Plebiscito “chavista” en Chile

La derecha anda torpe. Cada vez que habla parece actuar de más y pensar de menos. Y eso la hace cometer grandes errores. Cada vez que declara a la prensa, sólo parece, en buen chileno, embarrarla más.

Así ha pasado con los dichos del secretario general de la UDI, Víctor Pérez, cuando enjuicia el plebiscito por la educación, realizado los días 7 y 8 de octubre, como un evento “chavista”. Dice Pérez que bajo esos métodos “no se gobierna un país serio”.

¿A qué le teme la derecha y la hace actuar con tanto sobresalto?

Que actúe torpe no significa que la derecha no calcule, ni que desconozca.

Para la derecha chilena y latinoamericana de nuestro tiempo, el recurso al “chavismo” ha sido como el foto-montaje de los tanques de Moscú entrando en Santiago (los únicos que en verdad entraron fueron los tanques golpistas) publicado en la prensa de los años “nefastos” de la Unidad Popular. Lo ridiculiza y caricaturiza para meter miedo. Así como supieron que con Allende lo terrible no eran los tanques soviéticos, saben precisamente que el “chavismo” es mucho más delicado que la imagen del “militar populista” que quieren vender. No ha sido precisamente con fusiles, sino a través de más de diez años copados de elecciones y plebiscitos abiertos, libres, transparentes y certificados por todos los organismos internacionales, la forma en que el proceso liderado por Chávez ha convocado y movilizado al pueblo, y ha cambiado un modelo neoliberal despiadado, que mantuvo al 70% de la población en la miseria, por una democracia social. Las urnas han abierto, ahora sí, los cauces de la voluntad popular, que dejó de creer de una vez en cuentos de terror. Y lo mismo ha ocurrido, alterando la correlación de fuerzas y la ideología de la derrota, en Ecuador, Bolivia, entre otros.

La derecha también calcula. Sabe que ganó las elecciones de 2010 con algo más de 2 millones de votos, y se percata de que en este plebiscito tan poco “serio” votaron alrededor de 1 millón y medio de chilenos. Y que la abrumadora mayoría votó contra los dogmas que le dan legitimidad a la derecha y vigencia al chantaje concertacionista. Debe ser duro ver que de andar fascinadas por los juegos de fútbol y las liquidaciones de medianoche, las gentes recuerdan que la política existe.

Y por último sabe, aunque insista una y otra vez en lo que el historiador Sergio Grez llama la “mitología patriótica y democrática” del país “serio” y “representativo”, que las tres Constituciones de Chile “tuvieron como parteras a las Fuerzas Armadas que, actuando como `garantes´ del Estado y del orden social, pusieron sus fusiles y cañones para inclinar la balanza (…) las Constituciones chilenas han surgido de la imposición militar y de maniobras de las clases dominantes y de la clase política (…) la ciudadanía ha sido casi siempre un espectador o un actor secundario”.

Por algo la derecha prefirió golpear, otra vez, en 1973, antes de someterse a la idea de plebiscito que concebía Salvador Allende. Las únicas veces que ha ido a consulta en los últimos 31 años, 1980 y 1988, el resultado se sabía de antemano o –como ha demostrado la historia- no alteraba las reglas del juego. En definitiva, la derecha sólo se siente cómoda cuando gana “por secretaría”.

En resumen, al referirse al plebiscito la derecha se exalta, quizá por ver la tremenda capacidad de convocatoria ciudadana, comparada con la pequeña proporción de chilenos que definen la elección presidencial; quizá por ver que su orden se ha basado en tener al pueblo alejado de las urnas y del poder de decidir; y porque ve que en América Latina (más allá de las caricaturas que fabrica para ahuyentar “monstruos”) los plebiscitos que llama “chavistas” han sido un instrumento democrático fabuloso de transformación y empoderamiento ciudadano.

No cabe duda, la derecha está torpe, comete errores y la embarra. Cada vez que habla, sólo le da mayor consistencia y sentido político a un movimiento que apenas alza su poderoso vuelo.


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Matías Bosch

Miembro de un partido que no existe. Defensor de los derechos y la dignidad plena. Amante de la naturaleza, y de todo lo bueno y hermoso.

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