Cuando las mayores potencias económicas del mundo se reúnan en la cumbre del Grupo de los 20 esta semana en Londres, los resultados probablemente serán muy inferiores a la amplia reestructuración del sistema financiero global que el primer ministro británico, Gordon Brown, imaginó inicialmente..
Hace seis meses, Brown hizo un llamado por "un nuevo Bretton Woods, una nueva arquitectura financiera para los años venideros", en referencia a los acuerdos alcanzados en New Hampshire en 1944, en los que Estados Unidos, Gran Bretaña y sus aliados trazaron el nuevo orden económico post-Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, lo más probable es que lo que surja de la cumbre del G-20 "este muy lejos de las altas expectativas iniciales", dice Simon Gleeson, socio de la firma de abogados Clifford Chance en Londres y experto en regulación financiera. "Hasta los temas pequeños parecen ser polémicos".
Según un borrador del comunicado que se emitiría al cierre de la cumbre el jueves, los líderes del G-20 podrían presentar un rescate mundial de hasta US$2 billones (millones de millones) que consiste en una combinación de medidas nuevas y previamente anunciadas. También pueden aludir a un progreso real ya alcanzado en conseguir miles de millones de dólares para las economías emergentes en aprietos que perdieron acceso al financiamiento. Se han acordado, además, reformas a la supervisión internacional de los bancos transfronterizos, cuya imprudencia ayudó a crear la actual crisis.
Durante el fin de semana, la Casa Blanca trató de distanciarse de sus otrora ambiciosos objetivos, restando importancia a las metas de estímulo fiscal que le exigían a Alemania y otros países europeos hace unas semanas y, en cambio, concentrándose en metas más modestas, como nuevas reglas para los paraísos fiscales y una mayor coordinación internacional para la regulación financiera.
Las autoridades de los países participantes insisten que el G-20 alcanzará grandes logros. "Las cosas que la gente creía que nunca cambiarían, han cambiado. Son cambios bastantes históricos", señaló Stephen Timms, secretario del Tesoro británico.
Se espera, por ejemplo, que Arabia Saudita, contribuya esta semana a las reservas del Fondo Monetario Internacional. A cambio, el país árabe, al igual que potencias emergentes como China, se alistan a tener mayor voz y voto en el FMI y en la regulación de las finanzas globales.
No obstante, en lugar de guiar al mundo hacia una reforma estructural a largo plazo, Brown se ha dedicado a arbitrar un desordenado debate global sobre preocupaciones más inmediatas, como cuánto estímulo financiero es aconsejable a medida que el mundo lucha para salir de su peor crisis económica desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Durante los seis meses trascurridos desde su audaz declaración, el primer ministro británico y sus principales asesores económicos han recorrido el mundo, incluyendo escalas en Beijing, Riad y São Paulo, en una campaña para lograr un consenso para una reforma financiera global. Los británicos, sin embargo, se han topado con una dura realidad: es difícil reconstruir la arquitectura financiera global cuando la mayoría de los países aún lucha para resolver sus propias crisis económicas.
El mayor desafío ha sido un avance hacia el proteccionismo, lo que planteó un nuevo tema que ni siquiera estaba sobre la mesa a fines del año pasado.
Si las negociaciones no están a la altura de las expectativas, parte de la culpa podría recaer sobre el propio Brown. Aunque no es conocido como un gran orador, el primer ministro británico es proclive a una retórica elevada. Antes de su visita a Washington este mes, habló de un New Deal global, haciendo eco del programa económico del presidente Franklin D. Roosevelt al que muchos atribuyen la recuperación de la economía estadounidense después de la Gran Depresión de los años 30.
La tarea de Brown se ha complicado aún más por la aparición de nuevos actores como Brasil, China e India en la economía mundial, lo que aumenta el número de voces poderosas en la mesa de negociaciones. Al mismo tiempo, el cambio de gobierno en Washington, donde el presidente Barack Obama ha tenido dificultades para nombrar a los altos funcionarios del Departamento del Tesoro, dejó un vacío en el G-20.
Brown ha tratado de llenar ese vacío como anfitrión de la cumbre de esta semana. El G-20 no tiene un equipo de personas o una burocracia permanente para administrar sus actividades. Sus asuntos son tratados por altos asesores que se consultan entre ellos e importantes economistas con el fin de alcanzar acuerdos que puedan ser promovidos durante la cumbre. El equipo de Brown es encabezado por Jon Cunliffe, su principal asesor económico internacional; Mark Malloch-Brown, del Ministerio de Relaciones Exteriores; Timms, el secretario del Tesoro; y Shriti Vadera, una ex banquera del banco suizo UBS AG y asesora de Brown.
Malloch-Brown, de 55 años, ha viajado a 12 ciudades, incluyendo Buenos Aires, Brasilia, Bangkok, Moscú y Nueva York. Timms realizó otros seis viajes con otros funcionarios. Brown, por su parte, visitó Washington, Nueva York y Santiago de Chile la semana pasada.
En las semanas previas a la cumbre, Brown ha estado luchando en múltiples frentes para lograr un consenso. Ha enfrentado un creciente coro de detractores, desde la canciller alemana, Angela Merkel, hasta el ahora ex primer ministro checo Mirek Topolanek, advirtiendo contra una ofensiva de Brown y EE.UU. para lanzar nuevos planes de estímulo. También surgieron problemas en casa, cuando el gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, declaró ante el Parlamento que el Reino Unido no podría costear nuevas medidas de estímulo y una subasta de bonos soberanos.
Últimamente, Brown ha conseguido obtener nuevo consenso en un tema: la necesidad de controlar los paraísos fiscales. En las últimas semanas, países como Suiza y Liechtenstein han anunciado que cooperarán más con las investigaciones impositivas internacionales, y se espera que la cumbre produzca nuevas reglas de supervisión, transparencia y conducta para los paraísos fiscales.
Timms menciona el tema de los paraísos fiscales como evidencia de que los logros del G-20 serán significativos, pero algunos cuestionan el rol de estos lugares en la crisis financiera. En un informe publicado la semana pasada sobre el futuro de la regulación financiera, Adair Turner, el presidente de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido, dijo que es "importante reconocer que el papel de los centros financieros internacionales no fue crucial en los orígenes de la actual crisis".
El martes pasado, Turner estuvo junto a Brown en una reunión con 13 presidentes ejecutivos de bancos para hablar sobre el G-20. El Primer Ministro sólo se pudo quedar por una hora. Esa tarde, voló a Estrasburgo para conseguir el apoyo del Parlamento Europeo. Luego, viajó a Nueva York, São Paulo y Santiago antes de volver a casa.
*****