La crisis civilizatoria, humanitaria y moral

El mundo en llamas

Desde hace décadas los líderes mundiales más esclarecidos, alertan sobre las consecuencias de un proceso de degradación de la naturaleza, que arrasa flora y fauna, humanos incluidos, lo cual sumado al proceso de acumulación de las riquezas que torna dramáticas la vida de miles de millones de seres humanos, traerán aparejadas varias cuestiones concurrentes al desastre planetario de un capitalismo violento, brutal e inhumano de explotación sin finitud de los recursos naturales, concentración de las riquezas, desertización de las tierras fértiles, apropiación mercadista del agua dulce, tala de bosques nativos y utilización indiscriminada de agro tóxicos, bajo la lógica de la acumulación infinita.

Ese camino de destrucción sistemática que había sido naturalizado por los pueblos del mundo en un unicato de pensamiento impuesto, colonial y neoliberal, aceptado en algunos casos por las oligarquías locales y en otros bajo el control militar sin ahorrar sangre, fuego muerte y destrucción, fue puesto en evidencia y visibilizado por una crisis sanitaria mundial como la Pandemia, que llamo a la realidad a los pueblos del mundo.

Si durante décadas fue pasible observar con distancia indiferente la muerte de 24 mil personas por día de hambre promedio, producto de esas prácticas perversas de destrucción de tierras para los alimentos y concentración de las riquezas, por la financiarización de la economía mundial, no podemos dejar de objetar con pensamiento crítico profundo, la conciencia del llamado “mundo civilizado occidental y cristiano” en su desprejuicio por la vida humana, por la cual nunca se convocó a combatir una Pandemia del Hambre.

En pleno siglo XXl, países que conservan Colonias como las de los siglos XVl en adelante, producto de invasiones pretéritas que conservan a costa de ocupaciones militares como Malvinas e Islas del Atlántico sur, países que se dicen a sí mismos “el mundo desarrollado” como el reino Unido, España, Francia, EEUU y Holanda entre otros, más aquellos que aceptan compartir el diseño imperial de ocupación de los mares Atlántico con las islas Diego García, Santa Elena, Asención y las mismas Malvinas, como ejercicio efectivo de control de los pasos bioceánicos de nuestro sur y el cerco férreo sobre la Antártida que quieren explotar en sus recursos naturales, poniendo en peligro el planeta en su calentamiento, desconociendo todos los derechos soberanos adquiridos en la investigación científico tecnológica de nuestras bases Antárticas desde mediados del siglo XX.

Ese Continente antártico es el único sin explotar en sus recursos naturales, cuantiosos y estratégicos que las potencias mundiales quieren apropiarse como reserva de valor militar y económico, controlando los pasos del Beagle, Magallanes y Cabo de Hornos, que en caso de guerra mundial resultan indispensables en el desarrollo logístico de la misma, ya que Suez y el Canal de Panamá se clausuran automáticamente. Esa agresión sobre el planeta, en la explotación de recursos fósiles y minerales, de alto valor que determina los perfiles de primarización de las economías dependientes, es parte esencial del calentamiento global, cuya última ventana de recuperación se cierra, según los expertos de Naciones Unidas en el 2050.

Todos nos preguntamos ahora, después de la guerra Pandémica, cuando los factores de poder insisten con sus prácticas neoliberales, aislando a las mayorías populares, concentrando las riquezas, talando bosques nativos dejando sin pulmones al planeta, agrediendo a la Pachamama, la Madre Tierra, que se muestra muy enojada con ciclones, temporales, erupciones volcánicas, terremotos e incendios masivos por el calentamiento, que ponen en peligro a la Humanidad, si no es hora de un replanteo profundo en el ámbito internacional, que lleve a un pacto de no agresión a la tierra, de respeto absoluto a la autodeterminación de los pueblos, al respeto irrestricto a la vida humana junto a la fauna y la flora del planeta, la conservación del agua dulce necesaria para la vida, recuperar las tierras agrícolas y ganaderas sin los famosos agrupamientos productivos de animales. En definitiva un acuerdo por amor a la vida antes que por la destrucción y la muerte.

En ese sentido el proceso maravillosos de la Ciencia y Tecnología de nuestro tiempo que nos permitió frenar la Pandemia en tiempo real, por primera vez en la historia de la Humanidad, nos hizo ver con claridad la injusticia del mundo moderno en la apropiación de vacunas por parte de los Fondos de inversión y la extorsión de las patentes, creación perversa de Reagan Teacher de los años 90, que crearon la maquinaria de destrucción del sentido humano de la vida, para volcarse al lucro y la explotación con total desprecio por la vida de los seres humanos. Es así que mientras esto escribimos hay en el mundo 1.500 millones de personas sin vacunar, con 10 países que acumulan el 78,8% de las vacunas mundiales, millones de las cuales han vencido sin ser aplicadas y que ahora recién comienzan a “donar”, empujados por el temor que la circulación viral provoque nuevas mutaciones incontrolables con los métodos conocidos, llegando algún COVID 21 que reemplace al existente.

