Asidero

Taiwán, una clave para USA y China

¿Por qué los gobiernos españoles, desde la Transición, han cedido continuamente ante las pretensiones de los que primero se llamaron catalanistas, luego nacionalistas, luego soberanistas y, por fin, separatistas? He aquí, Uno de los graves problemas de la democracia es el corto horizonte temporal que impone a los políticos un nuevo deber en esta época de depresión económica. El elector medio sólo se preocupa por el presente y el futuro muy inmediato. Más ahora, cuando los presidentes populistas se encargan de regalar dinero inorgánico que no es respaldado por los medios de distribución. Los políticos miopes son los que ganan elecciones. Jamás se han leído un texto sobre Ciencias Políticas, menos a los antiguos griegos y las nociones de ejércitos persas que se conformaron en el tiempo en Imperios. Los políticos con visión grande (Roosevelt, Churchill, De Gaulle, Adenauer) triunfan sólo en las grandes crisis: en el transcurso normal de la vida política, los visionarios se quedan en la cuneta y gobiernan los que simplemente aspiran a salir del paso. El político miope, como Chamberlain, cuyo slogan era "Paz en nuestro tiempo" (es decir, ahora mismo, cueste lo que cueste, pero salgamos del lío de momento, sin pensar en el futuro), que en 1938 cedió ante Hitler, abandonando Europa a su triste suerte, fue recibido con fervoroso y masivo entusiasmo en Inglaterra cuando volvió de Múnich de "dialogar" amistosamente con el Führer y de obtener unos cortos meses de tregua. Un éxito parecido esperaba obtener sin duda el presidente doctor Sánchez cuando "dialogó" en La Moncloa con el president Torra, que ostentaba el churro amarillo en la solapa para escarnio del sistema judicial español. No importa, hombre, lo que buscamos es "paz en nuestro tiempo". Hoy. Mañana, Dios dirá.

A nadie les interesa las resultantes del mundo financiero y económico.

Y así resulta que tanto el PP como el PSOE llevan cuarenta años inclinándose obsequiosamente ante las embestidas del separatismo. Uno, «no quería líos»; el otro, dice que quiere "normalizar la situación en Cataluña", como si "normalizar" fuera consolidar la división entre catalanes y el aplastamiento de los no separatistas. Pero lo que de verdad quiere el doctor Sánchez es continuar haciendo equilibrios en la cuerda floja a ver si se le ponen bien las encuestas. Un ingenuo pensaría que, si las elecciones dieran la victoria a los socialistas, cabría la esperanza de que este partido, libre ya del chantaje de los separatistas, fuera menos servil hacia ellos. Pero hay razones muy poderosas para desconfiar. En primer lugar, lo más probable es que, aunque el PSOE avanzara en las elecciones por la ventaja que tiene el que ostenta el poder, no consiguiera dejar de depender de los votos separatistas; o de Podemos, que viene a ser lo mismo. En segundo lugar, aunque Sánchez lograra mayor holgura en las Cortes, su política territorial no cambiaría gran cosa, porque carece de la visión y la valentía necesarias para enfrentarse con el separatismo. Además, aunque su ideología sea vaga y nebulosa, y le impela a desdecirse casi diariamente, ha repetido con insistencia dos frases muy reveladoras: que el "modelo educativo catalán" es un éxito y que España es una «nación de naciones». En esto último ha sido secundado recientemente por su ministro de Asuntos Exteriores, que ha aprendido enseguida de su jefe el arte de desdecirse.

Pero Vox, les dio un escarnio y seguirá subiendo a medida que exista una vivencia republicana en su seno.

Lo de la "nación de naciones" es un dislate que revela absoluta ignorancia de la historia del siglo XX, cuando las tres "naciones de naciones" europeas (Imperio Austriaco, Yugoslavia y Unión Soviética) se desmembraron entre episodios de gran violencia y sufrimientos. ¿Desea el doctor Sánchez un destino similar para España? Pues, con todo, de las malas ocurrencias de Sánchez, ésta no es la peor, porque, al fin y al cabo, aunque el sistema de las autonomías se está deslizando por la pendiente de la desmembración, aún no estamos en ella, y para llegar a la etapa final, la de la "nación de naciones", habría que salvar aún algunos obstáculos parlamentarios y judiciales.

