Los disparates de la oposición sobre su derrota y los deslindes definitivos entre la Revolución y la oligarquía

La derecha busca, con premura y urgencia, sacarse el fuerte impacto de su derrota. Desde su esquina se lanzan, a toda prisa, explicaciones variopintas acerca de: “un triunfo político y una derrota electoral”; “la imperiosa obligación del presidente Chávez de dialogar con la oposición y gobernar por consenso”, y “la democracia sin plan b” para salir de Chávez o doblegar la voluntad del pueblo. Cifras manoseadas y manipuladas en torno a los resultados y alcances de la consulta electora y el objetable “veto de las minoría”, aliñan estos gruesos disparates. Cosas de esa política en crisis que intenta retornar a su modelo de pactos entre las elites y grupos de interés. Cosas de “politiqueros” que no se acostumbran a jugar limpio. Cosas de la oligarquía y su corte que adversa la participación popular y apela al modelo de democracia consensual, es decir, al absurdo de que la política del gobierno revolucionario tiene que contar con el visto bueno del poder oligárquico-mediático o en caso contrario, estamos gobernados por la tiranía de la mayoría. Cosas del “vir obscuro” de Teodoro que borra de su memoria, su actuación como actor de primer orden y Ministro del gobierno de Caldera, él más pirrico de Venezuela, ese que apenas alcanzaba el 13% de la votación total.

En las visiones y versiones “democráticas” y no tan democráticas de la oposición (la mayoría de las veces es lo mismo) tres inmensos disparates, matices más-matices menos circulan profusamente por los canales de su circuito mediático:

Primer disparate: “Tuvimos una derrota electoral, y un triunfo político”

No apelaremos aquí, para demostrar la inconsistencia de “una derrota electoral y un triunfo político”, a desmontar la estrategia del empate técnico. Basta con precisar que ese lineamiento es una herramienta obligatoria de los candidatos perdedores y que la oposición se dio con todo en el uso y abuso de una manipulación ideológica que su culta votación ignora o se permite pasar por alto. Ignorancia que Roberto Giusti, descortés y tardíamente, recordó a las alicaídas y arrechas huestes opositoras: “...un candidato electoral, por muy adversa que le resulte la campaña electoral debe guapear y por principio electoral no puede reconocer la posibilidad de una derrota a riesgo de perder el apoyo de quienes han puesto la fe en él...”. Tampoco, se argumentará acerca de dos datos que la oposición esgrime como evidencias de su triunfo político: “ ahora tenemos un líder” (Rosales fue un simple candidato, que sea un líder es sólo una aspiración, y que se transforme en un líder histórico, todo el mundo sabe que ello es improbable; que tal cosa, sólo es posible en el mundo de Fukuyama, en ese “donde no hacen falta ni estadistas ni generales”) y “la oposición está mas unida que nunca” (esta pendejada no la cree nadie, absolutamente nadie y no resiste la más lihgt constatación)

Con palabras del impresentable, lo de “la derrota electoral y el triunfo político”, es una grandísima bolsería. Desde el triunfo de la alternativa de cambio revolucionario es imposible establecer tan espuria diferencia. A partir de las elecciones de 1988, las derrotas electorales de la derecha son claras derrotas políticas y la tendencia es que las derrotas o victorias, de cada esquina política, van determinando, con fuerza y rigor, las preferencias electorales, pero sobre todo el rumbo de la nación.

Las elecciones del 3D no es un hecho que acontece en Matrix. Los resultados electorales están relacionados con: una larga y continuada contienda política que interpela estructuralmente a nuestra sociedad, con base a un fuerte combate saturado de consultas electorales, el ejercicio de una dura y agresiva oposición, la prolongada y descomunal operación mediática ejecutada para manipular al pueblo venezolano, y 7 años de ejercicio de gobierno por el presidente Chávez. A lo largo de tan complejo proceso político se definió la derrota político-electoral de la oposición del 3D, la cual no más es la consecuencia de derrotas políticas previas. Seamos precisos: los votos no se sacan ni se cuentan el día de las elecciones, las batallas electorales, como todas las batallas, siempre están ganadas de antemano.

