¡Pobre Haití!: tan lejos del socialismo y tan cerca de Estados Unidos y de Francia

Haití fue la famosa Hispaniola, nombre dado por Cristóbal Colón en 1492. En ella habitaban los arawak. En 1697, como resultado del tratado Ryswick, pasó a manos de los franceses todo el Oeste de la isla. Fue, durante el siglo XVIII, la colonia francesa de mayor producción de azúcar y café, lo que les inyectó cierta prosperidad a los amos de la riqueza sobre el trabajo, sin derechos, de los esclavos. Su población, de entonces, estaba conformada por un noventa por cierto de negros esclavos, libertos y mulatos. En 1791, el patriota Toussaint Louverture encabezó la rebelión de los esclavos contra los explotadores y opresores. En 1795 la parte ocupada por los españoles fue cedida a Francia mediante el tratado de Basilea.

En 1804 los patriotas haitianos logran expulsar a los franceses, proclamándose emperador Jean Jacques Dessalines. Durante los años de 1806 a 1818, España intentó colonizar de nuevo el Este del país, mientras una secesión luchaba contra el reino del Norte, encabezada por Henri Christophe, y, por otro lado, con la república del Sur dirigida por el gran Alexandre Petión. En 1822 se reunifica la nación, y en 1844 la región Este logró su independencia para formar lo que actualmente se conoce como República Dominicana. Lo cierto es que Haití fue la primera región de la América Latina que conquistó su independencia del colonialismo tanto español como francés.

Actualmente, Haití es el país más pobre y, quizá, más atrasado t3ecnológica y científicamente de toda América. Le ha tocado vivir dictaduras macabras como la del “brujo” Francois Duvalier. El sacerdote Aristide y partidario de la teología de la liberación en dos oportunidades ha sido presidente, pero los sectores reaccionarios, con aval del imperialismo estadounidense y francés, le han derrocado. Haití ansía un nuevo tiempo de Petión, pero adaptado a las nuevas exigencias del mundo que sólo podrá salvarse del abismo capitalista si se establece el socialismo. Eso lo demostró cuando casi todo el pueblo de Puerto Príncipe salió a las calles para saludar a Chávez, a quien consideran como un líder contra el capitalismo y por el socialismo.

En el último derrocamiento de Aristide participaron tanto el gobierno de Estados Unidos como de Francia. Igualmente, en territorio haitiano se encuentran fuerzas militares de varios gobiernos que se llenan la boca en decir que son antiimperialistas. ¡Terrible, pero cierto! Y están allí, no para llevar soberanía o redención social, sino para mantener a ese país bajo las huestes del colonialismo imperialista, y punto.

Haití acaba de sufrir un sismo devastador, dicen que pasó los siete y medio grados, uno, y el otro de cinco y pico. Fue terrible. Miles de miles de muertos, miles de miles de heridos, infraestructuras completas derrumbadas. El sismo ha dejado desolación, tristeza, llanto, dolor, miseria más elevada que la anterior, necesidades superiores a las de cualquier país donde a diario mueren centenares de personas por falta de alimentos y de asistencia médica. No olvidemos que casi el ochenta por ciento de la población haitiana vive con un salario más o menos de dos dólares por día. ¡Horrible drama para un terrible terremoto! Haití, de país pobre ahora ha pasado a súper pobre. Necesita, sin duda, de millones y millones de manos amigas y solidarias que contribuyan a aliviarle la pesadísima carga de necesidades y decolores que ha traído como consecuencia el sismo. Ojalá el gobierno del presidente Chávez tome la decisión de enviar una elevada suma de ayuda al pueblo haitiano (además de la alimenticia, médica y humana) y que sea en verdad utilizada, por el gobierno de Haití, para mejorar las condiciones de vida de los afectados por el terremoto y no para que algunos burócratas se enriquezcan sus bolsillos. No importa, que haya exaltados opositores criticando, rechazando y condenando esa ayuda solidaria que realmente requiere con urgencia el pueblo haitiano. Eso sería, en parte, recompensar la solidaridad que otorgó el gobierno de Petión a nuestro Libertador Simón Bolívar para conquistar y consolidar la independencia venezolana de la metrópolis española.

