Trump entre la mentira y la demencia

¿Trump es un mentiroso o un demente?, pregunta el título de un
artículo de Eric Alterman aparecido el 30 de octubre en la revista The
Nation, reproducido posteriormente por varios otros medios de prensa
estadounidenses. La respuesta la propone el autor al final del propio
título: "Ambas cosas".

"El hecho de que Donald Trump se comporte de una manera tan
inadecuada para una persona adulta -mucho más si se trata de la
persona más poderosa del mundo- presenta un reto para los medios de
comunicación que deberían abandonar la práctica de presentar como
normales las extrañas y peligrosas acciones de Trump" dice Alterman.
Cotidianamente Trump genera noticias que asombran a los periodistas.

El presidente republicano del Comité Senatorial de relaciones
exteriores escribió en Twitter que la Casa Blanca parecía un
establecimiento para el cuidado temporal de adultos, dedicado a la
atención de un Presidente cuyo comportamiento se asemeja a un
"reality-show" que podría conducir a la III guerra mundial. Apenas una
hora pasa sin Trump diga o haga algo impensable en cualquier Jefe de
Estado anterior a él.

Sin embargo, la administración de Trump ha tenido la mayor cobertura
de prensa que haya acompañado a un nuevo mandatario al inicio de su
gestión en Estados Unidos. No importa lo irracionales que sean sus
acciones, la cobertura de prensa de los principales medios ha estado
siempre encaminada a justificar sus absurdos en vez de a exponerlos
críticamente.

Trump se ha beneficiado de una campaña por la normalidad de sus actos
que han venido practicando los principales medios de comunicación
(mainstream media), una combinación de ceguera útil con ilusiones,
compromiso y anticuadas costumbres profesionales.
Es indudable que Trump es un mentiroso patológico. Miente todo el
tiempo, a menudo sin una razón discernible. El Washington Post afirma
que le ha computado 1.318 afirmaciones engañosas o falsas en los
primeros 263 días del ejercicio de su cargo.

En algunos pocos días posteriores al más reciente colapso del esfuerzo
republicano para derogar el Obamacare, Trump insistió en siete
ocasiones en que la votación debía posponerse por motivo de que
"alguien estaba en el hospital", cuando en verdad pudo saberse
posteriormente que no había nadie en el hospital alguno.

Y si bien está más que demostrado para todos la condición de mentiroso
de Trump, no son menos las evidencias que se han difundido acerca de
la presunta demencia del primer mandatario.

Según el diario The Independent, durante una conferencia en la
Universidad de Yale (Connecticut, EEUU), un grupo de psiquiatras
estadounidenses presentó el diagnóstico de que el presidente sufre
"una enfermedad mental peligrosa".

"Peor que mentiroso o narcisista, Trump es además paranoide, tiene
delirios y megalomanía", dice el psicoterapeuta John Gardner, quien
subraya que los especialistas en salud mental tienen la
responsabilidad ética de advertir a la comunidad sobre el estado
mental del líder de su país.

El presidente demostró poseer un pensamiento delirante al afirmar
categóricamente que la ceremonia de su investidura del 20 de enero
obtuvo un gran éxito de público. Según Gardner, cuando Trump afirma
como algo real que se reunió con la mayor cantidad de público de la
historia, está mostrando un pensamiento delirante. De ahí que el
psicoterapeuta esté promoviendo una petición en la que insta a la
destitución de Trump, porque está "incapacitado psicológicamente para
ejercer las labores de presidente de manera competente".

Recientemente, el Representante demócrata a la Cámara Earl Blumenauer
presentó ante el Congreso un proyecto modificador de la XXV Enmienda
de la Constitución de Estados Unidos, que fija los pasos a seguir en
un proceso de destitución, renuncia o muerte del Presidente en
funciones. El congresista destacó que su propuesta pretende resolver
un problema existente hoy adaptando para ello las disposiciones de una
enmienda aprobada hace 50 años para casos de incapacidad mental o
emocional del mandatario.

Trump trata de gobernar por impulsos, caprichos, satisfacción
personal, por beneficio propio, por decretos... Pero resulta que el
asunto no funciona y la máquina sigue descarrilándose.
El impeachment (o juicio político) gana terreno como forma de
destituirlo porque el hombre no es psiquiátricamente capaz de
discernir si algo es legal o no antes de llevarlo a cabo.

La destitución avanza porque resulta terriblemente evidente que Trump
no es apto para la presidencia. Quienes le rodean y hasta los que le
sirven con una lealtad que roza la esclavitud, se pasan la mitad de su
tiempo tratando de frenarlo, pero es imposible.
Esto lo hace incompatible con consejeros y aliados valiosos, más
dependiente de habilidosos asesores y peligrosamente susceptible a la
manipulación por estos últimos.



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Manuel Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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