No puede haber triunfo político alguno, un balance riguroso de la correlación de fuerzas y la conducción de cada esquina política, registra que la oposición, tendencialmente, se debilita, que es suficientemente evidente, desde 1998, su retroceso en todos los ámbitos. De la coyuntura política del firmazo y el revocatorio (el escenario político mas favorable de la oposición) a las elecciones del 3D (el comienzo de su declive definitivo, de aquí en adelante “van pa’tras) se constata que la oposición “no da pie con bola” y no sabe que hacer con la inconsistente y contradictoria base social que la apoya ni con sus fuerzas políticas desintegradoras que amenazan, con fuerza, su existencia.

Y es que la oposición ha sido desacertada hasta el hartazgo, hasta ponerse ahíta. El error descomunal de creer que tumbar al “gobiernito de Chávez es pan comido” y que para tumbarlo no “hace falta un proyecto político lo están pagando caro”. La estrategia equivoca de: “Primero salimos de Chávez y luego vemos que hacemos”, está pasando su interminable factura. Y este es el punto, la obcecada lucha por el poder a secas no ha dado dividendos políticos, y electorales tampoco.

La oposición paga la ceguera de su conducción política con creces. y no atina en la solución de su tragedia, tragedia que es resultado de una carencia total de las ideas indispensables para elaborar un proyecto político histórico y de no comprender que las condiciones de posibilidad de una tal manera de percibir y hacer la política se han desvanecido. Su votación del 3D o que Nuevo Tiempo y Primero Justicia tengan más de un millón de votos no resuelve ese problema.

En tales circunstancias y escenarios, sacarse de la manga un triunfo político es algo más que dudoso; es la cantinela de siempre, sólo que ahora, no “cae el hombre mañana” y no pueden “romperle los cojones” con el sabotaje petrolero y económico. Cierto es que la coyuntura política es otra, totalmente favorable para esta revolución en movimiento que sabe leer hacia delante y persiste con los signos de lo nuevo

¡En términos del presente y el futuro sobran los hechos, las razones y las esperanzas para evidenciar que la política opositora es un fiasco y un fracaso! A pesar de y contra de, el pueblo venezolano es un sujeto social que vive sin ilusiones comedidas y horizontes estrechos. Y sobre todo, sabe a cabalidad que el pueblo no es la suma de sus partes ni la suma de sus opiniones o el consenso entre los intereses de cada una de sus partes y opiniones; y ahora asume que: “Hay varias maneras de pensar el todo como la suma de sus partes”. Se trata, sabemos que es mucho pedir que la oposición lo entienda y asuma, del sentido de nuestra sociedad, de la apuesta por una vida en común impermeable a las relaciones de dominación y explotación.

Si sostener que “tuvimos un triunfo político” es una rimbombancia inexcusable, afirmar que “Los tres meses de duración de la campaña electoral fueron insuficientes, con más tiempo hubiésemos derrotado a Chávez. Nos faltó tiempo para derrotarlo” es un descaro grueso, de alta monta. Por eso están como van.. Todo el mundo sabe que no son tres meses en campaña, sino ocho años de combate cruento, de ejercicio implacable de poderes mediático, económico y militar, para sacar a Chávez del juego. La cuenta es otra, los enemigos jurados del proceso de cambio revolucionario tienen 96 meses jodiendo con facilidades e impunidades de todo tipo y 2920 días con sus noches tratando de reimponer la ley de la oligarquía criolla, de los antiguos “amos del valle”, de sus descendientes y sucedáneos. La verdad, es que van 70.080 horas de promoción de la ingobernabilidad por la calle del medio, y con armas de todo tipo y calibre, contra un gobierno que sólo ha podido gobernar, a plenitud, dos años. La verdad es que la derrota del 3D averió seriamente sus planes de por las buenas y por las malas. Y que ahora corren o se encaraman.

Segundo disparate: el cuento de la oposición democrática. O de la falta de principios.

