A diferencia de la borbónica

La derecha venezolana tampoco aprende pero si olvida

En los 15 años de gobierno que van del período chavista, la derecha venezolana se ha caracterizado por una errática práctica política, conducta, que le ha impedido diseñar y ejecutar una estrategia dotada de posibilidades ciertas que le allanen el camino de regreso al poder político de la nación, que tuvieron detentando por más de 200 años.

 Desde que Chávez asumió la conducción del país, imprimiéndole una dinámica transformadora que ha revolucionado diversos aspectos de la vida nacional, la oposición  derechista, por demás, manipulada y monitoreada desde el exterior por los círculos imperiales, no ha logrado articular una acción efectiva que le haga plausible el tan ansiado retorno; signada por la desesperación no atina a concebir una política coherente sostenida en el mediano plazo; tal desacierto implica, sin la menor duda, parabienes para la República Bolivariana y para el pueblo venezolano.

Se le atribuye al hábil político y diplomático francés Talleyrand (1754- 1838) la expresión la dinastía borbónica (familia real de origen francés que ejerció la monarquía en varios países europeos) ni aprende ni olvida, refiriéndose a la tozudez de esta familia para insistir en sus puntos de vista obviando las enseñanzas de la historia; dictamen parecido se le puede asignar a la derecha vernácula con la salvedad que esta si bien no aprende de sus errores si  tiene la facultad de olvidarlos con mucha facilidad.

No aprenden

Prácticamente, desde el momento mismo en que el Comandante Chávez asumió la dirección del país, la derecha que venía cometiendo el craso error de subestimarlo, se planteó el derrocamiento del gobierno bolivariano, sin medir las consecuencias de su proceder y sobreestimando las fuerzas que tenían dispuestas para materializar sus propósitos. Creyeron que bastaba con el apoyo imperial, de sus recursos económicos, políticos y comunicacionales, y con la activación de sus factores de poder para dar al traste  con el proceso bolivariano, desconociendo su dimensión telúrica, surgida de las entrañas del pueblo, de sus frustraciones, aspiraciones y anhelos ancestrales y presentes.

Fue así como se plantearon, con el desconocimiento de la Constitución, el golpe de abril de 2002, la anodina pero sugestiva toma militar de la Plaza Altamira, el subversivo paro petrolero- empresarial 2002-2003, las guarimbas del 2004, etc., aliñado todo ello con la guerra comunicacional, la manipulación  mediática, los intentos magnicidas, el desconocimiento de las instituciones, la guerra económica y el desprestigio y la pretensión aislacionista del país a nivel  internacional. Inútil intento, pues al cabo de 15 años el proyecto político chavista se mantiene firme, fortalecido y más bien renovado en las esperanzas populares; en los próximos días, el 4 de febrero, se cumplirán 22 años del clarinazo que significó para la sociedad venezolana la rebelión militar que hizo posible el alumbramiento posterior de la Patria Nueva que ahora se está materializando, con dificultades y errores, ciertamente, pero afirmándose como una realidad incontrastable en la conciencia colectiva de las grandes mayorías del pueblo.

Si nos preguntáramos, aprendió la derecha de todo este recorrido de derrotas y fracasos, es harto evidente que la respuesta es negativa, que la desesperación que la envuelve le impide racionalizar sus errores, que incluso sus dirigentes más avezados se han obnubilado de tal forma que lucen imposibilitados de aconsejar y contener a los más audaces e imberbes de la inconsistencia e inutilidad de las operaciones desestabilizadoras con las que aún persisten debilitar y derrotar el proceso bolivariano, ahora con la conducción de Nicolás Maduro, luego de la desaparición física de Chávez.

En estos tres lustros transcurridos, la oposición ha desaprovechado oportunidades y coyunturas que se les presentaban propicias para articular una acción política que les permitiera salir del marasmo en el que se han sumergido y erigirse en un polo referencial alternativo a la propuesta bolivariana. Cuánta razón  la de Chávez en las distintas ocasiones en las que expresó y se quejó, desde su perspectiva de estadista, de la inexistencia de una oposición seria, decente, sensata, de la ausencia de un líder opositor con el que se pudiera debatir y acordar en torno a los grandes problemas  nacionales, hacer Política con P mayúscula como le gustaba decir. Pero no, esta derecha opositora no calza los puntos para trascender a ese nivel.

Pero si olvidan

Con la siembra de Chávez y la asunción de Maduro, creyeron, una vez más, llegada la oportunidad para dar el zarpazo ansiado y alzarse con el poder. En vez de consolidar la fuerza electoral obtenida en las elecciones del 14 de abril y prepararse sensatamente, acumulando fuerzas, para las contiendas por venir, optaron por drenar su arrechera( con saldo de 11 muertos y 70 heridos), desconocer la legitimidad del Presidente Maduro, apelar al expediente del fraude electoral, acentuar la guerra económica, arreciar la manipulación mediática, apuntando a la desestabilización del país y haciendo una pésima lectura de la realidad política, plantearse las elecciones municipales con un carácter plebiscitario ¡cómo si nosotros fuéramos mochos!. Todo ello en el marco de un plan subversivo que debía culminar en colocar en jaque al país para darle mate al gobierno a través de un emplazamiento. Mayor chasco, perdieron el plebiscito por más de un millón de votos y el gobierno está tan fortalecido como cuando Chávez estaba al frente.

Ahora, una oposición descuadernada luce otra vez sin norte, con su sector más radical planteando que este gobierno no debe concluir su mandato y que para ello hay que mantenerse en las calles del país, propiciando la transición, eso sí, en el marco constitucional ¡qué ironía! Olvidan que el pueblo venezolano ya tiene bien aprendida esa lección.

*miguelugas@gmail.com



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Miguel Ugas

Miembro de la coordinación nacional del MoMAC

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