El momento de la verdad de Trump y de Putin

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

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La próxima reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin en la cumbre de los G-20 tiene que ser el momento político más anticipado del año. El apretón de manos, las sonrisas, el lenguaje corporal y las palabras, todo será escrudriñado para analizar la significación del encuentro entre los líderes de las dos superpotencias del mundo.

Parte de los medios de prensa norteamericanos sin duda estarán buscando indicios secretos entre el "agente Trump" y el ex "espía de la KGB Putin" para confirmar sus sospechas de que fue el Kremlin el que orquestó la elección presidencial de Estados Unidos para colocar a Trump en la Casa Blanca. Esa narrativa de novela de espías ha estado corriendo incesantemente en los noticieros norteamericanos más destacados –y sin embargo, seis meses después de la llegada de Trump a la Casa Blanca, ni siquiera una mínima evidencia sólida ha surgido en apoyo de las denuncias de colusión. Se trata de una fantasía de espías que ha cobrado vida propia, que incluso el canal de la agencias CNN –uno de los mayores proveedores de las figuras Trump-Rusia—recientemente ha sido cogido revelando calladamente que no se trata de otra cosa que de una "hamburguesa sin carne".

Sin embargo, a un nivel más serio, la reunión entre Trump y Putin en los laterales de la Cumbre de los G-20 el próximo fin de semana tendrá carácter de "momento de la verdad". Se trata de su primer encuentro, aunque ambos líderes han sostenido por lo menos dos conversaciones telefónicas en los últimos seis meses.

Confirmando que la reunión Trump-Putin cara a cara estaba pautada para llevarse a cabo durante la cumbre de Hamburgo, el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguey Lavrov, dijo que la reunión "clarificará" el estado de las relaciones bilaterales entre Washington y Moscú. "Esperemos que la reunión de Hamburgo entre nuestros presidentes clarifique las perspectivas para la cooperación Rusia-Estados Unidos", señaló Lavrov hablando en Moscú el viernes pasado durante la Conferencia Lecturas de Primakov.

El matiz de anticipación es comprensible. Tal como lo indicó Lavrov, la relación entre Estados Unidos y Rusia es crítica para tratar una amplia gama de acuciantes problemas globales. No obstante, tal como él lo indicó, esa relación ha sido distorsionada y se encuentra en un estado "anormal" debido a que es mantenida "secuestrada por parte de las luchas políticas en Estados Unidos".

Cuando Trump hacía su campaña presidencial, se postuló como el líder que pondría las relaciones ruso-norteamericanas dentro de una nueva, normal y amistosa cooperación. Esto contrastaba con su rival demócrata Hillary Clinton, quien prometía una línea dura de confrontación contra Moscú sobre problemas internacionales tales como Ucrania y Siria. Justo resulta pensar que Trump ganó la elección en parte debido a que el electorado norteamericano prefirió su boleta por la restauración de las relaciones con Rusia. Luego de décadas de incesantes guerras de ultramar, los electores norteamericanos no querían más de las posturas patrioteras de la Clinton.

No obstante, desde que Trump llegó a la Casa Blanca, la prometida normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia no se ha materializado. En realidad, con la imposición de nuevas sanciones económicas de parte de Washington y el aumento de las intervenciones militares de Estados Unidos en Siria, uno podría decir que las relaciones bilaterales se han deteriorado aún más.

Ambas partes reconocen que las relaciones entre las dos más grandes potencias nucleares del mundo se han hundido hasta un nivel preocupante. El Secretario de Estado norteamericano Rex Tillerson y su contraparte ruso, Serguey Lavrov, abiertamente declararon lo deplorable de la situación, durante su primer encuentro bilateral en Moscú este año en el mes de abril.

Recientemente el presidente ruso Vladimir Putin dijo durante una entrevista con el director de cine, Oliver Stone, que no ha habido ningún mejoramiento discernible en las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Rusia desde que Trump fue elegido presidente. Esto es a pesar del hecho de que tanto la Casa Blanca como el Kremlin han expresado su deseo de buscar mejores relaciones.

Por supuesto que gran parte de la política norteamericana hacia Rusia está fuera del control de Trump. El Congreso militarista, dominado por demócratas y republicanos está forzando más hostiles sanciones anti Rusia de independientemente de las opiniones de Trump. El último proyecto de ley para aumentar las sanciones fue planteado de tal modo que limita las atribuciones de Trump para emplear su poder ejecutivo para revocar las sanciones.

Del mismo modo, lo que también estamos presenciando son los límites de la democracia norteamericana. El pueblo podrá haber votado por un presidente que postulaba relaciones más amistosas con Rusia pero, el establecimiento político norteamericano y sus poderosas organizaciones mediáticas se niegan aceptar esa expresión democrática. El establecimiento norteamericano y grandes secciones del aparato militar de seguridad querían a la Clinton con su política exterior estilo Guerra Fría para ganar la elección. La Clinton perdió. Pero las autoridades entonces recurrieron a un Plan B para coaccionar al nuevo presidente con el objeto que adoptara sus metas políticas de hostilidad hacia Rusia.

¿Se está manteniendo a Trump como rehén por parte del "estado profundo" norteamericano y su influyente maquinaria mediática? Pareciera sin duda haber un gran factor de eso en juego aquí. Pero, todavía no está claro cuáles son las propias intenciones de Trump. Mientras el Congreso asesta nuevas y más duras sanciones contra Rusia. El Secretario del Tesoro de Trump, Steven Mnuchin, también puso su firma en una nueva ronda por separado de sanciones punitivas. Con toda certeza, si la Casa Blanca tuviera la intención de normalizar las relaciones con el Kremlin ¿no debería entonces Trump haber impedido que el Tesoro aplicara más sanciones?

Está también la cuestión de la política de Trump hacia Siria. El incremento de los ataques aéreos contra Siria bajo el turno de Trump ha escalado las tensiones con Rusia que con razón ve que los ataques militares norteamericanos como grave violación de la soberanía de Siria y del derecho internacional. Incluso, Rusia ha dado a entender que futuros ataques norteamericanos no serán tolerados. ¿Será que Trump prestará atención a esta advertencia o tiene la intención de provocar una confrontación total con el aliado de Siria, Rusia?

La reunión de Trump con Putin en Hamburgo con certeza será un momento de observación o más exactamente un alarde de momento de la verdad. Si Trump no adopta una postura de hombre rudo, esto sugeriría que el presidente norteamericano es en realidad un rehén de los círculos reaccionarios de Washington. De manera patética será visto como que ha sido convertido en un elefante blanco por la obsesiva rusofobia que está degradando al gobierno norteamericano.

De manera alternativa, las apuestas son que el presidente Trump saludará a Putin con gusto y cordial actitud. En ese caso, el momento también será revelador. Dentro del contexto de la actualmente provocadora hostilidad hacia Rusia en Washington, el "amistoso Trump" demostraría que es un presidente mediocre. Alguien que en realidad no tiene poder y que finalmente no se podría confiar en él para que lleve adelante una política significativa.

De cualquier modo, el verdadero momento de la verdad será que la democracia norteamericana es una solo una ficción.

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Finian Cunningham

Analista internacional


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