¡Con las guarimbas de mis hijos no te metas!

Hoy he tenido otra de esas mañanas en las que el café me sabe a ñoña y el cachito se me ataruga. Esta mañana me vi obligada a cuestionar mis convicciones y mis instintos, cosa complicada, sobretodo si estas masticando un bocado mientras cambias un pañal.

No es fácil ser mamá, eso lo sabemos todos, pero a veces la vida nos los pone más difícil al situarnos en encrucijadas en las que debemos tomar decisiones desgarradoras.

Amor de madre, ¿existe una amor mas grande?

Y ¿qué del amor a la patria? Es un amor inmenso también y si consideramos que esa patria es de nuestros hijos, ¡madre del cielo!

Salí buscando respuestas y me encontré a una vecina que estaba llegando de la calle con los ojos desorbitados. Supe en ese instante que ella estaba teniendo una mañana similar a la mía.

Vengo del colegio y todo está tranquilo. -Me dijo. Menos mal. -Respondí aliviada. ¿Menos mal? ¿Cómo que menos mal? ¿Tu crees que vamos a dejar que esto se quede así?

No mi amor, no vaya a creer ese señor que nos vamos a quedar tranquilas. El no sabe que una madre arrecha es peor que una leona. Hoy mandé a Juliana al colegio con uniforme de guarimba, en el bolso le metí cuatro piedrotas y un pedazo de ladrillo, un pañuelo bien bonito por si hay gases lacrimógenos y un juguito Yukypak. Las monjas ya tienen el patio lleno de cauchos que hemos donado los padres. Luisito, con solo cuatro añitos, quería donar el caucho de su bici nueva. eso si es un patriota.

Porque debes saber que esta es su patria, es la patria de mis hijos y estoy dispuesta a todo con tal de defenderla. Ya verás como cae ese bicho cuando muera un estudiante. ¿Que mi hija es estudiante dices? Si, pero ¿quién va a matar a una muchachita de doce años que protesta pacíficamente? Matarán a los de los liceos públicos, a los nuestros no. Tu lo que quieres es asustarme, ¿no serás tu una chavista?

Déjame que llamo a Julianita a ver como va la guarimba pacifica: Mi amor, ¿cómo estas? Tirando piedras, así es mi vidita, apunta a la cara porque esos bichos llevan cascos. ¿Una bomba molotov? Si mi amor, yo nunca he usado una pero lo que tienes que hacer es decirle Sor Frígida que te explique, ella aprendió por internet. Cuidadito mi muñeca, no te vayas a quemar el pelo. Si mi amor, te compre Pepsi Light y tus chicles, te los guardo para cuando vuelvas de ejercer tu derecho a la protesta pacífica. Dios te bendiga mi niña y ni un paso atrás.

Estas ultimas palabras las escuche mientras cerraba mi puerta con manos temblorosas que no atinaban a meter la llave en el cerrojo. Está completamente loca mi vecina, la mamá del amiguito de mi gorda está loca de bola.

Sentí, debo confesarlo, una especie de morbo. Quise saber que hace que una madre se desquicie de tal manera. Decidí sumergirme en las oscuras profundidades del delirio oposicionista pero, como no viví ni las marchas, ni el carmonazito, no el paro petrolero, tenía que recurrir a ciertos métodos artificiales para acelerar mi disociación.

Preparé dos litros de café cargado, me los tomé de un solo golpe, me fumé siete cigarros de un tiro, me comí pollo piche que estaba olvidado en mi nevera, puse un disco de Marilyn Manson en mi computadora y otro de Wagner en la sala a todo volumen los dos, vi Rambo cuatro veces y Rocky IV, V y VI.

Cuando sentí que los músculos de mi cara se torcían como los de Stallone, me senté en el sofá con mi pasaporte vencido abierto sobre las piernas, justo en la página en el que estaba sellada la visa mayamera que dejé perder por desuso.

Así, tiritando de stress, sintonicé globovisión. Había una marcha de estudiantes pacíficos, iban todos con su look de guarimba, un nuevo estilo a tener en cuenta por las casas de moda internacionales para la próxima colección otoño invierno. Iban decididos a defender algo, lo que pasa es que no sabían qué. La ¿periodista? narraba lo que mis ojos veían, y yo comprendí que necesitaba lentes ya, así que seguí escuchando mientras llamaba al oftalmólogo preocupadísima porque estaba viendo cosas que nada tenían que ver con lo que en realidad estaba sucediendo.