La peor de todas las ideas de Sánchez (y ya es decir) en materia de política territorial es la de que el «modelo educativo catalán» es un éxito; es una idea pésima porque ese modelo ya existe y funciona a pleno rendimiento. Y, bueno, en cierto modo, sí, es un éxito; es un éxito para el separatismo. El sistema educativo catalán, tratando al español como un idioma extranjero secundario, y adoctrinando a los alumnos desde su más tierna infancia en el odio a España y en la "formación del espíritu nacional" catalán, es realmente, la célula madre del separatismo. Gracias a él, cada nueva generación es más separatista que la anterior, de modo que los hispanófobos no tienen que inquietarse; les basta un poco de paciencia y seguir agitando el cotarro.

Pero, todo lo que influye en Cataluña se refleja en Venezuela, esto, viene desde la colonia porque estamos ligados por la historia política y territorial, jamás nuestra cultura será persa, egipcia, iraní, norteamericana, inglesa o rusa. Son idiomas, costumbres y etnias totalmente diferentes.

Los hijos de los enchufados venezolanos e hijos de los ministros- como ellos- nunca conocieron en su conciencia un contenido referente a izquierda o revolución, de allí, las contrariedades en el campo monetario interno y las diferencias con los países que comercializan con nosotros. Es una lucha fuerte con la ignorancia por la complacencia.

la barrera entre Cataluña y el resto de España es cada vez más alta. Por eso los separatistas ponen el grito en el cielo cada vez que se habla de restaurar el modelo de bilingüismo constitucional. Saben que el «modelo educativo catalán» constituye la llave infalible que, más pronto o más tarde, abrirá la puerta de la desconexión, y se aferran a él con uñas y dientes. La fórmula la inventó Pujol: escuela en catalán y, como dice el citado corresponsal, con un tinte nacionalista (a nationalist tinge; pero tinte es una palabra muy débil), los medios de comunicación al servicio del separatismo, lanzando consignas y aireando agravios imaginarios (nos odian, nos roban, nos oprimen, nos encarcelan, etc.) Para los discípulos de Goebbels, una mentira mil veces repetida se convierte en verdad, y así ocurre en la Cataluña de hoy. La historia que se enseña en las escuelas catalanas es goebbelsiana pura. Por ejemplo: el franquismo sólo oprimió a Cataluña, la Guerra Civil fue una guerra de España contra Cataluña, lo mismo ocurrió en la Guerra de Sucesión, Cataluña es una nación y España no, Cataluña es la nación más antigua del mundo, porque ya lo era en el siglo XI, Cataluña también era una nación democrática y fue la victoria de Felipe V de Borbón lo que mató en flor aquel glorioso proyecto, Cataluña fue oprimida por Felipe V y sus sucesores, el catalán es una lengua perseguida en España (que es, dicho sea de paso, el único país, con Andorra, donde se habla, porque en Francia y en Italia se habló, pero ya prácticamente ha desaparecido. Es igual: es en España donde se oprime al catalán, y no hay más que hablar -en castellano, por supuesto-). Todo esto, y mucho más, es rigurosa y clamorosamente falso, y sin embargo todos los días se les enseña ex cathedra a los niños catalanes.

El remedio a esta situación no tiene por qué ser violento. No hace falta policía, ni menos tanques (como querrían los separatistas). Bastaría con que el gobierno español dejara de subvencionar, en Cataluña y en toda España, las escuelas que no cumplan con el bilingüismo constitucional, que desacaten las sentencias de los tribunales, y que enseñen esa historia del "tinte nacionalista" que lava el cerebro de los niños catalanes y los llena de odio hacia el Estado que patrocina esas escuelas que lo denigran cinco días cada semana. El modelo educativo catalán será un éxito para los dos millones de votantes separatistas; pero para los restantes 44 millones de españoles, en especial, claro, para los catalanes no separatistas, ese modelo es una calamidad desastrosa y una constante amenaza. ¿Lo entiende usted, doctor? ¿O se lo explico con un gráfico y en números?

Mis abuelos, eran canarios y sufrieron la presión del Generalísimo Franco en todo el territorio africano, tuvieron que salir los ocho hermanos con una sola muda de ropa y ubicarse en un pueblo de Carabobo, llamado San Esteban para comercializar café y rublos cultivados al lado del río y cuya vía era el camino de los españoles y para transitarla era en burros, mulos y caballos, ahora ese espectro se renueva porque la izquierda, la falsa quiere sembrar contenidos sucidas en ese espacio territorial de antaño y borrar lo que resta de los fundamentos de la República.

