El colmo del cinismo se puso de manifiesto, cuando Barack Obama evita hablar de golpe de Estado en Egipto, limitándose con su cara muy lavada a lamentarse de lo ocurrido, sin emitir un juicio de valoración que nos diga de qué lado está. Lavándose las manos como Poncio Pilatos, el Departamento de Estado esgrime ridículos argumentos, para lo cual recurre a una anacrónica ley estadounidense que data de 1961, y que restringe la ayuda a los gobiernos de países cuyo jefe de Estado sea elegido de forma reglamentaria y depuesto por golpe o decreto militar. Se fijan con cuanta hipocresía, el inquilino de la Caca Blanca se libra de toda responsabilidad, en vez de asumir una posición seria contra el desconocimiento de la legitimidad de gobiernos electos mediante la institución del sufragio.
Bajo el cínico pretexto de que algunos gobiernos del Medio Oriente no son de extracción popular, la política exterior estadounidense pretende justificar ante el mundo, su insaciable voracidad en materia petrolera. Es así como en su larga lista de victimas están paises como Afganistán, Irak, Libia, Siria y ahora Egipto. En cambio, jamás EEUU nos ha podido convencer por qué apoya monarquías feudales en Arabia Saudita, Marrueco, Kuwait, Qatar, Bahréin, Jordania y los Emiratos Árabes Unidos. ¿Será que lo bueno para el pavo, no es bueno para la pava?
Conociendo la inclinación golpista de nuestra oposición, esa que capaz de venderle el alma al diablo con tal de asaltar el poder, para nada debería sorprendernos que anden haciéndose sus trasnochadas elucubraciones, abrigando así la ilusa idea de que lo ocurrido en Egipto, también sea imitado por militares venezolanos. Por lo pronto, seguramente escurran el bulto, alegando que la Carta Democrática de la OEA no puede ser extensiva a países situados al nordeste del África. ¡Que mantequilla, así cualquiera sale ileso!