Lo del triunfo político y la derrota electoral, aparte de ser un desplazamiento de las arrugas opositoras, es un pase de factura hacia adentro y está relacionado con las luchas intestinas de la oposición. Por ello, a contrapelo de los demócratas sin principios, la extrema derecha sostiene que “no hay triunfo alguno, ¡carajo! . Veamos este punto.

Si en vez de una victoria política hacia fuera, lo que Rosales, Borges y Teodoro proclaman es un triunfo político hacia adentro, esto es que los demócratas oposicionistas derrotaron a su extrema derecha, la cuestión es otra. Empero, tal cuestión no esta clara, tal cosa, todavía, está por definirse. Los talibanes vienen , por la calle del medio, pidiendo la cabeza de Rosales, Teodoro y todo aquel escuálido que en la noche del 3D aceptó la derrota de la oposición y que no había condiciones para ejecutar el consabido plan b . En el Editorial de “Tal Cual / 07-12-06”, Teodoro, dizque sorprendido, se ve obligado a tratar este tema, y con un lenguaje sibilino escribe ”Circulan las cosas más estrambóticas por internet”. Ahora bien, ¿qué sorprende? ¿La conducta disociada de huestes opositoras? Lo que sorprende es que se asuma la actitud típica de un bolsa, frente al más aberrante y conocido resultado de la política de promoción del odio y pérdida del sentido de la realidad que sistemáticamente realizan grupos afines a la candidatura de Rosales. Lo que sorprende es que se diga inocentemente “Circulan las cosas más estrambóticas por internet”, cuando opiniones idénticas y en cantidad más que suficiente ruedan libremente en los medios de comunicación que apoyan a Rosales. Para el 11-12-06, el candidato derrotado, con los perros latiéndole en la cueva, pidió cacao e hizo llamados desesperados a la unidad: “no destruyamos lo que hemos alcanzado”. La procesión va por dentro y es altamente disolvente

No obstante, si tal cosa fuese verdad, esto es que los demócratas sin principios derrotaron a los extremistas opositores y que efectivamente hay una fractura definitiva, quienes en la oposición hablan de reencuentro o encuentro con la vía democrática solo producen tímidos mensajes que no permitan tomarlos en serio y en consecuencia pensar políticas y estrategias firmes al respecto. Aun no hay evidencias comprobables de que esta amalgama política (de por las buenas y por las malas a la vez), haya llegado a su fin; incluso puede demostrase que el engendro aún existe y goza de cierta salud.

En la noche del 3D, el cogollo opositor analizó la posibilidad de “enguarimbarse”, y hubo quienes percibieron que “no había chance” (palabras de Rosales, para más señas). Los demócratas opositores no vieron las condiciones ni la ocasión; olieron el peligro de las dos derrotas: en las elecciones y en la calle. No había la diferencia “pa’ echarle bolas, gritar fraude y emguaribarse. Y como hoy dice Teodoro, “se impuso la sensatez”. Tal cual ni mas ni menos. Una vez más: ¡El oportunismo nada tiene que ver con la condición de demócrata!. No se trata de cordura, moderación, coraje, sino de principios. No se trata de “la estrategia democrática, sino de la democracia establecida en la Constitución Bolivariana

La cuenta sigue pendiente, todavía falta que digan, de frente, “no va más” a la política de la conspiración, las emboscadas y las viejas o nuevas “vías rápidas de Franceschi, Álvarez Paz, Ledesma, Castillo Lara y hasta de Carla Angola. En los combates políticos que se avecinan, vamos a ver si esa ruptura se produce, si desde la oposición deciden que la salida constitucional, pacífica y democrática es la opción no un gámbito para ataques golpistas. Que emerja esa opción, que sean demócratas, eso es exactamente lo que planteamos y así tomarlos en serio y respetarlos. Desde la esquina de la Revolución esa es la exigencia.

