Tres meses después del estallido en Libia del motín meticulosamente preparado con apoyo extranjero, trascendió que el plan para derribar al régimen del país, como se hizo con muy poco esfuerzo en Túnez y Egipto, no se iba a materializar. El fracaso dejó claramente a los autores del plan en un estado de parálisis. Hasta hoy en día, la crítica que se ganó Bahrain es mínima cuando médicos y enfermeras terminaron en la cárcel donde fueron torturados por haber atendido a los heridos durante las escaramuzas al margen del bando que fueran y la Organización de Naciones Unidas, ONU pareciera no tener nada que decir acerca del Yemen y Siria donde la lucha de semanas ha dejado un número de muertos comparable al de Libia.
Ambos países habrían enfrentado una inminente “democratización” luego de la caída de Gadafi, pero los designios de largo alcance de Occidente se descarrilaron a raíz de la resuelta resistencia montada por la Jamahiriya.Sin duda alguna que los planes para cambios en serie de régimen están vigentes todavía y los retardos son solo tácticos. Por el momento, las metas inmediatas de Occidente son la de deshacerse de Gadafi ya sea llevándolo a juicio en una corte internacional o asesinándolo e instalar en Libia un régimen obsecuente que después de años de dolores de cabeza le de acceso a las compañías occidentales a los lucrativos recursos naturales del país y sus estratégicas infraestructuras.
Posiblemente los enemigos de Gadafi tengan la esperanza que los libios descontentos, al enfrentarse a la lucha cotidiana por el sustento, que al estar habituados a cierto poder adquisitivo, junto a la gasolina y demás servicios a precios regulados (una cena en un buen restaurante de Trípoli cuesta menos que un sándwich en cualquier cafetería de París) se rebelará contra el desafiante coronel o por lo menos le negará el apoyo público acostumbrado de antes. En consecuencia, mientras la cacería de Gadafi continúa, esta será combinada con el bombardeo de la infraestructura económica y administrativa de Libia hasta que una misión militar y “humanista” patrocinada por la ONU se convierta en opción.Los roles en la política internacional están evolucionando ante nuestros propios ojos. En el pasado reciente, el Consejo de Seguridad de la ONU solo legitimó la agresión a Yugoslavia, las ocupaciones de Irak y Afganistán o los resultados de elecciones en países aplastados bajo la bota militar cuando todo lo anterior eran ya hechos consumados, pero hoy en día, la ONU no es más que una punta de lanza de una ofensiva destinada a desplazar un gobierno de un país soberano.
Intensos esfuerzos están en marcha para demostrar que una misión “humanitaria” de la ONU es lo que se necesita.El gobierno libio continúa invitando comisiones internacionales que podrían familiarizarse con la situación del país en el terreno. En realidad, un grupo de expertos de la ONU visitó Libia durante el mes de abril, pero hasta ahora no ha emitido informe alguno.
Considerando el hecho que este grupo contaba con la presencia del representante egipcio para los derechos humanos, Cherif Bassiouni, su colega de Jordania, Osma Khader y el jurista canadiense Philippe Kirsch –ningunos expertos—las conclusiones no publicadas producto de la visita no permiten ninguna aproximación.En el mes de febrero recién pasado, la Corte Penal de la ONU abrió una investigación en torno a los “crímenes de guerra” en Libia, siendo Gadafi y otros altos funcionarios libios los posibles acusados. El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, no perdió tiempo para declarar el 20 de abril pasado, sin tener ninguna evidencia, que las acciones del ejército libio en Misrata constituían crímenes de guerra.
Mientras la parte “legal” de la campaña se encuentra en preparación, se están barajando planes para una operación invasiva que será tildada como humanitaria. Estados Unidos, país que asumió el rol principal de la ofensiva en su primera fase, se retiró de la parte militar de la campaña en el mes de marzo dejando las misiones “humanitarias” y de combate a la OTAN y la Unión Europea. De hecho, Washington se retiró del escenario central y obligó a sus aliados a asumir la responsabilidad de lo que estaba sucediendo, aunque por supuesto, continúa suministrando bombas y misiles inteligentes y entregando información de reconocimiento satelital a la coalición.El 21 de marzo pasado, los ministros de relaciones exteriores de la Unión Europea se comprometieron a despachar con prontitud fuerzas militares a pedido de al ONU con el objeto de asegurar los convoyes “humanitarios” hacia Libia. Se supo el 7 de abril que Alemania enviaría personal de la Bundeswehr como parte de un grupo de combate de la Unión Europea, encargado de la asistencia a una misión “humanitaria” dentro del marco de la operación denominada Eufor Libia.
