Pablo Aráuz, “el hombre molotov”

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Hoy conoceremos más de cerca a ese revolucionario que figura como uno de los tres latinoamericanos que conforman las 100 fotografías más influyentes de todos los tiempos: Pablo Aráuz, "el hombre molotov" camarada que comparte una gráfica junto al Che Guevara y a Salvador Allende, de los que vale decir, no necesitan presentación.

Pablo Aráuz de quienes pocos conocen más allá de la icónica imagen capturada por la fotógrafa estadounidense Susan Meiselas un día de julio de 1979 y reproducida incontables veces en murales, afiches e incluso como meme en internet, es ese joven capturado por la cámara en el acto de lanzar una bomba incendiaria fabricada a partir de una botella de Pepsi, en esa ilustración deja ver su condición de guerrillero portando una boina negra y camisa militar. De su cuello cuelga un rosario. Y en la mano izquierda, protegida del sudor por un brazalete blanco, sostiene un fusil de combate en el que el buen observador inmediatamente nota dos pegatinas con la bandera de Panamá.

La fotografía, sin embargo, fue tomada en la ciudad nicaragüense de Estelí y rápidamente se convirtió en una de las más reconocibles de toda la Revolución Sandinista (1979-1990).

El propio Pablo Aráuz recuerda ese momento que se volvió histórico y dice, orgulloso: "Esa foto tiene un significado revolucionario, muestra a los jóvenes de esos tiempos que peleábamos en contra de la dictadura de Somoza".

A 38 años de aquella imagen Aráuz cuenta en su haber con 10 hijos, y vive en la ciudad norteña de Somoto, ubicada a apenas 50 kilómetros de la frontera con Honduras. Ahí, sus amigos de juventud todavía lo llaman "Bareta", un apodo heredado de la serie estadounidense de televisión del mismo nombre que era retransmitida en la Nicaragua de su adolescencia. Pero, para el resto del mundo, él es simplemente " The Molotov Man ". El hombre molotov.

Contar la historia de la foto, es contar la historia de Bareta, que pese al paso del tiempo habla con sincero entusiasmo de la lucha a la que se sumó en su juventud.

"En cierta forma yo me inicié en 1974, con mi padre, que dicho sea de paso secretario privado y cuñado del general Sandino ", cuenta del guerrillero que se levantó en armas contra la ocupación militar de EE.UU. en 1927 y fue asesinado por Anastasio Somoza García en 1934.

"Él se reunía con unos colaboradores de la montaña y planificaba yo no sé qué cosa. A mí no me daba parte. Solo me ponía a cuidar una puerta y me decía; cuida aquí que no vengan los soldados", rememora.

Para ese entonces, el movimiento guerrillero trataba de derrocar al tercer miembro de la dinastía somocista, también llamado Anastasio.

Pero, según Aráuz, más que los vínculos familiares, su principal motivación para integrarse al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que se formó tras la muerte de Sandino, fue el ejemplo de otro de los tres latinos que figuran en "las 100 fotografías más influyentes de todos los tiempos": Ernesto Che Guevara.

"Nosotros escuchábamos de la gesta del Che Guevara y por eso comenzamos a usar boinas. Esa boina que ustedes miran ahí, yo ya la caminaba para los años 70", afirma de la que viste en la imagen tomada por Meiselas.

Y ese no es el único detalle de la fotografía que tiene su propia historia, insiste su protagonista.

La foto fue tomada sólo dos días antes del triunfo definitivo de la Revolución Popular Sandinista y un día antes de la huida del último de los Somoza.

"Fue el propio 16 de julio de 1979, en la ofensiva final, cuando nos tomamos el cuartel de la guardia en Estelí", apunta el exguerrillero, que para la fecha ya tenía 20 años.

Bareta tenía dos años empuñando las armas y llevaba un mes y medio combatiendo sin parar en las puertas de la ciudad, ubicada 150 kilómetros al norte de la capital nicaragüense, Managua, y 70 km al sur de su Somoto.

"Cuando entré a Estelí desde la montaña, prácticamente llegué en harapos, no me podía ni sentar porque enseñaba todo. Así que me metí en una casa, que de casualidad solo eran mujeres, y les digo: necesito que me regalen un pantalón".

"'No, aquí no hay hombres', me responden. '¡A mí me vale!', les digo yo, 'Denme cualquier pantalón, si a mí lo que me interesa es taparme'. Entonces me regalaron ese pantalón de mujer", recuerda entre risas.

Y, mientras señala la fotografía, que cuelga de una de las paredes de su modesta casa, abunda en los detalles, contados el acento musical propio de los habitantes del norte de Nicaragua.

"Ese rifle que ustedes ven ahí no tiene el cubre llamas. Ese es un FAL, que el cubre llamas es más largo, pero estaba apuntando para dispararle a la guardia y me le dieron en la mera punta…Ese brazalete blanco que ustedes miran era una manera de identificarnos entre nosotros... Ese rosario era fosforescente. Yo di un reloj Microma por ese rosario…", cuenta.

