El final de Muamar el Gadafi

A la velocidad con que ocurren los acontecimientos hoy día, uno tiene que expresarse sobre un tema antes de que las agencias noticiosas controladas por vaya uno a saber que poderes ocultos, anuncien otra cosa. Se que este artículo pueda causar reacciones airadas y que podría pensarse que quiero "hacer leña del árbol caído". No es así: es simplemente, mi ejercicio de la libertad de expresión.

Antes que nada, debo decir que no paso las dictaduras de cualquier signo y sus ejecutores. Para mi entender, Muamar el Gadafi sí es un dictador. ¿Como llegó al poder?: por un golpe de estado en contra de la autoridad ilegítima de un monarca. Pero llega al poder y ¿que es lo que hace?. En esto que voy a decir, reconozco que Gadafi es diferente de los demás: es cierto que padeció siempre de miopía política para implantar reformas verdaderamente democráticas, pero no de ésas que le gustan al Imperio Equívoco, que dió a su familia y a sí mismo sus fastuosos lujos; pero a cambio, ofreció lo que los demás mandatarios africanos no quisieron ofrecer a sus pueblos, salvo alguna excepción: una norma de vida que permitía vivir sin estrecheces, con seguridad social, con adecuada atención hospitalaria, con nacionalizaciones, con un sistema educativo igualitario, con respeto al sistema de tribus que impera en Libia quizá desde sus orígenes, con obras de infraestructura que aprovecharon las riquezas inusuales de esta gran nación africana. Alguno me dirá que era preferible conseguir todos esos logros con "libertad y democracia". Me veré obligado a negarlo: ya conocemos esa canción de memoria, ¿cuantos gobiernos "mejor vestidos" que las dictaduras ofrecieron tales beneficios?. Muy pocos. Y cuando esos gobiernos ofrecían algo, ese "algo" era solamente "la limosna", el "repele". ¿Eso es una política de Estado?. ¿Eso puede llamarse "libertad y democracia"?. Pregúntenselo al Mandadero Mayor que está en Washington o a su Secretaria de Estado cornuda...

Quizá podría compararse el desempeño de Muamar el Gadafi, con el de un "dictador progresista" como en apariencia fue Antonio Guzmán Blanco en la Venezuela de finales del siglo 19. Desafortunadamente, Gadafi cometió errores que terminaron precipitando su posible final, y de los cuales parece que no hay remisión posible, a manos de los genocidas ejércitos de la OTAN, la que supuestamente regenta el aborrecible pelele danés de apellido Rasmussen. Fuera nada que se hiciera construir un costoso automóvil o que se rodeara de jóvenes mujeres expertas en las mil y un artes marciales o que se le otorgara, sin merecerla realmente, la Espada del Libertador. Lo peor que hizo fue desdecirse de su nacionalismo, expresado en El Libro Verde, suerte de catecismo de la Revolución que él encabezó en 1969: permitió una inaceptable "privatización", aunque a medias, de su industria petrolera; entregó buena parte de las valiosas y codiciadas reservas libias a los bancos europeos; no adquirió armamento anti-aéreo, o se deshizo del que ya tenía porque "se lo sugirieron" y haber entregado dinero para el financiamiento tanto de una universidad inglesa como para la campaña política de un reconocido bribón y cornúpeta que llegaría a la Presidencia de Francia, a cuenta de que le podía beneficiar. Hay quien dice que Muamar el Gadafi llegó a financiar a terroristas como al fulano "Chacal", ahora sepultado en Francia, pero ¿quien no conoce el financiamiento de los paramilitares colombianos?, ¿quien financia a los comandos terroristas israelíes?. Ya sabemos las respuestas.

Las consecuencias, las conocemos de sobra: al hombre, que hasta hace unos meses los indignos gobernantes europeos recibían con alfombra roja, saludos militares y grandes efusiones porque estaban interesados en su obesa chequera, ahora se le desprecia porque "ha perdido toda legitimidad y tiene que irse". De modo que no es ya el asunto de mi rechazo a los dictadores, sino que algo más repulsivo que una Dictadura parece que se terminará imponiendo en la ahora castigada Libia, que tendrá que soportar a un malhadado Consejo de Supuesta Transición cuyos miembros fueron "escogidos" entre el estercolero de los opositores feroces del casi depuesto hombre fuerte de Libia. Preparándole el camino, llegaron los facinerosos "rebeldes" que no saben manejar un arma y los mercenarios sanguinarios. Detrás de todo esto, está la mano de los títeres que malgobiernan Europa, que no temen gastarse el dinero de los ciudadanos en aventuras genocidas de este tipo, bien sea para pagar desde la boda de un par de vagos en el Reino Unido, su "burocracia exquisita" que conspira contra el ahora defenestrado pero absuelto presidente del FMI, hasta todos sus desaciertos "económicos" que han originado a los llamados "indignados". Y ahora están detrás de los jugosos "contratos de reconstrucción" (¿?) que les permitirán no precisamente "reconstruir" sus maltrechas economías. "Nada es gratis en esta vida", como dijo el sátrapa Sebastián "Piraña"...

Pero no son solo los libios honestos y decentes los únicos que pagan los platos rotos perdiendo sus beneficios, su tranquilidad y hasta su vida: Venezuela había contado con Libia siempre para defender la idea primigenia de la OPEP de vender el "oro negro" al mejor precio sin necesidad de complacer la gula de los gobiernos a los que no satisfacen todo el oro y las riquezas que se puedan robar. Se pierde un valioso socio y la OPEP, gracias a "los buenos oficios" de la OTAN puede perecer cualquier día de estos. Y eso es lo que más desean los parásitos antipatriotas que vegetan en la Asamblea Nacional. Y bien podríamos esperar que nos invadieran, si no fuera por el armamento que nuestro Gobierno Bolivariano ha adquirido, independientemente de donde estén colocadas nuestras bien preciadas Reservas: el peligro está en todas partes.

No me gustan las dictaduras de cualquier signo, pero detesto profundamente a los gobiernos que en nombre de la Libertad y la Democracia pretenden cubrirnos a todos de miserias, prohíben a sus ciudadanos el disenso y tienen listas sus garras de ave de rapiña para robar y dividir y a los gobiernos "títeres", antinacionalistas, hipócritas y monárquicos, que pretenden presentar una democracia parlamentaria que solo se traduce en lamer las botas del Imperio Equívoco.

Por eso, en esta hora menguada, en la que es posible el triunfo del genocidio y la sinrazón de la opresión imperial, va mi solidaridad con el pueblo libio, esperando que en algún momento se rebele y aplaste este intento que conducirá probablemente a una carnicería que bien se podía haber evitado si ciertos gobiernos que se dicen nuestros "amigos" lo hubiesen querido. Supongo que no necesito decir cuales son esos gobiernos.

¡¡¡QUE NO VUELVAN JAMÁS!!!.

rj1962@cantv.net


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Roberto Arenas


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