Como se construyó el uribismo

Se pregunta el columnista Forero Tascón de El Espectador el pasado 28 de julio “Cómo se construyó el uribismo”, y a renglón seguido se arma un cuento entre sociológico y político, fácil de ingerir por su palatabilidad sintáctica pero difícil, muy difícil de digerir por un detallito así de sencillo: cuando uno se pregunta cómo se construyó tal o cual cosa, necesariamente tiene que remitirse al principio.

Yo le podría contestar la pregunta al columnista en los siguientes términos:

Quienes crean que el uribismo se formó a partir de 2002 cuando accedió a la presidencia Álvaro Uribe Vélez, ignoran, probablemente a conciencia y de mala fe, que Uribe llega a la presidencia tras una combinación de todas las formas de lucha entre la que se destaca la acción violenta, criminal y devastadora del paramilitarismo.

Esa que es la génesis del uribismo en Colombia no aparece por ninguna parte referenciada en la columna de Forero Tascón, y no podría alegarse que es por falta de espacio porque si yo intento explicar a unos niños o unos sabios el origen del universo desde una perspectiva laica, no puedo ignorar, en aras de la brevedad, el Big Bag o gran explosión.

Todo el proceso de Uribe como político y gobernante fue de entraña insondable hasta que, buscando el perdón y olvido de sus secuaces a través de la “Ley de Justicia y Paz”, que así se tituló en su presentación inicial al Congreso, la sociedad civil le metió el principio de verdad y reparación, a partir del cual comenzamos a saber lo inconfesable de la plataforma que se montó para tomarse el poder a sangre y fuego en cabeza de un politicastro aupado en la cuna del capitalismo criollo.

A partir de entonces, todo es fácil en un país presidencialista por historia y arribista por necesidad. El poder que emana de la Presidencia hace que todo el que quiera entrar al círculo de la ‘high ligth’, tenga que tragar entero; y todo el que quiera de la torta, aplaudir primero al elegido.

Este es un esquema que se esparce a lo largo y ancho del espectro nacional tanto en la vida pública como privada y familiar, pues que, también tenemos históricos ejemplos de arteros testadores y audaces herederos como el que por años se debatió en torno a El Tiempo y la forma como el ex presidente Eduardo Santos quería distribuir la propiedad accionaria del periódico y finalmente como quedó en manos de Hernando Santos en episodios novelescos que hablan hasta de la enajenación médica del testador para manipularle su última voluntad en hechos que involucran a lúcidos y lucidos columnistas, con puesto propio en la más inmediata historia que se abrirá en Colombia tras su muerte.

Mantener el estatus de este esquema, también es fácil: basta apelar al arte de mentir en que son especialistas ciertos pontífices de los medios de comunicación que lo son en gracia a que están dentro del círculo por tragar entero y participan de la torta porque son como las porristas en el fútbol que gritan, aplauden, bailan y agitan sus pompones porque para eso las reclutan y pagan, independientemente de que su equipo ande jugando mal y perdiendo el partido.

Es bien interesante, por lo sibilina, la teoría del sabiondo de Forero Tascón. Dice, por ejemplo, que (…) “La explicación para esa situación puede ser que el uribismo adoptó la fórmula de la derecha norteamericana, de recurrir a los valores. Porque la propuesta uribista consiste en un relato sobre la problemática del país y sus soluciones, cargado de los valores predominantes en la sociedad colombiana” (…)

Es decir, si mal no le entiendo: el pueblo colombiano es uribista porque la problemática del país es la guerrilla y su solución es el extermino a cualquier costo, que es lo que adelanta el gobierno de Uribe en estos momentos en tal forma y manera que poco a poco nos hemos ido dando cuenta que aquí, en un país católico por excelencia, con un presidente que alardea de su devoción al punto de atribuirle sus éxitos guerreristas a la Divina Providencia, como el sicario a la Virgen, hemos perdido, en aras de esa propuesta uribista el valor moral enseñado por San Agustín de que el fin no justifica los medios.

En un país, que también se jacta de tener la democracia más antigua de Latinoamérica, hemos registrado en poco menos de un año una invasión a un país amigo por la cabeza de un guerrillero; le hemos concedido recompensa de varios miles de millones de pesos a un asesino por entregarnos la prueba reina de la muerte de su jefe, una mano entre una bolsa; y hemos suplantado la cruz roja y plagiado un logo-símbolo de una cadena de noticias para lograr la liberación de unos secuestrados.

Vaya, vaya, vaya, lo valores que nos ha descubierto Uribe por lo cual lo rodeamos en una masa que ha llegado a sobrepasar el 90 por ciento de una población seleccionada por los encuestadores y que los medios, que ya no son emisores de noticias sino repetidores de mensajes subliminales, en tantas y diversas formas como la imaginación permita, le han hecho creer a la gente que se trata del 90 por ciento de 45 millones de habitantes que tiene Colombia.

Entre las muchas críticas que en El Espectador ha recibido esta columna de Forero Tascón, una me parece a lugar y con ella cierro:

“El uribismo tomó vuelo gracias a los paracos. El uribismo es la exaltación de antivalores como la corrupción, el paramilitarismo y el narcotráfico. El uribismo es el resultado de una amalgama de malhechores”: Anacleto Godoy (así firmó).

oquinteroefe@yahoo.com


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Octavio Quintero


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