Pablo Aráuz también recuerda con todo detalle cómo llegó a su poder la bomba incendiaria con la que Susan Meiselas terminaría inmortalizándolo y, en cierta manera, poniéndolo al lado de su ídolo, el Che.

"Donde yo vivía no había luz eléctrica. La gente hacía unos candiles con latas, o con botellas de Kola Shaler, le ponían una mecha con gas y así se alumbraban", empieza el exguerrillero.

"Así que cuando un chavalo se me acercó con la botella, a mí me llamo la atención. 'Vos, chavalo, ¿qué andás haciendo con ese candil?' le digo. 'No fregués vos, es una bomba', me contesta. Entonces le digo: probemos, vamos a tirar eso", relata.

El blanco elegido fue un guardia que estaba en una torre vecina, armado con una ametralladora calibre 30.

"El chavalo le pegó fuego a la mecha, yo miré que comenzó a arder, rápido, y la lancé donde estaba el guardia", dice Bareta de los instantes que sucedieron a la icónica fotografía.

"Pero cayó así, entre medio; no cayó donde yo quería ", confiesa entre risas, culpando al rifle que nunca soltó.

"No sé porque no puse el FAL en el suelo para agarrar más impulso. Si no lo hubiera tenido e n la mano, seguro la hubiera llegado ", asegura.

La fotografía Aráuz la vio por primera vez en una caja de fósforos un año después cuando ya estaba de regreso en Somoto y plenamente incorporado a las filas del nuevo ejército nicaragüense.

Sin embargo, para evitar convertirse en blanco de la contrarrevolución que ya empezaba a formarse en las montañas vecinas, primero negó que la imagen fuera suya.

"Pero, a finales del 80, también salía en unos afiches que decían Milicias Populares Sandinistas y el mismo señor (que le mostró la cajetilla) se consigue uno y me dice: '¿Ajá, te vas a negar?'. Pero ya con el afiche se miraba clarito", confiesa.

Pablo Aráuz pasaba así a convertirse, para siempre, en el hombre molotov. Además de la cajetilla, él continúa guardando numerosas publicaciones que dan cuenta de la inmensa popularidad de la fotografía, también reproducida en al menos dos murales de su propia ciudad.

Y años después, la imagen también sería objeto de un importante debate sobre apropiación artística que enfrentó a Meiselas con la artista estadounidense Joy Garnett luego de que una pintura suya basada en la foto explotara como meme en internet. Para ese entonces, en 2004, Bareta ya tenía 14 años de haber sido dado de baja del ejército y se ganaba la vida humildemente como transportista.

"Después del 90, cuando triunfó la señora, doña Violeta (de Chamorro), muchos sandinistas nos quedamos en el aire y a mí me dijeron: 'Bueno, su comisión de servicio terminó, váyase para su casa', y yo me fui feliz porque decía: ¡Voy a descansar!", cuenta.

"Así que me hice con un vehículo, con un camión. Aunque me mantuve activo en las filas del Frente (Sandinista) con la esperanza de que algún día triunfáramos de nuevo".

El partido sandinista eventualmente regresó al poder en 2007, pero no fue hasta 2013 que Aráuz aceptó un puesto en el sector público, en la agencia local de recolección de impuestos.

Y ahora también es candidato a concejal por el FSLN en las elecciones municipales que tendrán lugar el próximo mes de noviembre.

Aunque su imagen ha dado la vuelta al mundo, el hombre Molotov dice no haber obtenido mayores beneficios materiales de la foto capturada por Meiselas.

"Una vez Susan me regaló unas postales, como 400 y me dijo: 'Aprovéchate de esas, véndelas si puedes'. 'Sí, sí, sí', le dije yo, pero cuando ya las tuve en la mano comencé a regalaras a todo el mundo. ¡Toditas las regalé!", cuenta.

"Como las voy a vender, dije yo, si esto me costó sangre, son mis principios, mis ideas ", explica.

La modesta casa en la que vive, en una empinada calle de tierra y piedras, da constancia de la vida sencilla llevada por el hombre que aparece en una de las imágenes más icónicas de la revolución sandinista.

Su premio, asegura, es la gente que la fotografía le ha dado la oportunidad de conocer.

"Yo considero que esa foto fue algo muy bueno que me pasó, magnifico, lo máximo. Es lo mejor que me ha pasado en la vida porque me significa la lucha y porque de esa manera yo he logrado conocer a mucha gente", asegura.

"Hay quienes dicen que me hizo famoso pero yo digo: famosos son los que devengan plata. Yo sólo soy un hombre que luchó por su pueblo, que sigue luchando por su pueblo y que se mantiene en pie", dice con orgullo Pablo Aráuz, Bareta, el hombre molotov.

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