Este 9 de mayo, las fuerzas revolucionarias en todo el mundo conmemoramos los 75 años de la victoria sobre el nazi-fascismo, que fue sellada con la toma de Berlín por el Ejército Rojo y con la bandera bolchevique hondeando en lo alto con la estrella de cinco puntas y el martillo y la hoz entrelazados.
La derrota definitiva de las hordas hitlerianas fue producto de un largo, doloroso y heroico camino, anegado con la sangre y el sacrificio de decenas de millones de seres humanos, especialmente del pueblo soviético.
Este aniversario, enmarcado por las disyuntivas que nacional e internacionalmente enfrenta la clase obrera, es una ocasión propicia para que los comunistas clarifiquemos términos y deslindemos inequívocamente tanto de falsificadores de la historia, como de oportunistas que se dicen identificados con esta fecha, así como de quienes –bien sea por inocencia, ignorancia o interés personal– sirven a los intereses de la burguesía aunque lo disimulen con su fraseología.
Mucho se ha dicho, y otro tanto saldrá publicado este día, acerca de los dos primeros grupos: sobre los falsificadores de la historia, siempre han destacado quienes pretenden invisibilizar o por lo menos minimizar el papel fundamental que cumplió la Unión Soviética en la victoria antifascista, obviando o menospreciando la inigualable resistencia al bloqueo de Leningrado; batallas épicas como las de Stalingrado y Kursk; el aporte de redes de inteligencia como la de «Ramsay» en Japón o «La Orquesta Roja» en Europa; la firmeza y destreza de la dirección del Partido Comunista y del Estado que no sólo no retrocedió ni huyó, sino que supo organizar la defensa y contraofensiva para salvar al país y a la humanidad.
Asimismo, entre quienes oportunistamente gustan de mostrarse como identificados con esta fecha, destacan los gobiernos de la Rusia post-soviética, sobre todo de los últimos 20 años, que para promover y estimular un orgullo nacionalista del pueblo ruso –que fue una herramienta para desmembrar la URSS en 1991–, paradójicamente utilizan grandes logros, éxitos y conquistas alcanzados durante los 74 años de experiencia socialista.
Pero, en estos tiempos, el grupo más peligroso y perjudicial para los intereses de la clase obrera y para el objetivo de la revolución proletaria y popular, es el que está compuesto por personajes que desde distintas posiciones políticas –incluso más de un militante o dirigente de cierto Partido Comunista– utilizan una fraseología pseudo-revolucionaria que consciente o inconscientemente sirve a la perpetuación del poder de algún sector de la burguesía.
Durante las últimas dos décadas y hasta hoy, en Venezuela, con la llamada «Revolución bolivariana», tanto en el partido de gobierno como en sus organizaciones aliadas, hay abundantes ejemplos de diversionismo ideológico, seguidismo acomodaticio y silencios cómplices.
Sobre esto que desde 1998 eufemísticamente y con poca originalidad denominaron «Revolución pacífica y democrática» y que desde 2005 proclamaron como supuestamente novedoso «Socialismo bolivariano», en El Estado y la Revolución [1917], de V.I. Lenin –quien junto a Karl Marx es uno de los grandes referentes de crítica descarnada a las desviaciones y de defensa irrestricta de los principios–, puede extraerse:
«Los demócratas pequeñoburgueses, esos seudosocialistas que han sustituido la lucha de clases con sueños sobre la conciliación de las clases, se han imaginado también la transformación socialista de un modo soñador, no como el derrocamiento de la dominación de la clase explotadora, sino como la sumisión pacífica de la minoría a la mayoría, que habrá adquirido conciencia de su misión. Esta utopía pequeñoburguesa, unida de manera indisoluble al reconocimiento de un Estado situado por encima de las clases, ha conducido en la práctica a traicionar los intereses de las clases trabajadoras […]»
De igual manera, acerca de los tan cacareados de la Constitución de 1999, sobre que Venezuela automáticamente se constituyó en «una sociedad democrática, participativa y protagónica» y en un «Estado democrático y social de Derecho y de Justicia», de la misma fuente anterior puede citarse:
«Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma: todos esos Estados son, de una manera o de otra, pero, en última instancia, necesariamente, una dictadura de la burguesía. Como es natural, la transición del capitalismo al comunismo no puede por menos que proporcionar una ingente abundancia y diversidad de formas políticas; mas la esencia de todas ellas será, necesariamente, una: la dictadura del proletariado.»
En estos años se ha podido escuchar a más de un dirigente afirmar, con estridentes decibeles, que en Venezuela vamos «rumbo al socialismo» o que el objetivo a conseguir es «cambiar las relaciones de producción», sorteando olímpicamente tempranas alertas y claras puntualizaciones que hizo Marx y que no debe olvidar ningún militante revolucionario y menos uno comunista:
«El objetivo inmediato de los comunistas […]: constitución de los proletarios en clase, derrocamiento de la dominación burguesa, conquista del Poder político por el proletariado.» [1848]
«La conquista del poder político ha venido a ser […] el gran deber de la clase obrera» [1864]
«[…] no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como se venía haciendo hasta ahora, sino romperla, y ésta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular […]» [1871]
«La Comuna ha demostrado, sobre todo, que "la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines"» [1872]
«Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado.» [1875]
Por eso, así como lo trazó Lenin en abril de 1917, clarificando y deslindando para desprendernos de «la ropa sucia», debemos llamar a cada cosa por su nombre: ¡A los «socialistas», reformistas; y a los seguidistas, traidores!