Indigna, realmente indigna, que algunas instituciones que se la dan de abanderadas de la justicia, de la libertad, del desarrollo de los pueblos o naciones, del más completo respeto a los derechos humanos, se burlen tan descaradamente del dolor y la miseria de millones de seres humanos que requieren es de una verdadera solidaridad. Se le encrespan los pelos a cualquiera escuchar al vocero del Banco Interamericano de Desarrollo, haciendo gala de filantropía y de humanismo, prometer doscientos mil (200.000) dólares para la reconstrucción de Haití. Esa cantidad la gasta cualquier familia pudiente en un viaje de dos o tres días en alguna nación atractiva de turismo. Es ese el mismo banco que hace préstamos a intereses tan elevados que se hace imposible pagar la deuda por el deudor. Es mil veces preferible que haya dicho que se le va hacer un préstamo millonario a Haití sin interés alguno para que lo pague en un siglo, pero no, eso no lo hacen porque saben que dentro de ese tiempo el mundo debe haber pisado, globalmente, el sendero del socialismo y éste, por verdadera solidaridad revolucionaria y humanismo, condona todas las deudas de todas las naciones del planeta. La ONU acordó dar diez (10) millones de dólares. Eso no es nada, porque si el terremoto hubiese sido en un país capitalista altamente desarrollado, esa cantidad se hubiese multiplicado por mil y los sacan incluso de donde no los tengan. El Papa Benedicto XVI llamó al mundo a ejercer la solidaridad con el pueblo haitiano, a orar por la vida y la salud de los haitianos y su pronta recuperación y eso es muy bueno, pero nada dijo de ayuda económica cuando sabemos que El Vaticano es propietario de una fortuna incalculable. Y, en este momento, el pueblo haitiano, respetando las oraciones y las creencias religiosas, nada soluciona sin recursos económicos. Si con un rezo, que nadie debe negarlo sea importante desde el punto de vista espiritual, cayeran del cielo todos los alimentos, medicinas y bienes para solventar la crisis económica que crea un sismo de esa naturaleza, no sería necesario el envío de ayuda de otras naciones o Estados.

El presidente Obama, inmediatamente, salió a pronunciar un discurso para decirle al pueblo haitiano que cuente con la solidaridad de Estados Unidos como creyendo que los haitianos se olvidarán por siempre que el gobierno estadounidense, del señor Bush, fue quien encabezó el golpe de Estado que depuso al presidente Aristide, que era el preferido de la mayoría del pueblo de Haití. Si unos meses antes el presidente Obama hubiera dicho que saca sus tropas de Haití, porque la política de que el marine va detrás del dólar para custodiarlo ha terminado, sería aplaudible y admirable, como sinceras, las palabras de Obama Lo mismo que éste, hizo el gobierno francés. Los hipócritas y cínicos de siempre. No nos extrañe que unos cuantos mandatarios racistas de Europa nos llenen de fastidio con sus palabras de condolencia, eleven plegarias al Cielo por los haitianos, saquen unos milloncitos de euros y los envíen a Haití, para que esa masa de negros esclavos se “recupere” del cruel momento que vive, pero que no se le ocurra emigrar hacia el viejo continente, porque allá llevará palos del bueno y maltratos de todo género. De Obama, escuchamos la falacia que sólo por el momento de paraliza la deportación de haitianos, pero nadie dude que luego de la vuelta de la “calma”, continuará porque los negritos haitianos -según los imperialistas- no llevan progreso sino calamidades y atraso a las grandes y poderosas naciones del capitalismo altamente desarrollado. Igualmente –ojo con esto que lo dice todo-, el Premio Nóbel de la Paz, como vocero del principal imperialismo del planeta, nos lanzó esta perlita: la tragedia de Haití requiere el liderazgo de Estados Unidos. Liderazgo ¿para qué? ¿Para que el mundo crea que la salvación y recuperación de Haití será obra de la solidaridad y el humanismo del gobierno de Obama? Dios salve elplaneta no de la ayuda de los estadounidenses pero sí de un fenómeno natural que sirva para que el imperialismo meta sus garras queriéndose hacerse dueño del futuro de los pueblos pero no compartiendo, con sinceridad, el dolor y la miseria ajenos.

Realmente, el drama que vive el pueblo haitiano produce intenso dolor en los sentimientos humanitarios. Ahora, sobre esa gigantesca destrucción física que costó miles de miles de muertos y de heridos, no sólo se necesita de grandes gestos de solidaridad, de todo género, sino de tiempo para reconstruir, en primer lugar, la infraestructura derrumbada o deteriorada y, en segunda instancia, la superación psicológica de un pueblo que quedará afectado quién sabe por cuantos lustros o décadas del dolor en que ha sido sumido por tantas pérdidas humanas. ¿Cómo se podría solicitar paciencia, comprensión y recuperación inmediata a personas que perdieron toda su familia, que sólo quedaron hartos de dolor y de miseria?

Si algún gesto sincero de solidaridad cabe de los países que tienen fuerzas militares en territorio haitiano es, sin duda alguno y admirable, que luego de prestar la mayor asistencia posible a los afectados por el sismo, agarren sus macundales y sus armas de guerra y abandonen la geografía haitiana para que ese pueblo resuelva sus contradicciones internas por sí mismo. Lástima que a muchos, muchísimos, de los que nos duele la tragedia de Haití no seamos ni siquiera empíricos curanderos para ir a lavar o limpiar, untar pomadas y colocar una gasa en las heridas de ese pueblo hermano que tanto necesita de la solidaridad humana. ¿Se dan cuenta del por qué se requiere con urgencia el triunfo del socialismo en todo el planeta? ¿Hasta cuándo el proletariado seguirá aferrado a las fronteras del capitalismo que lo explotan y lo oprimen como esclavo?



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Freddy Yépez


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