Estados Unidos: Viejas elecciones y nuevas realidades

Apreciando la opinión generalizada de que, con sus millonarias contribuciones, el complejo militar industrial y las grande corporaciones financieras, son los decisivos electorales en los Estados Unidos de América y que, los proyectos de gobierno del presidente reelecto Barak Obama y su contendor Mitt Romney, no son sino un solo programa con detalles de acento y prioridad; lo más importante y digno de estudio del proceso electoral y las votaciones, en particular en los Estados Unidos es, que tanto se manifestó en la cultura política y la voluntad electoral del pueblo de los Estados Unidos la profunda crisis económica y política que aún afecta la vida del país y su hegemonía global y, en el surgimiento de diversos procesos sociales y políticos derivados de la referida crisis, las cuales hicieron calle y alcanzaron espacios de debate en los últimos dos años, casos del Occupy Walt Street y los movimientos pro-inmigrantes.

Una elección de minorías, en donde la mayoría de los potenciales electores no se inscriben y donde la mayoría de los que se inscriben para votar, finalmente no emiten su voto y que, por si fuera poco, a millones de ellos se les niega en leyes estadales su derecho al voto o tienen otros tipos de restricciones; el sistema electoral de Estados Unidos de América, de segundo grado y tan viejo como su propio nacimiento como Estado; es un claro ejemplo de cómo la Democracia liberal burguesa es, esencialmente, un “juego” político de legitimación de la dominación de las elites corporativas y las influencias de los Estados poderosos por encima de la inmensa mayoría del pueblo y lo que representa como valor antidemocrático la votación de los integrantes del Colegio Electoral Presidencial, quienes más se parecen a la Corte del Rey Arturo y sus Señores Feudales, que a una democracia que pretende servir de referente ideológico y político a todos los pueblos del mundo.

Sin embargo; existen suficientes evidencias que la victoria de la candidatura de Barak Obama reflejó en parte cambios importantes en el comportamiento electoral de diversos grupos no corporizados de la sociedad usamericana quienes, a despecho de su inconformidad con el gobierno neoliberal y guerrerista de Obama, agruparon una votación importante contra el viejo dominio blanco, anglosajón, protestante y supremacista que representaba su contendor Mitt Romney; lo que pudiera indicar que la “Alianza del Arcoiris” que promovió en los años 80 el reverendo Jessy Jackson, seguidor de Martin Luther King, pudiera estarse reviviendo, aunque no cuente hoy con una figura nacional que sea capaz de hilvanar la pluralidad de sectores y propósitos, pero que pudiera indicar que estos sectores no han renunciado a contribuir a la derrota de cualquier otro representante del supremasismo corporativo, sea republicano, demócrata u offsider, vuelva a gobernar en la Casa Blanca.

Otro aspecto importante es confirmar que la presencia de Barack Obama en la Oficina Oval, es un hecho sicológico, histórico y cultural, al cual sus congéneres afrodescendientes no renunciaran jamás, aunque su actual situación no cambie en lo fundamental, porque ella es la conquista moral y política más importante de los afrodescendientes, latinos y pueblos originarios después de la victoria sobre la segregación racial de los años 60’s, dirigida por Martín Luther King y representa, como imaginario colectivo, su venganza contra el esclavismo, la segregación y la discriminación en los últimos 300 años.

En el mismo sentido, si un tema de algún sector social estuvo presente en esta contienda fue el tratamiento de la inmigración ilegal pero que, contrario a la lógica que indicaba el rechazo a un presidente que en cuatro años deportó más del doble de los deportados por su antecesor George W Bush en sus dos períodos de gobierno, fue clara la visión de los inmigrantes y los millones de norteamericanos de origen extranjero, que votando por Barak Obama, sería posible atender la situación de los jóvenes estudiantes ilegales y hijos de inmigrantes ilegales, así como los migrantes laborales, por cuanto la postura de las minorías supremacistas representadas por Romney fueron vistas como de “progrom”, gheto y deportación de los ilegales, no porque le quiten los empleos a los norteamericanos, sino porque en el fondo, reaccionan sobre lo que consideran “la bomba poblacional” que permitiría a mediados del presente siglo XXI, que los anglosajones y otros grupos sociales nórdicos, pierdan la condición de grupo mayoritario, convirtiendo a los Estados Unidos en un país de minorías, con posibilidades de perder el control de la Casa Blanca y el Capitolio y, por esa vía, la Corte Suprema y la Reserva Federal.

Por otro lado, mientras la otrora poderosa organización sindical AFL/CIO, cercana al partido Demócrata, pareciera salir del escenario de los grandes electores para jugar un papel secundario en medio de una crisis que expulsó de las empresas a millones de trabajadores y ha precarizado las condiciones de trabajo, la irrupción de los movimientos alternativos articulados alrededor del movimiento de los Ocuppy, demostraba su incapacidad de posicionarse en un escenario del debate presidencial, fracturado entre los tradicionales abstencionistas y los que consideraban que había que ser parte de un proceso real de la política norteamericana e influir en la dirección de ese proceso pero, de lo que no puede caber duda alguna, es que ese espontáneo movimiento, centrado en las principales ciudades usamericanas, representó un impacto en la conciencia de los jóvenes, los trabajadores y parte de los sectores medios pero que no logró potenciarse por la atomización del movimiento y la carencia de programa y liderazgos convergentes que hará más difícil, pero no imposible, el desarrollo y articulación del movimiento nacional anticapitalista en el seno de la decadente sociedad norteamericana, en la medida en que la crisis del Capital se profundice, la represión social se haga más generalizada y la guerra preventiva-disuasiva termine por agotar a la juventud norteamericana.

Quierase o no, la vida en el imperio debe seguir siendo objeto de estudio y seguimiento de su proceso político, social y militar y en ella no caben las simplificaciones personalistas ni las exageraciones academicistas, sino la escrutante aproximación empírica y el serio estudio científico que permita desarrollar a nuestros liderazgos emergentes en Nuestra América y el mundo, políticas dirigidas a neutralizar la fuerza imperialista, desinfluenciar su presencia en nuestras sociedades y economías y contribuir a su definitivo debilitamiento para abrir nuevos procesos liberadores a los pueblos y a toda la Humanidad.

yoelpmarcano@yahoo.com


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Yoel Pérez Marcano


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