Pariodistas de chismes

Actualmente se desarrolla una polémica entre dos importantes diarios njuyorquinos, en relación con los llamados fablistanes de chismes. Con licencia para ejercer el periodismo, existe un número de habladores de oficio que utilizan los espacios de los medios para difundir runrunes, que como las aves que reciben este nombre en Chile, se alimentan de insectos. Toman las pequeñeces de los hombres para hacer de ellas motivo de descrédito personal de aquellos que de algún modo sobresalen en la vida social. No informan ni analizan ni critican los hechos humanos que ocurren en la realidad. Ejercen una actividad, como se revela en el debate mencionado, normalmente ligada a la extorsión de la víctima. Satisfacen esa malsana curiosidad humana dedicada a conocer las intimidades de los semejantes. Lógicamente es una tarea con un efecto destructivo tanto para la vida de los perjudicados, como para la de la comunidad. Sin embargo, es un comportamiento apreciado por editores y propietarios de medios, no importa la seriedad del recurso periodístico. Ese tipo de empresario “vende” las publicaciones y emisiones, o responde a sus intereses políticos, también ligados a sus utilidades. Para estos magnates y gerentes de la actividad comunicativa, la ganancia es su razón de ser. Por ello, no están calificados para juzgar la vida social. Sus dictámenes están impregnados del utilitarismo que caracteriza el comercio, como no lo están los mercaderes para el ejercicio del gobierno. Un hecho que no les resta legitimidad a su modo de vida, pero del cual tienen que estar concientes sus clientes. Tal como lo deben estar cuando adquieren otros bienes y servicios que se ofrecen en el mercado, para evitar la estafa.
Pero quienes si pierden legitimidad son los profesionales que construyen los mensajes. No la pierde un propietario de laboratorio farmacéutico que fabrica un medicamento, pero si la pierde el biólogo, químico o, medico que crea alarmas para venderlo. De esa misma manera se perjudica el periodista –y con él su profesión- cuando se convierte en un fablistán de chismes. El respeto, la influencia y, hasta el poder que pueda tener, incluso sobre sus propios patrones, se desvanece. Y cuando el hecho se generaliza en un campo funcional determinado, sus miembros pierden el prestigio que garantiza la confianza de la sociedad en sus experticias. Ese es el drama de los profesionales en la sociedad capitalista, y particularmente de los periodistas. Teniendo el potencial para ejercer el liderazgo social, al menos en sus campos de acción, como en el relato bíblico, “cambian la primogenitura por un plato de lentejas”. Esa es la realidad del mercado. Todos buscan las lentejas, como los borregos el pasto, pero muy pocos persiguen la dignidad propia del hombre. Para ellos, como para cualquier borrego, vivir significa simplemente no morir.

* alberto_muller2003@yahoo.com


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Alberto Müller Rojas*


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