Igualmente hay una mora exigente, un requisito perentorio que los demócratas opositoras no pueden eludir El demócrata no es racista, xenófobo ni supremacista. Antes y después del 3D circulan en los medios opositores las más lacerantes estigmatizaciones de nosotros como pueblo. En el manual de uso de la oposición está escrito con esa ideología bastarda que niega, al pueblo venezolano, toda posibilidad histórica de construir un futuro promisorio. Recientemente, lo más suave que se nos ha endilgado es la bellaquería que sigue: “Se nos ha dicho tantas veces que la voz del pueblo es la voz de Dios que cuando tenemos ante los ojos la prueba palmaria de que la mayor parte de ese pueblo ha cometido un inmenso error tendemos a pensar que los equivocados somos nosotros quienes no hemos suscrito la aberración.”.

¿Qué van hacer “los enemigos del régimen” con estos contenidos deleznables y estos valores neofascistas que definen el pensamiento y la acción política de un sector significativo de las huestes opositoras?

Tercer disparate: Con el tiempo derrotaremos a Chávez porque su proyecto es inviable. O del deslinde trascendental

Este disparate configura el clavo caliente que convoca a toda la oposición, que dividida y maltrecha, cierra filas para defender al capitalismo, la economía de mercado y los privilegios de la oligarquía criolla y su corte. Al margen del dislate opositor, esta cuestión es decisiva, allí se decide el verdadero deslinde: el desmarque radical que privilegia el pueblo, el gobierno revolucionario, y que consolida el abismo entre la derecha (de todo tipo y color) y la revolución. Y allí, en ese lugar, no valen los escamoteos ni correr las arrugas.

De cara a tan clave cuestión, la derecha ha reciclado un conjunto de ideas para intentar resolver su tragedia: la corte oligárquica asume que el debate sobre el rumbo del país y el Socialismo del Siglo XXI define su victoria sobre el chavismo e interpela al presente y futuro del proceso revolucionario con una ideología típica de la desesperanza: no ven las realidades del capitalismo victorioso, no ven que los hechos hablan por sí solos (reina la democracia (representativa, parlamentaria, deliberativa y consensual) y la economía de mercado...no se han enterado que el socialismo se derrumbó en 1989.

Primer deslinde: sabemos perfectamente que los hechos no hablan por sí mismos ni se ven inocentemente. Los hechos hablan porque el poder (un poder específico) los produce y simultáneamente organiza una serie de dispositivos para que hablen; y siempre hay interrogarse acerca de que esquina política e ideológica ve los hechos: todo acto de ver, cada percepción, siempre supone un orden simbólico.

Los hechos del capitalismo victorioso que cotidianamente miramos entonces, implica tener en cuenta que toda realidad (la totalidad de los hechos), se desintegra en el momento mismo en que la despojamos de su contenido simbólico o ideológico y asumimos que no existe pensamiento alguno que esté al margen de una estrategia específica de poder. Por lo tanto, después de 1989 (del derrumbe del socialismo real) está planteada una encrucijada y una disyuntiva: ver el capitalismo como la única y pertinente opción o ver más allá de esta realidad. Y en consecuencia decidir entre dos políticas, la que se fundamenta en la relación entre lo real y lo posible y la que se articula entre lo imposible y lo verdadero. Etienne Balibar es clave en este punto: “Para que la verdad comience a llenarse de sentido, es necesario que adquiera poder en el juicio, en la afirmación y en la negación”.

Desde tal perspectiva, el capitalismo victorioso o la globalización es una modalidad específica de reestructuración del orden mundial, una política de la elite imperial, tendiente e implantar un rearme masivo y a gran escala, de tipo económico, militar, social, cultural y político que asegure la continuidad de la hegemonía capitalista

Esa política, ha sido sometida a la prueba del ácido y emergen nuevas luchas de resistencias anticapitalistas: hay y no hay novedad porque desde que el mundo es mundo, el capital es desafiado por el surgimiento de ideas y movimientos que hacen suya la pregunta: ¿Tienen futuro las alternativas socialistas? Es esa búsqueda, permanente y actual, la que da lugar, recurrentemente, a los desencuentros políticos y sociales que presenciamos y vivimos. Y la que fundamenta la toma de partido y las posiciones políticas en juego, en disputa.