Denuncia la OMS y también los hemos hecho desde al COPPAL desde el 2020, que el tema de las patentes, es la más clara expresión del desprecio y la crisis moral que atraviesa el mundo llamado moderno, que no trepida en sacrificar vidas en pos de ganancias ilimitadas, cada vez más alejadas de los seres humanos, en un capitalismo financiero donde el dinero produce más dinero y la producción de bienes y servicios es cada vez menos rentable, frente a las ganancias financieras de los excedentes económicos en manos de los Fondos Buitres.

Esta situación no sólo arrasa la Humanidad, golpea la moral de los pueblos, siembra el hambre y el odio racial, vemos legiones de hombres y mujeres con niños, transitando rutas peligrosas por hambre y destrucción de sus lugares de origen, arrasados por supuestas guerras en nombre de la “libertad y la democracia”, impuestas a sangre y fuego sin pudor, a la vista del mundo “civilizado”, que no sólo aplaude la guerra contra “el otro” volviendo a prácticas racistas y coloniales, sino que adopta en sus políticas internas la misma metodología, imponiendo un “nuevo orden colonial”, cultural, económico, político y generando estados complacientes con la sumisión y el alineamiento automático de las “relaciones carnales”.

El mundo está en crisis por una sumatoria de factores, que nos hace repensar a los pueblos de la viabilidad de la llamada “vida moderna”, en donde la búsqueda insaciable del objeto, que transforma los pueblos “en gentes”, en una carrera ya sea material o del ocio o de la vida cotidiana, ha eliminado los valores primarios de solidaridad social compartida, que ha permitido a la Humanidad transitar miles de años. Esa degradación que insectifica la vida de los seres humanos y los intenta reproducir como máquinas de producción y de consumo, que los consolida como proyectos de vida individuales, que llevan a la diáspora social y la dispersión de derechos, que son arrasados en función de mayores índices de ganancias.

Si los seres humanos transitamos un camino de destrucción de nuestro propio planeta, nuestra “casa común”, estamos en una etapa de suicidio colectivo, que nos lleva a reflexionar sobre nosotros mismos como comunidad de esperanzas comunes, en la construcción de un destino de amor y fraternidad, que cada día se aleja más de esa posibilidad.

Si esta descripción es un reflejo de la realidad, la lucha de los pueblos será la única herramienta para cambiar el curso de la historia, como ha sido en el largo andar de la historia, donde los pueblos transitaron la misma como escultores de los nuevos tiempos. Quienes se resignen a continuar un camino que lleva al abismo, sólo pondrán en dudas el futuro de nuestros hijos. Los que consoliden las situaciones de sumisión y dependencia asociadas al coloniaje serán sin dudas los que no tendrán respuestas ante los interrogantes de las futuras generaciones, sobre la dilapidación de recursos y la apropiación lesiva de elementos vitales para la vida como el agua dulce, que ya cotiza en los mercados financieros.

La Comunidad Organizada es una respuesta efectiva de poder democrático y y expresión popular, que transforma en protagonistas a miles de millones de personas que pretenden ser congeladas en su posición de testigos pasivos de la depredación y el saqueo al cual está sometida la Humanidad.

Si la Pandemia dejó una enseñanza sin dudas la más importante es aquella de la recomendación de Simón Rodríguez maestro al Libertador Bolívar: “o inventamos o nos derrotan”. Inventar hoy es asumir un protagonismo de lucha por la vida que nos devuelva las utopías de construcción de un mundo más justo, más libre, con pueblos más soberanos en donde los seres humanos y la naturaleza se abracen en un pacto de amor perpetuo, en un modelo social y productivo, solidario, Biocéntrico, conducente a la Liberación enfrentando la sumisión colonial a la cual pretenden someternos, bajo modelos culturales y políticos que naturalizamos como ejes propios de identidad, en las nuevas generaciones, enterrando la Identidad y la Memoria de la Patria Matria Grande, que es arraigo familiar y social, “el estar situado” de Kush, que es afianzamiento histórico y presente que preserva y perpetua la presencia de los pueblos.

PRIMERO LA PATRIA
www.lapatriaestaprimero.org
CABA, 24 de septiembre de 2021
BIBLIOTECA
Rodolfo Puiggrós: De la colonia a la revolución
Jorge Cholvis: Constitución, endeudamiento y políticas soberanas
Jean Paul Fitoussi- Pierre Rosanvallon: La nueva era de las desigualdades


Esta nota ha sido leída aproximadamente 1453 veces.



Jorge Rachid

Doctor, y dirigente peronista argentino. Asesor del gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Autor de El Peronismo pendiente, El genocidio neoliberal de fin de siglo y Sin Mordaza.

 @elkotur

Visite el perfil de Jorge Rachid para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Jorge Rachid

Jorge Rachid

Más artículos de este autor