¿Estará loco Trump?

Donald Trump, tal vez sea, entre los 45 presidentes que ha tenido los EEUU, en toda su historia republicana, el que tenga el récord de ser el más atacado, internamente en su país; y este ataque a la majestad presidencial, frontal por lo demás, lo vienen desarrollando los otros factores de poder que pugnan por mantener o alcanzar el control supremo de la sociedad estadounidense.

Hace méritos

Los factores de poder que lo enfrentan han venido cultivando la imagen de que Trump está loco y para ello cuentan con un gran dispositivo mediático e institucional, además de que, ciertamente, el actual presidente estadounidense, de manera constante, hace sobrados méritos como para que la contraparte lo estigmatice de chiflado.

Trump, desde antes de ser electo presidente de EEUU y ahora como nuevo inquilino de la Casa Blanca, ha venido accionando y emitiendo una serie de declaraciones tanto de orden interno como en materia de política internacional, de un tenor tan controvertido que ha llevado a ciertos sectores, especialmente, entre quienes lo objetan, a plantear la posibilidad de considerar que quien le ganó la puja presidencial a Hillary Clinton, en noviembre pasado, no está capacitado para ejercer el cargo para el cual fue electo.

Propuesto examen psiquiátrico

Ya es tal la dimensión de dicha presunción que miembros del parlamento, demócratas e incluso copartidarios republicanos, han manejado el hecho concreto de presentar una resolución que ,"de ser aprobada por el Congreso de EEUU obligaría al presidente Donald Trump a someterse a un examen médico y psiquiátrico para determinar si está capacitado para permanecer en el cargo", es decir, para determinar, en otras palabras, si el hombre está loco, en cuyo caso le correspondería al vicepresidente Mike Pence reemplazarlo bajo la enmienda 25 de la Constitución estadounidense.

A decir verdad, Trump, no sólo ha dado declaraciones alarmantes sino que en el poco tiempo que lleva como presidente ha tenido desencuentros y discusiones públicas, nada usuales, con altos funcionarios del establishment, a los que luego ha depuesto sin el menor miramiento (nada menos que con los directores del FBI y de la CIA, el Procurador de la Nación, etc.), así como las abiertas confrontaciones que ha sostenido con voceros de las corporaciones comunicacionales a las que acusa de manipuladoras y falseadoras de la realidad, ¡fin de mundo!; con lo cual se ha labrado una imagen de pendenciero, nada acorde con el perfil que se supone debe proyectar el presidente de la nación más poderosa del mundo.

Destempladas actitudes

Y si a esto se le agrega las destempladas actitudes públicas que ha tenido con Jefes de Estado aliados (como fue el caso con la Cancillera de Alemania, Ángela Merkel, o el reclamo público que, en cuerpo presente, les formuló a los miembros de la OTAN porque no cancelan las cuotas correspondientes para su funcionamiento). Pero, más aún, las amenazas que ha proferido de ataque militar o de aplicar sanciones económicas a países situados en distintos Continentes; al margen de que quienes lo adversan internamente pudiesen estar de acuerdo con tales pronunciamientos, lo cierto es que les sirven para irle fabricando una aureola de estar desequilibrado.

Pero, estará loco el presidente de la primera potencia mundial en cuya decisión, en algún momento determinado, podría estar en juego la paz mundial o la existencia misma de la vida humana o, simplemente, estaremos en presencia de una confrontación del complejo vaivén en que se debate la nación estadounidense, en esta su fase de declinación de la hegemonía que ha venido ejerciendo en el mundo en las últimas décadas, y en el que Trump y su gobierno no es más que expresión de esas contradicciones activas en su seno.

Todo indica que es en el análisis preciso de las contradicciones principales presentes en el seno de la sociedad estadounidense el enclave gordiano en el que hay que centrarse para desentrañar las determinaciones de los actores políticos que, velada o abiertamente, se confrontan en su interior.

Hay que tener presente que han sido las corporaciones comunicacionales, con las que Trump mantuvo una fuerte disputa ya desde el momento mismo en que era candidato y que se han acentuado en el ejercicio del cargo, las que primero asomaron la imagen de un Trump alocado. Y estas corporaciones, como se sabe, responden a intereses económicos y políticos muy bien delimitados que, por lo que se observa, no son los que representa el presidente yanqui.


¿Golpe de estado?

Llama la atención, por otra parte, que la confrontación con quienes lo adversan trasciende, también, la condición de militancia de los dos partidos políticos mayoritarios del país norteño, pues, entre sus más enconados adversarios se encuentran parlamentarios de su propio partido republicano, quienes junto con colegas demócratas, han manejado públicamente la posibilidad de un impeachment (golpe de estado) en contra de Trump, con lo cual queda en evidencia la magnitud de las diferencias que va mucho más allá del ámbito político partidista.

Así mismo, está más que claro que no es que Trump represente unos intereses de clases distintos a los que ostentan quienes lo confrontan. No, Trump es un conspicuo vocero de los sectores de la más alta alcurnia empresarial y política e ideológicamente se identifica con las posiciones más recalcitrantemente de derecha, supramacista y proto-fascista de la política norteamericana; de manera que la fuerte contradicción presente entre Trump y quienes tan acerbamente lo enfrentan no están ubicadas en diferencias de clases antagónicas, más bien hay que situarlas en diferencias intraclasistas que expresan la aguda contradicción que se cuece al interior de los factores de poder que pugnan por imponerse dentro de los Estados Unidos, lo cual lleva implícito, imponerse en el sistema capitalista mundial. Prometemos profundizar en el tema.


 



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Miguel Ugas

Miembro de la coordinación nacional del MoMAC

 miguelugas@gmail.com

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