Dejen tranquilo a Estados Unidos de Norteamérica, China no se puede deslindar del gigante norteamericano, menos Rusia. Taiwán es la clave hacia el futuro y no se van a pelear por las deudas contraídas entre sí por la vía comercial.

En Una tumba para Boris Davidovich, el estremecedor libro de relatos del escritor serbio Danilo Kis sobre el fanatismo, uno de los personajes le refiere a su interlocutor que le convendría conocer una tradición de los entierros judíos. Antes de sacar el muerto de la sinagoga para conducirlo al cementerio, un servidor de Jehová se inclina ante el fallecido, lo llama por su nombre y le advierte en voz alta: "¡Debes saber que estás muerto!".

Algo similar ocurrió en las incesantes colas ante el cadáver del dictador Franco, cuando algún antifranquista se armó de valor y disimulo acercándose a la capilla ardiente del Palacio de Oriente para verificar con sus propios ojos tal defunción. Aun así, en medio del parto con dolor de la Transición, muchos no las tenían todas consigo. Tanto que un recalcitrante franquista como Vizcaíno Casas se forró el riñón de oro novelando la resurrección de Franco al tercer año de su deceso.

Paradójicamente, al cabo de cuarenta años de aquel éxito de ventas, ya no son los añorantes franquistas de ultratumba quienes reviven a Franco, sino una izquierda retro progresista la que remueve sus restos y da vida a un fantasma con el que asustar como ocurre en Bélgica con el malhadado duque de Alba. Nostálgica de lo que le hubiera gustado que hubiera sido y no fue, esa izquierda retrógrada enmienda la plana a aquella otra izquierda que coadyuvó decisivamente al arribo de la democracia al ser mucho mejor que ésta que habría arruinado la Transición.

En parangón con la peregrina iniciativa de Escolta, Franco, por la que el Ayuntamiento de Villafranca del Penedés situó un busto retirado del dictador para que todo al que se le antojara insultara al déspota, un Gobierno en apuros rescata el espectro del dictador al que ya se había borrado de la memoria. De paso, su antifranquismo a deshora relanza El Valle de los Caídos como lugar de promisión de quienes ahora preguntarán, en vez de por el túmulo de Franco, por su cenotafio, esos sepulcros vacíos en los que la antigua Grecia conservaba el alma de los desaparecidos. Una forma de hacer presente a El Ausente. Es lo que media entre la pena ojerosa de Arias Navarro -"españoles, ¡Franco ha muerto!"- y la alegría pizpireta de la vicepresidenta Calvo: "españoles y españolas, ¡Franco vive!".

Pero, dejemos a Franco tranquilo, o es que Sánchez y Pablo Iglesias desean residenciarse en esas viejas construcciones castillescas que siempre le dieron vida a España desde el colonialismo.

Retomando la mórbida necro política de Zapatero, Pedro Sánchez exhuma los restos por conveniencia del momento y en una maniobra de distracción para escamotear sus concesiones inadmisibles a sus socios separatistas y podemitas, quienes posibilitaron la moción de censura del cautivo de La Moncloa con sus raquíticos 84 escaños en un hemiciclo de 350. Agitando el espantajo de Franco, sustrae la atención sobre esos lesivos consentimientos.

Desde Zapatero en adelante, el PSOE prefirió ser hijo de la Guerra Civil más que padre de la Transición, huérfana de repente tras ser la envidia de otros países

De un lado, con quienes perpetraron el intento de golpe de Estado del 1-O en Cataluña, a los que entrega la calle para poner boca abajo los retratos del Rey colgados de las espadañas, o para fijar amenazantes horcas amarillas en las marquesinas, mientras desprotege a los constitucionalistas y señaladamente al instructor de la causa golpista, como si el juez Llarena fuera parte en un pleito entre particulares, y no una causa de Estado; de otro, menoscaba las instituciones allanándose a un Podemos bolivariano que ha hecho de la democracia venezolana una dictadura de miseria y crimen. Cuando el podemita Echenique habla de mayoría espuria del PP en el Senado e Iñigo busca distanciarse, evocan el fantasma de la asamblea constituyente del déspota Maduro para sustraer la representación legítima del pueblo venezolano.

Sánchez y sus aprendices de brujo monclovitas se valen de los huesos de Franco para municionar, además, una campaña hasta final del año y quién sabe si repetir la jugada zapateril de convocar comicios rondando el 20-N, fecha de la muerte del dictador, a quien rinden tributo empleando el instrumento jurídico de las dictaduras: el decreto ley. Todo un desafuero.



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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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