La algarabía de pendejos o todavía quedan intoxicados

En ocasiones a veces pensamos en Arturo Uslar Pietri y en la idea de los pendejos y que, a lo mejor, todos lo somos, pero definitivamente eso no es así. Es posible que en algunos de nosotros prive la idea del pendejo equivalente a decir los de menos, los que no tienen las facilidades del poder, los de abajo, los irrespetados, los descalzados y otros calificativos más.

Pero eso de pendejos encierra mucho mas. Cuando alguien está en una estación del Metro de Caracas o en la parada de alguna de las líneas de camionetas que conducen a cualquier lugar de la ciudad, algunos ciudadanos sienten que en ocasiones le rodean un par de pendejos que hablan y manosean más que borracho en mercado libre comprando carne.

Para algunos que permanecen en silencio, observando cuanto ocurre a su alrededor, de lo que se trata es de una algarabía de pendejos, de sujetos más habladores que loro repetidor, que sin argumentos y mucho menos pruebas, repiten varias veces al día las cosas más insólitas que le cuentan otros para que esos habladores repitan sin cesar.

La mayoría de los temas que repiten, pues jamás abordan asunto alguno con seriedad y mucho menos analizan porque carecen de capacidad para hacerlo, les vienen dados por un pequeño sector que todavía anda intoxicado, algunos de cuyos actores y probablemente cobre por hacer lo que hace.

Pero un asunto es indudable, se trata de algarabías de pendejos, no de los que se refería Arturo Uslar Pietri, sino de sujetos altamente ignorantes que asoman cualquier expresión loca descalificadora, con la única confirmación de que la escucharon en tal o cual emisora. Y entonces, allí es cuando la manada de pendejos se lanza en algarabía a repetir, de modo incansable, cualquier cantidad de adjetivos en contra de la revolución bolivariana y achacándole lo que le digan, cualquier agregado y lo que su descalificada mente -por carecer de argumentos- puede elaborar.

Pero la algarabía de pendejos no se queda en ese sector o escalón, porque hay otros pendejos que hacen algarabía de modo diferente, como son los que están en las manifestaciones cuya algarabía viene cargada con una escenografía que tiene elementos para construir violencia, como la ocurrida en Altamira donde algunos pendejos con el título de terroristas (por el cual cobran más dinero) incurren en actividades delictivas.

Y más allá hay otros pendejos cuya algarabía, aunque un poco presuntamente más refinada, pone al descubierto una inmensa psicopatía como la que ocurrió en un restaurante de Nueva York, Estados Unidos, en la que una señora, visiblemente desbalanceada mentalmente, calificaba de asesino al Embajador venezolano en las Naciones Unidas, Rafael Ramírez.

Los que están enfermos, como es de esperarse, siempre hacen algarabías para satisfacer su ego interno, para cobrar más, alcanzar notoriedad o expresar un alto grado de su enfermedad.

Y otra algarabía perfumada, es aquella la de sujetos que se sienten escritores de rango, tal vez invadidos por el sueño de tener un destello de García Márquez, un ingenio como Andrés Eloy Blanco o una pluma tan popular y muy metida en el pueblo como Aquiles Nazoa. Esos pendejos de rango, destilan cada día una alta toxina en la que vienen empapadas sus letras.

Por lo general son profesionales que aparecen por allí, buscando un no se qué, que quizá nunca vendrá. Me hacen recordar la presencia de un ingeniero industrial chileno -en 1994- como integrante de un grupo de periodistas que visitaba el Silicon Valley, EE.UU. Él no era periodista, simplemente trabajaba en una revista, lo que parecía poner de manifiesto que escondía o escudaba en el periodismo su fracaso como ingeniero. Al fin y al cabo, esos días en USA los pasó aislado de los periodistas.

Lo cierto de todo esto, es que todavía quedan algunos intoxicados por allí, que andan armando algarabías.

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Pedro Estacio


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