El horrible final de Gustavo Petro

Lo de Gustavo Petro, presidente de Colombia, es un desastre. La historia lo pinta como un hombre de izquierda y, bajo ese perfil, el elector neogranadino apoyó su oferta, si no socialista, por lo menos progresista, generándole al país una expectativa de cambio tremenda, tanto más significativa cuanto más ha estado la patria de Antonio Ricaurte sumida en el marasmo.

Colombia es un país cuasi colonialista en el ámbito social, estratificado en castas más que rancias, lo cual determina su porte político y económico. ¿Qué implica? Sencillo: el acceso a la riqueza, el poder y los privilegios siguen en manos prácticamente de los peninsulares y blancos criollos, si cabe la expresión, quedando bajo condena los mestizos, indígenas y negros, base de la pirámide, faltando nomás el ejercicio de la esclavitud.

Para el perdido de memoria, sépase que hubo un hombre que encarnó la esperanza de cambio, que fue asesinado precisamente por eso, por su inminencia en la toma del poder político bajo la doctrina socialista, generando con su muerte la guerrilla. Fue Jorge Gaitán, El Caudillo del Pueblo. Para el sistema de castas fue demasiada apertura, no tolerando tanto remolino sobre la quietud de su conservadurismo. Y fue así como esa base mestiza de la casta piramidal tomó las armas para conjurar su impotencia y hacer justicia desde la jungla del sistema.

Entonces la historia faculta a Petro para retomar la bandera de tanta injusticia y lavarla con cambios constitucionales y políticos, sentando al menos una segunda piedra (Gaitán es la primera) en el camino hacia la redención social, la equidad e igualdad. Pero el presidente colombiano deshizo su oportunidad, dejándose permear por los que siempre han gobernado su patria desde Francisco Santander al presente: los Estados Unidos.

No dejando de heder a maquinación la destitución por la Procuraduría General de su canciller Álvaro Leyva para imponerle al exembajador en Gringolandia, Luis Gilberto Murillo (futuro candidato presidencial), la trama tiene una fácil lectura: fue un caballo de Troya promocionado mientras destruía, negro en la novedad, cual Obama colombiano.

Después pierde la visión de conjunto progresista y condena a Venezuela para, final y ridículamente, tolerar las elecciones ecuatorianas, claramente amañadas.

Ahora lo acusan de adicto y de él se burlan las élites por soñar con la Gran Colombia en medio de su estupefacción, quedándole nomás el apoyo a Palestina como banderita de honra.

 


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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental. Animal Político https://zoopolitico.blogspot.com/ https://www.tiktok.com/@comentario_politico?_t=ZM-8tvLQcVBhNX&_r=1

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