Cerca de los marchosos pasaron unos motorizados que gritaron: ¡Viva Chávez!. Los ojos encendidos de odio de los jóvenes marchadores me hicieron estremecer, eran muchos para un solo motorizado, eran muchos y parecía que lo querían matar, vociferaban los muchachos y se cuadraban cual karatecas. Eso vieron mis ojos marchitos y resecos, pero la joven periodista, con sus ojos in situ, cual lazarillo me guiaba: la marcha pacífica acababa de ser agredida por unos motorizados que pasaron gritando consignas oficialistas. Esa banda de motorizados amenazaba la integridad física de quienes marchaban a favor de la libertad de expresión y lo hacían de la manera mas vil: Osaron expresar su apoyo al gobierno contra el cual marchaban los pacíficos universitarios marcharines.

Dos litros de café mas tarde, otras imágenes que tampoco pude enfocar: un grupo de jóvenes armados con piedras, tubos y motorolas chísimos, se ensañaban contra unos vigilantes que trataban de custodiar un edificio del gobierno porque no los dejaban quemarlo con sus bombitas molotov. Los custodios repelían a la turbita con balas de goma que disparaba, eso si, con unas armas que parecían mortales.

Yo con mis ojos gastados y el video con el sonido cortado, estaba perdida, hasta que fui rescatada por otro lazarillo, cortesía del canal de que dirige Ravell. Resulta que los estudiantes solo ejercían su derecho a la protesta pacífica, menos mal, -respiré aliviada. No querían hacer daño con el fuego y las piedrotas que lanzaban, ellos solo se defendían de la represión del gobierno. La patrulla de la policía municipal de Chacao no se detuvo a cumplir con su deber, porque no deben meterse con la libertad de expresión. Eso sería tiránico y totalitario y todos sabemos que Leopoldo es un demócrata comprobado.

Luego, en medio de un ataque de tos por los treinta y dos cigarrillos que había aspirado, vi mal como otros muchachos destrozaban papeleras y lanzaban cuanta cosa se les pusiera en frente a unos policías, que se vieron en la obligación de dispersarlos con gases lacrimógenos. Lazarillo iluminador que estar por todas partes, gracias mi lazarillo por explicarme que eso fue otra agresión y uso excesivo de fuerza por parte de los órganos represores del estado.

Así pasé mi día, tomando café fumando y con un pollo piche haciendo estragos en mis sistema digestivo. El canal informativo tuvo el gesto, para con los usuarios, de saltarse la ley resorte y utilizar el horario infantil y juvenil para seguir informando al país, ya que es el único medio no gubernamental que queda en este reprimido pedazo de tierra.

Era una medida necesaria para defender las libertades de este pueblo ciego como yo. Este pobre e ignorante pueblo que no sabe lo que saben los universitarios en rebelión ‘’pacifica’’. Ellos cumplen con el sagrado deber de mostrarnos que el país está en llamas, que el fuego lo prendieron los chavistas, que son ellos quienes agreden, quienes nos odian por resentidos, que quieren los que nosotros nos hemos ganado con el sudor de sus frentes. Y sobretodo cumplen con una labor pedagógica invaluable: Yo aprendí hoy en globovisión que Venezuela comprende solo dos municipios, que los verdaderos venezolanos viven allí, que son sus derechos los que se deben defender, que las calles son suyas y las pueden cerrar, que las leyes son para otros y las libertades para ellos.

Me sentí grande, me sentí patriota, me sentí sabia porque yo si fui a la universidad. Subí a buscar a mi gorda para vestirla de guarimba, para lanzarla a la calle a defender su libertad, para hacerla líder a sus ocho años a punta de piedras y cabillas justicieras. Pero me dolía la cabeza, el pollo piche amenazaba con salirse por donde pudiera, la nicotina me mareaba, el café me hacía temblar.

Caí en la cama tendida como un cadáver, lo ultimo que recuerdo eran mis palabra entrecortadas por la rabia clamando libertad. No se si dormí o me desmayé, solo se que me desperté con unos gritos desgarradores que me devolvieron la razón y, presintiendo lo peor, corrí como pude hasta puerta de mi vecina.

Lo peor había pasado: Julianita y la monja internauta, habían metido la pata con la bomba molotov. La melena rubia de la niña quedó achicharra, su carita tiznada y su madre bañada en llanto le gritaba: ¡Mi niña, mi niña, quedaste igualita una negra tierrua! ¡Maldito seas, una y mil veces, Hugo Chávez! Pero esto no se queda así: mañana te pongo una peluca y nos vamos a guarimbear.

¡Libertad, libertad...!


carolachavez.blogspot.com


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Carola Chávez

Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz". carolachavez.wordpress.com

 tongorocho@gmail.com      @tongorocho

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