él sabe hacerlo, no para que arremetiera contra los que sufren los rigores del rrrrrégimen en Madrid, Florida, Costa Rica o Aruba.

La furia sin puntería del prelado se desataba, además, en el momento más inoportuno, justo cuando unos representantes republicanos de origen hispano (o sea, cubanos), le pedían a Bush que diera a los héroes venezolanos en el exilio el mismo trato especial que recibían los cubanos que dejaron la isla. La cosa estaba más o menos caminando cuando viene Castillo Lara y llama traidores a los auto desterrados. Así no se puede.

Puesto que la palabra de un cardenal no es cualquier cosa, la duda se ha sembrado en los afligidos espíritus opositores. ¿Qué son, por fin, los auto exiliados: incomprendidos “héroes” de una titánica lucha, vividores consumados o, sencilla y llanamente, unos Judas del siglo XXI? El prelado lo dijo durante la eucaristía, cuando paradójicamente llamaba a la reconciliación. Pero así es Castillo Lara, para desconcierto de los mismos que lo aplaudían en Miami y a quienes estigmatizó de traidores.

Los Judas venezolanos del purpurado no llegaron a Florida en balsa, ni andan precisamente pelando lunas. El cardenal, quien en su agujero negro tiene relámpagos de lucidez, lo sabe muy bien. El añora otro 11-A, pero no cree que se pueda dar con estos auto exiliados. Si me preguntaran, diría que al anciano cura se le fue la mano de la ingratitud y, sin la menor duda, no es justo con sus ahora apostrofados compañeros de causa. No hay razón.

earlejh@hotmail.com


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

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