En Venezuela, como en todas las sociedades latinoamericanas se presentan contextos de disputas entre bloques sociopolíticos que representan distintos modelos que se ofrecen para superar las profundas crisis sociales, económicas y políticas que aquejan a las distintas naciones.
Los bloques oligárquicos y sus partidos políticos han impuesto su modelo neoliberal y despótico que defienden a rajatabla con sus sistemas ideológicos y de gobierno en alianza con los poderes del imperialismo yanqui, imperante en toda la región, con las excepciones de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
Los actores y bloques sociales emergentes expresan la rebelión popular de las clases subalternas contra las aberrantes condiciones sociales de pobreza, la explotación de la fuerza de trabajo, el despojo de los recursos naturales, la exclusión política, los planes militares del Comando sur y la violencia que azota a las comunidades agrarias con masacres, exterminios y guerras contrainsurgentes.
En esa contradicción histórica han ocurrido procesos revolucionarios y reacciones contrarrevolucionarias como los casos de Guatemala, Chile, las revoluciones boliviana, cubana, nicaragüense y la bolivariana.
El proceso popular bolivariano liderado por Hugo Chávez desde 1999 en Venezuela ha significado en las últimas dos décadas una tremenda conmoción nacional y latinoamericana que ha visibilizado la confrontación entre los bloques mencionados.
El programa social y antiimperialista encabezado por Chávez, con la adopción de la Constitución de 1999, significó un gran salto revolucionario que fomentó una amplia movilización popular tanto en Venezuela como en los países de la región, incluida Colombia.
La vieja oligarquía venezolano desató una venenosa y alocada contraofensiva, en asocio con las multinacionales petroleras y el imperialismo yanqui, dando un golpe de estado en abril del 2002 y con una estrategia de sabotaje permanente -en los últimos 20 años- que ha sumado manipulación electoral, violentas guarimbas, destrucción de la infraestructura eléctrica y campañas mediáticas de satanización y desprestigio de la dirigencia bolivariana.
La tapa de esta agresión multidimensional esta representada en el bloqueo económico ordenado por distintos gobiernos de los Estados Unidos para destruir y colapsar el proyecto de Hugo Chávez, Nicolas Maduro, Diosdado Cabello, del Partido Socialista Unificado de Venezuela PSUV y del bloque popular, del que se han apartado recientemente algunas tendencias de izquierda.
Ese sabotaje ha tenido en los viejos partidos políticos de la oligarquía y en las facciones fascistas (Machado, López, Capriles y Guaidó) su principal herramienta desestabilizadora en desarrollo de un "golpe de estado blando" que ha sido sofocado por la resistencia popular y la acción de los liderazgos chavistas.
La ultraderecha venezolana, en asocio con el imperialismo, ha recurrido a todas las artimañas posibles para destruir el gobierno del presidente Nicolas Maduro manipulando el caos económico y el problema migratorio provocado por la crisis.
En ese contexto es que ha planteado unas negociaciones políticas apalancados por los gringos y la Unión Europea para obtener privilegios políticos que faciliten su regreso a los poderes gubernamentales.
Desde hace varios años se han hecho varios intentos en ese sentido, el ultimo de los cuales se ha dado en México, pero bloqueado por las maniobras gringas para sacar ventajas sin hacer efectiva la liberación de los recursos económicos secuestrados y la suspensión de las arbitrarias sanciones económicas.
Hoy, 25 de abril, a instancias del presidente Gustavo Petro y con la aceptación del presidente Nicolas Maduro, se adelanta una gestión en Bogotá con las facciones de la oposición ultraderechista para facilitar una normalización político en Caracas sobre la premisa del desbloqueo financiero y la eliminación del sabotaje mediático, productivo y militar gringo.
Ojalá prevalezca la sensatez y los señores de Washington respeten la legitimidad y soberanía del gobierno del presidente Maduro y en esos términos se pueda desarrollar el aporte político del presidente Gustavo Petro en los términos de lo que se ha planteado como una nueva era de independencia para las naciones latinoamericanas.
Esperemos que las facciones opositoras de la ultraderecha caraqueña contengan su animo revanchista y violento y que sus patrocinadores del norte se acojan a la nueva realidad de su declive global y al protagonismo de nuevas potencias que están propiciando cambios en el planeta.