También en el mes de abril, asesores militares de Francia, Italia y Gran Bretaña se infiltraron en Benghazi. Los oficiales británicos admitieron estar asistiendo al Consejo de Transición en cuestiones organizativas, abastecimientos y comunicaciones. Su participación ocasionó que la baronesa Valery Amos, líder de la Cámara de los Lores durante la tenencia de Tony Blair y actualmente Sub Secretaria General de la ONU para Asuntos Humanitarios y Coordinadora de Ayuda de Emergencia, cuestionara el status del personal militar y opinara en contra de la desaparición de los límites entre la asistencia humanitaria y la asistencia militar, pero lo que escuchó en respuesta fue que los asesores no son lo mismo que las tropas. Con anterioridad, la baronesa Amos manifestó su oposición al plan de la Unión Europea para estacionar a mil efectivos militares en Libia como una fuerza de seguridad para las misiones humanitarias. La Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Catherine Ashton se encuentra entre los autores del plan y ambas, Amos y Ashton, militan en el Partido Laborista. De hecho, los grupos humanitarios indicaron que al estar enmarcados por tropas inglesas, los expondría a riesgos mayores antes que hacerlos sentirse seguros, pero, las apuestas en el juego son demasiados altas como para que las voces que disienten sean escuchadas.Según el derecho internacional, llevar a cabo operaciones humanitarias o de pacificación en el territorio de un país soberano, requiere del consentimiento de este, lo cual obviamente no es lo que sucede hoy en Libia. Formalmente, el llamado hecho por la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU a la Comunidad Europea podría facilitar el envío de fuerzas a Libia –el personal de la oficina invariablemente aparece cuando algo por el estilo asoma en el horizonte. Este personal apareció en Benghazi en febrero pasado y un alto funcionario de la organización se presentó en el reducto de los rebeldes a comienzos de mayo, lo cual indica que algo extraordinario se está cocinando.
En cuanto a Trípoli, doce empleados de la ONU fueron evacuados de la ciudad por vía aérea la mañana del 1º de mayo cuando una muchedumbre indignada por la muerte del hijo de Gadafi y tres nietos durante un ataque aéreo, asaltó las oficinas de la ONU.Se informó que el gobierno libio se disculpó por el incidente y que el personal evacuado regresaría bajo condiciones apropiadas. En cuestión de días el personal evacuado estaba en la ciudad del Cairo donde se estaba instalando el centro de control para la futura operación “humanitaria” que debía iniciarse en la parte oriental de Libia. La ONU está contratando personal para trabajar en Libia, dándole preferencia a personal de seguridad con fluidez en el idioma árabe.
El servicio de seguridad de la ONU –Departamento de Seguros y Seguridad—merece una mención aparte. Su jefe, el Sub Secretario General para la Seguridad, Gregory Starr, se pasó veinte (20) años en el Departamento de Estado norteamericano a cargo de la seguridad de las misiones de este país en el exterior, de manera que su vínculo con la comunidad de inteligencia de EU es un secreto a voces. Curiosamente, Argelia, país donde la oficina de la ONU fue volada el año 2007 por grupos musulmanes radicales que actualmente gozan de gran influencia en el país, no figura en la agenda de Occidente para la promoción de la democracia. Al margen de las amenazas, al personal de la ONU en Argelia le fue permitido traer al país a sus familias y los niveles de alerta terrorista han sido reducidos.De manera milagrosa, Argelia, país que es sede de la Organización Al Kaeda en el Maghreb Islámico, no ha visto levantamientos ni intentos de golpe durante esta oleada de revueltas a través del mundo árabe… Sospechosa combinación de circunstancias, ¿verdad?
Continúa.
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Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
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