Desde el inicio de la campaña electoral de cara a las elecciones federales en Rusia, que culminaron este domingo con la elección del candidato de “Rusia Unida”, Vladimir Putin, probablemente muy pocas personas dudaban en realidad de que el ex-primer ministro y por tercera vez, nuevo Jefe de Estado, perdería las elecciones de la Federación Rusa. La muy amplia ventaja alcanzada por Putin frente a sus adversarios con cerca del 62 % de los votos, seguido del comunista Guennadi Ziuganov con 17%, el nacional populista Vladimir Zhirinovsky 10 % y el empresario moscovita Mijaíl Prójorov con 5% de los votos es en extremo reveladora. Muy lejos de sorprendernos, nos propone una interesante reflexión sobre la situación de Rusia y Eurasia en particular y sobre la actual coyuntura planetaria de manera general.
Sin problematizar sobre la colosal campaña emprendida por occidente contra la “legalidad” o “legitimidad” de los resultados electorales, la política de relance del nuevo Estado nacional ruso bajo la mano fuerte de Putin con su paréntesis Medvedev (2000-2018), es la respuesta contundente al fracaso del proyecto neoliberal orquestado por Gorbachov y Yeltsin con la caída de bloque socialista a principios de los años 90’, que concluyó con la estrepitosa crisis de la economía rusa durante el período 97-98’ sumergiendo al país en un verdadero caos social y económico. Ahogada por las recetas del BM-FMI, con una inflación asfixiante, una tasa de desempleo considerable y una demografía a todas luces en declive, Rusia vio con buenos ojos el ascenso al poder del ala nacionalista dura de los ex-kagebistas.
Desde entonces la Política Putin se ha convertido en sinónimo de estabilidad política y económica al interior de Rusia y de contención y multipolaridad en el plano internacional. En momentos en que occidente arremete sin descanso contra toda posible amenaza geopolítica, el Kremlin ha marcado un doble ritmo; mediador en el consejo de Seguridad ONU, e interlocutor de temas como: Corea del Norte, Irán y su más reciente actuación en Siria por un lado y como Estado Fuerte que busca el bienestar y desarrollo de su nación mediante la planificación centralizada de políticas públicas y sociales por el otro; “La otra Rusia”, en palabras del propio Putin. Dicha política se ha orientado no sólo al re-posicionamiento de Rusia en la escena regional, sino y sobre todo, mundial.
“La otra Rusia”, que actualmente forma parte de los llamados BRIC’s -países con tasas de crecimiento elevadas y estables, grandes reservas naturales y financieras, así como un amplio margen de maniobra político-militar- es la obra más acabada de Vladimir Putin y la élite gobernante. Putin ha impulsado incansablemente una política de acercamiento estratégico con países de América Latina, donde Venezuela ocupa un lugar importante. Ha mantenido un intercambio comercial y financiero mucho más fluido con China, para “acabar con la parasitaría dominación del dólar”, en palabras de Hu Jintao y no ha escondido sus ambiciones de crear un verdadero contrapoder euroasiático para contener la desgastada hegemonía atlántica.
A pesar de las duras críticas de los medios pro occidentales sobre el centralismo de su política, la supuesta utilización y control de los medios de prensa a su favor y la denunciada corrupción de la élites que orbitan el kremlin, Putin se muestra un vector de estabilidad geopolítica fundamental tanto para Asia, como para América Latina. El vasto número de acuerdos firmados con Venezuela así como el volumen de inversiones entre nuestros países sobre todo en materia energético-militar no dejan duda de ello.
“La otra Rusia” diseñada por Putin, se ha caracterizado por el desarrollo y crecimiento de sus exportaciones de manera consecuente, sin que ello implicase un interacción en el sistema mundo al más puro estilo de la tradicional política belicista occidental. Es indudable que mientras occidente se ahoga en su desesperada y exangüe misión guerrerista en el Medio Oriente, El Zar ha hecho comprender a Rusia su nuevo rol como vanguardia del mundo multipolar. Ésta, y no una burda manipulación del Estado a su favor, es quizás la razón más poderosa para entender porqué este pasado domingo “la otra Rusia”, dio un nuevo mandato al hombre fuerte de la otrora superpotencia.
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