¿Quién es más vulnerable económicamente: el país que más le vende a otro o el que más le compra? O, dicho de otro modo: ¿el vendedor o el consumidor?
China es el principal proveedor de los Estados Unidos desde hace décadas, aunque declinó un poco ese rol en favor de México en 2023, el otro gran socio comercial del país del norte. China significó hasta 2022 un 17% del total de las importaciones gringas, una cifra que ha venido disminuyendo de topes superiores al 20%.
Por su lado, países de la Unión Europea (UE) como Países Bajos y Alemania, de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) como Brunei, Camboya e Indonesia, además de otros como Taiwán y Corea del Sur, son los principales importadores de China. En este contexto, los Estado Unidos, más abajo en la escala, representan apenas 6.59% del total de las importaciones chinas.
Se tiene que la brecha comercial entre ambas potencias es notoria, 17a 6, lo cual, a propósito, ha debido tener su peso en la redada arancelaria que recientemente aplicara Donald Trump al mundo, pechando a China con la mayor carga, 145%. Las cifras también facultan para aseverar que es China el mayor vendedor de los Estados Unidos, no pudiéndose decir lo mismo de estos respecto de China. El país que más vende a China es Brasil y el que más le compra a los Estados Unidos es Canadá.
De manera que, sobre tal contexto, se pueden aislar ciertas relaciones de fuerza en tanto dependencia. Puede China afectar a los Estados Unidos dejándole de vender como podría afectar Brasil a China haciendo lo mismo; pero no podrían los Estados Unidos con la misma contundencia golpear a la economía china al dejarle de vender, como sí lo harían, por ejemplo, con Canadá, su principal comprador.
Semejante relación de poder y dependencias delata el punto crítico que se escurre entre ambas potencias económicas del mundo: el miedo. Los Estados Unidos declinan como potencia hegemónica ante China, superados ya económicamente, apenas aventajando al dragón en capacidad militar, por ahora (un aspecto: los gringos no saben fabricar misiles hipersónicos). Las monerías imperiales de Trump con sus aranceles y amenazas constituyen un rictus de muerte ante lo inevitable: la caída, el desastre. Como se dice, son los zarpazos teatrales de la fiera herida de muerte.