Estados Unidos-China

Una guerra económica que nadie desea

Nuevamente Estados Unidos ha retomado el camino de una guerra comercial contra China a la que acusa de provocar los graves problemas económicos que padece, debido a la devaluación de la moneda, el renmimbi (RMB), más conocida por yuan.

El pasado 11 de octubre, el Senado estadounidense aprobó por 63 a 35 votos, la Ley de Reforma para la Supervisión del Tipo de Cambio que pretende presionar a China para que reevalúe el yuan.
La prevista ley establecería la aplicación de aranceles penales a las mercancías de cualquier país que se consideren subsidiados por mantener baja la cotización de su moneda.

Según Estados Unidos, China mantiene baja la cotización de su moneda para abaratar las exportaciones y hacerlas más competitivas en cualquier mercado y por ende ha ayudado a fomentar su déficit comercial y el aumento del desempleo que supera el 9 %.

La iniciativa, para convertirse en ley, deberá ser aprobada por la Cámara de Representantes y después firmada por el presidente Barack Obama, quien días antes de la discusión en el Senado acusó al gigante asiático de haber llegado a Estados Unidos “mediante la manipulación del yuan para ayudar a las exportaciones”. Por tanto, se da por descontada su rúbrica.

La profunda crisis económica por la que atraviesa Washington desde 2008 se ha convertido en la lucha política fundamental de los dos partidos estadounidenses: los demócratas por mantener la presidencia y los republicanos por recuperarla.
En octubre del pasado año, la Cámara de Representantes abrió fuego contra el gigante asiático pero la iniciativa no pasó al Senado.

En esa ocasión, al defender el proyecto, la entonces presidenta de la Cámara, la demócrata Nancy Pelosi, argumentó que esa situación era una desventaja competitiva pues abarata los productos chinos exportados en contra de las fabricaciones estadounidenses y ha supuesto “la pérdida de dos millones de empleos en el país en la última década”.

Sobre esta agresiva política, que podría provocar una guerra económica entre los dos países con posibilidades de extensión, la lectura que hacen los especialistas es que al parecer solo Washington esta “autorizado” a hacer lo que desee con su moneda (dólar) como lo ha hecho desde la Segunda Guerra Mundial.
La reacción de las autoridades chinas fueron inmediatas al advertir su viceministro de Relaciones Exteriores, Cui Tiankai que la decisión “podría iniciar una guerra comercial” pues la medida "viola las normas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y obstaculiza las relaciones bilaterales”.

El vocero de la cancillería, Ma Zhaozu, la catalogó de “imprudente y falta de visión" pues la apreciación de la moneda no resolverá el problema del déficit comercial estadounidense ni el incremento de puestos de trabajo.
Zhaoxu emplazó a Estados Unidos a "abandonar el proteccionismo y la politización de los temas económicos para expandir los vínculos comerciales".
La Cámara de Comercio Internacional de China (CCICh) señaló que la aprobación del proyecto por el Senado, "no es justa" viola los acuerdos de la OMC y solo busca desviar la atención de la asfixiante situación nacional que vive ese país.

La medida tiene lugar en momentos que China aumenta sus importaciones desde Estados Unidos en una tasa promedio de 17 % anual a la par que crecen sus inversiones en Norteamérica.
Además el renmimbi se apreció más del 25 % desde 2005, pero contrariamente la tasa de desempleo en Estados Unidos aumentó del 7 % al 9,1 %. En junio de 2010, China realizó un ajuste en su moneda que la llevó a situarse a un cambio alrededor de 6,80 yuanes por dólar.

Como expliqué en un comentario anterior, China mantiene ese nivel cambiario con la compra de dólares por yuanes, y después coloca parte de esos billetes en el mercado de deuda estadounidense, los llamados títulos del Tesoro Público de los que ya posee más de un billón.
De esa forma, pone freno a la subida del yuan y aunque la hace dependiente del dólar, también la convierte en el mayor acreedor de Washington.

Como ambas economías se retroalimentan directamente a China tampoco le conviene que el dólar caiga en picada, mientras que un incremento acelerado del renmimbi haría a su industria menos competitiva, afectaría su mercado laboral al subir los precios de sus mercancías y bajaría la demanda con la consecuente reducción de la producción en las empresas exportadoras.

El primer ministro Wen Jiabao fue muy claro al analizar la latente problemática: “Si el yuan se aprecia de 20 a 40 %, como algunos piden, un gran número de empresas exportadoras chinas quebrarían, los empleados perderían sus puestos y los trabajadores migrantes tendrían que regresar al campo, lo cual haría muy difícil mantener la estabilidad social. De ninguna manera el mundo se beneficiaría de una crisis en la economía china”.

No solo la Cámara de Comercio China esta en desacuerdo con las amenazas de guerra económica de Washington, sino también ha sido rechazada por decenas de organizaciones empresariales estadounidenses, entre ellas, la Asociación de Exportadores e Importadores, que presionan para que la posible ley sea desechada debido a que acrecentaría los graves problemas económicos que ya presenta esa nación.
Washington podría disminuir su déficit comercial si regula los controles a las exportaciones a China y autoriza las ventas de productos de alta tecnología, hasta ahora prohibidas, que la obligaría a Beijing a realizar compras más costosas.

Dos razones muy fuertes son los verdaderos motivos de Estados Unidos para llevar adelante esa ley. La primera es que el gigante asiático pueda arrebatarle en unos años la hegemonía económica mundial (algunos afirman que en menos de 20 años) y la segunda es tratar de mantener al dólar como la moneda principal de intercambio mundial.

Observemos como se desarrollarán los acontecimientos futuros pero lo cierto es que para todos los países en general una guerra comercial entre Estados Unidos y China agravaría aún más la crisis económica mundial.

hedelberto@yahoo.es


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Hedelberto López Blanch

Graduado de contador (1967) y Licenciado en Periodismo (1972). Ha reportado numerosos eventos internacionales celebrados en Cuba, Angola, Zambia, Mozambique, Libia, Tanzania, Qatar, Zimbabwe, Sudáfrica, Alemania y Rusia. Fue corresponsal permanente de Juventud Rebelde en Nicaragua y asesor de redacción del diario Barricada en esa nación centroamericana entre 1985 y 1987. Ha obtenido varios premios de periodismo.

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