Segundo deslinde: a contrapelo de las propuestas de dialogo y del veto de la minoría que intenta imponer la oposición, la política no es esa pura reflexión para establecer los consensos, acuerdos y pactos que exige el funcionamiento de la lógica del capitalista: la política no es esa conversación racional que discurre apaciblemente y dejando a las orillas de los caminos a las relaciones de poder y soportes de reproducción del poder. La política tiene que ver, de manera esencial y radical con cuestiones trascendentales acerca del presente y el porvenir del mundo y las naciones y el desencuentro efectivo porque el mundo y las naciones son un desacuerdo o una querella entre dos mundos y que podemos describir como sigue: el que siempre tuvo parte y el que ahora, cada vez más tiene parte, el rico y el pobre, el de los representantes-dueños del pueblo y el del pueblo en el poder. Esto es, con la lucha de clases como eje determinante de la política.

Tercer deslinde: la cuestión de la naturaleza de la democracia. La democracia nos remite a tres ordenes de problema: es una promesa, una insurgencia contra las lógicas desigualitarias y una forma específica de acción política y de conformación del poder popular. Definir la democracia como un conjunto de procedimientos e instituciones es un acto espurio.

La democracia es una promesa, es el sentido siempre renovado de una sociedad que se percibe y asume democrática. En tanto promesa, siempre supera las democracias ya existentes. Definir criterios fijos e inamovibles que definen de una vez y para siempre que es la democracia, es una tarea de los operadores intelectuales y políticos de la elite imperial y los grupos oligárquicos. Tarea que privilegia e impone el modelo único de la democracia consensual y representativa., esto es, de la democracia típica de la lógica capitalista.

La democracia es una insurgencia contra las lógicas desigualitarias que moviliza y organiza, para la acción política, a los que no tienen parte, a las clases subalternas, a la mayoría, al pueblo. La democracia es un asunto de resistencia y lucha que tiene por finalidad establecer la igualdad, el reparto justo del bien común y el establecimiento de comunidades democráticas. La democracia es un asunto de las revoluciones.

Cuarto deslinde: del Socialismo del Siglo XXI se trata. La línea de ataque opositora está convencida de que encontró mango bajito. Supone que es suficiente con etiquetar la política del gobierno revolucionario y la propuesta del Socialismo XXI como la herencia inexcusable e innegable del “terror stalinista.. Vociferante, hasta más no poder, exclama: “Chávez no es más que ese proyecto fracasado del socialismo real, lo haremos polvo demostrando la superioridad de la economía del mercado y las ventajas del sacro valor de la propiedad privada”.

No hay tal cosa, el debate, la lucha es entre ideas políticas promisorias (con la ética, los conceptos y la práctica que se le corresponden) y la barbarie capitalista.. La cuestión es entre el sentido real del sistema de dominación y explotación capitalista y el desafío que se afirma en el sentido que otro mundo es posible. Y como nada anda por la nubes, la cuestión es la confrontación entre el dislate de la política sin proyecto político que no plantea el porvenir de la nación y la política que se afirma en la soberanía del pueblo, la decisión de no ser más un país portátil y la construcción de una sociedad justa, igualitaria y democrática

Desde la esquina de la revolución está claro que la política del ideal socialista, sólo es efectiva si se asume como un imaginario social, inédito y en proceso de construcción; si produce la práctica revolucionaria necesaria para desandar caminos y pensar-hacer lo que viene; y si se reconoce como una política de emancipación y libertad del pueblo.

Nuestra esquina se construye en dos frentes de lucha: el de la denuncia y renuncia del socialismo real, de la identificación del socialismo con la desnaturalización de la política de igualdad y emancipación del pueblo. Y el de la rebelión contra la idea de que el capitalismo “es lo único que hay”. En estos terrenos no hay concesiones, ni consensos compartidos con la derecha: cruzaremos la fantasía de los hechos del capitalismo hacia el socialismo verdadero.

fclugo49@cantv.net



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Francisco Cedeño Lugo


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