El aparecimiento de 72 cadáveres de migrantes latinoamericanos de tránsito por México se ha convertido en los últimos días en el detonante de las lamentaciones y la sorpresa por parte, tanto de las autoridades mexicanas, como de otras nacionalidades; sin embargo, numerosas denuncias hechas con anterioridad, dan cuenta que la sorpresa y la tolerancia no son lo mismo…o tal vez sí.
Durante una visita que realicé a una colonia periférica de la ciudad de Tegucigalpa, en el marco de una investigación sobre comunidades de origen de la migración, escuché un testimonio que me dejó helado: un joven de alrededor de 20 años había vuelto del “infierno” (ver: Bienvenido al infierno de Julio Scherer García http://www.kaosenlared.net/noticia/mexico-bienvenidos-al-infierno). El infierno al que hacen referencia tanto el joven hondureño como Scherer, es el del trato a los migrantes latinoamericanos en su paso por México.
El relato del hondureño hacía referencia a su captura como parte de un grupo de migrantes en tránsito, compuesto por hondureños en su mayoría, guatemaltecos, salvadoreños y algunos nicaragüenses que viajaban en el tren y en un punto del camino, el tren disminuyó la marcha, hasta detenerse donde lo esperaban varios vehículos que cargaron –ordenadamente- a todos los migrantes y los condujeron a una casa en las afueras de la ciudad. Después de despojarlos de los objetos de valor que tenían y descalzarlos, los dejaron custodiados por alrededor de 12 corpulentos vigilantes muy bien armados y equipados. Posteriormente, al revisarlos uno por uno, se dieron a la tarea de llamar a sus familiares tanto en el lugar de origen, como en el destino en Estados Unidos, para pedir el rescate consistente en 3,000 dólares.
Casos como este han sido registrados por la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, que de septiembre de 2008 a febrero de 2009 da cuenta de 9,758 secuestros de migrantes. Scherer, en el artículo citado dice:
“A los migrantes los explotan las bandas de los Zetas, los Maras, los polleros. Cierran el cerco los policías municipales, los estatales, los patrulleros y un avispero de malhechores protegidos por placas y disfrazados con las ropas y los modos del poder.”
Los registros de la Comisión Nacional de Derechos Humanos no se limitan al Estado de Tamaulipas, sino que recorren el territorio mexicano de sur a norte. De la misma manera, la Diócesis de Saltillo y otras intstituciones, en su pronunciamiento: “La Masacre a los 72 migrantes es una irresponsabilidad del Estado mexicano en materia de derechos humanos”, del 26 de agosto, manifiesta:
“Que éste no es un hecho aislado, sino que corresponde a todo un escenario de persecución y muerte, en el que las personas migrantes sufren la condición de invisibilidad a la que los condena la política migratoria actual. En este sentido:
- Reprobamos la declaración del gobierno federal en la que se manifestó que esta masacre corresponde a pugnas libradas entre grupos del crimen organizado.
- Condenamos la falta de voluntad del Instituto Nacional de Migración para aceptar la realidad de sistemática violación de derechos humanos de las personas migrantes y decir, como lo ha expresado, que únicamente se han registrado en el año “seis o siete eventos de secuestro”.
- Consideramos totalmente insuficientes las palabras de condolencia de la Secretaría de Relaciones Exteriores ante un acontecimiento tan significativo de holocausto contra personas de países latinoamericanos” (http://www.voces.org.sv/spip.php?article1849).
En el mismo tono, Ana María Aragonés en un artículo de opinión aparecido en la Jornada en Internet expresa:
“nos llena de enorme rabia cuando Felipe Calderón afirma que esto se debe a que “el cártel de Los Zetas están recurriendo a la extorsión y al secuestro de migrantes como mecanismo de financiamiento y reclutamiento”.”
Además de la rabia que expresa la autora, es importante señalar que estas palabras del presidente de México encierran otra condena a los migrantes, aún cuando quieren expresar otra cosa, cuando da a entender que el crecimiento de los “Z” se debe a los migrantes (“mecanismo de financiamiento y reclutamiento”). Si los migrantes son reclutados, significa que pasan a formar parte de…¿o no? Preocupante cuando viene de quien conduce la política de seguridad que protege a los migrantes en tránsito.
Continúa Aragonés:
“…la realidad es que la falta de autoridad y la absoluta ingobernabilidad en la que el país se encuentra permiten a la delincuencia organizada ya no sólo el trasiego de la droga, sino ampliar su cadena delictiva ante la absoluta impunidad y corrupción.”( http://www.jornada.unam.mx/2010/08/28/index.php?section=opinion&article=021a2pol).
Es evidente la desprotección total en la que se encuentran los migrantes en su tránsito hacia y dentro de los EEUU, parte importante de esta desprotección se debe a la invisibilización de los flujos de migrantes que diariamente y recorriendo el Sur, se dirigen al Norte. Esta situación no va a mejorar mientras la emigración siga siendo política de Estado de los estados centroamericanos, pues, al dejar abandonadas y desprotegidas a las comunidades de origen, tal como lo demuestra la investigación a la que hice referencia al comienzo, no será posible encontrar otras maneras de enfrentar la migración con menos riesgos.
Hechos como el que ha sido el detonante de una especie de fiebre pro migrantes, abre algunas interrogantes: ¿será el secuestro de los migrantes una parte de la política de control migratorio ejercida por el Estado mexicano, pero ejecutada por otros agentes? Finalmente, quien ha puesto de manifiesto esta situación ha sido un humilde ecuatoriano a quien los medios de comunicación han condenado tras dar a conocer su identidad, la de su familia y su domicilio.
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