“Que el fraude electoral de México jamás se olvide”

La urgencia politica abarca a la economia

La semana pasada me referí a la urgencia por recuperar la política del marasmo en que la han colocado quienes no tienen más objetivo que la satisfacción de ambiciones personales, que medran con lo que debiera ser servicio público y que la han prostituido. Hoy quiero abordar las implicaciones económicas de tal estado de cosas y aportar elementos para que los mexicanos nos decidamos a, de una vez por todas, transformar de raíz la insoportable realidad nacional. Es necesario generalizar la convicción de que la política nos atañe a todos y, en consecuencia, ejercer el sagrado derecho a imponer el sistema de gobierno que garantice nuestra legítima aspiración a la justicia y al bienestar.

Ciertamente, el más oneroso de los efectos de la prostitución de la política se manifiesta en la creciente y abrumadora desigualdad, por la que un pequeño grupo –oligarquía- se enriquece enormemente en tanto que la inmensa mayoría de la población registra niveles intolerables de empobrecimiento. No de otra manera pudiera resultar si, como sucede, ese pequeño grupo es el que se ha apoderado del gobierno y el que toma las decisiones de fondo, siempre en función de sus muy privados intereses y amparados en las recetas y modelos económicos impuestos por los organismos financieros internacionales. Voy a enumerar algunas de las formas en que se materializa esta condición:

1.- Economía de libre mercado.- Con un dogmatismo rayano en fundamentalismo cuasi religioso (neoliberalismo) se decreta que el destino del país debe ser determinado por el libre juego de las fuerzas del mercado y que, por tanto, la única responsabilidad del estado es garantizar esa libertad. El supuesto teórico de tal definición consiste en que, de manera natural, el afán de lucro de los individuos genera la oferta de los satisfactores demandados por la población y que la riqueza así generada, también de forma espontánea, se derrama sobre el conjunto. En tal condición queda excluida la posibilidad de que el estado intervenga para conducir la actividad económica conforme a los intereses de la nación. Más aún, la libertad de mercado no se limita dentro de las fronteras nacionales, sino que se hace global, para que concurran al mercado nacional los jugadores de todo el mundo; supuestamente se trata de que la competencia indique lo que el país debe producir y exportar y lo que debe abandonar para comprarlo en el exterior. Cruel y despiadada, la realidad ha respondido negando la validez de tal supuesto teórico, el resultado es el estancamiento, la desindustrialización, la pérdida del empleo y la grosera cuan criminal concentración de la riqueza.

2.- Desmantelamiento del estado.- Conforme al catecismo neoliberal, la competencia es perfecta, como si todo el mundo tuviera condiciones de igualdad para competir y todos calificáramos en la categoría de pesos pesados. Tremenda falsedad. Para corregir las imperfecciones de la competencia es imprescindible la intervención del estado, tanto en su función de regulador de la actividad económica, como en la de operar como elemento activo de la producción, sea para la salvaguarda de la soberanía, para la inducción de procesos de industrialización o para la protección de consumidores y productores locales. Así venía funcionando el régimen de economía mixta y generó ritmos acelerados de crecimiento y de incorporación de la población al bienestar por el empleo que, aún con las aberrantes condiciones de corrupción que caracterizaron al funcionamiento del PRI, cumplieron en buena medida sus objetivos. Pero la imposición de los cánones neoliberales devino en la privatización de casi todo el aparato paraestatal anterior de los que sólo se han salvado el petróleo y la electricidad, no sin que su vigencia vaya quedando en la ruina por la acción intencional de los gobiernos neoliberales.

3.- Privilegios a la inversión extranjera.- Consecuentemente con sus postulados doctrinarios, los tecnócratas neoliberales han asumido la incapacidad de las fuerzas productivas domésticas y han privilegiado la inversión extranjera. Competitividad la llaman y consiste en asegurar al gran capital internacional las condiciones más favorables para invertir en México, en competencia con otros países emergentes. En ello va incluido el nefasto régimen fiscal por el que las grandes empresas, cuyo pago de impuestos debiese ser el soporte de las finanzas públicas, queden exentas de contribuir; la carga fiscal queda sobre las espaldas de la mayoría del pueblo, sea por pago de impuestos excesivos o por sobreexplotación de las riquezas naturales propiedad de la nación (lo que dejan de pagar equivale al ingreso por la renta petrolera). En los mismos términos, el régimen neoliberal se ha hecho cargo de abaratar la mano de obra mexicana, también en aras de la famosa competitividad, regresando el reloj de la historia a las condiciones laborales decimonónicas.

4.- Destrucción del mercado interno.- La reforma estructural de la economía iniciada por Carlos Salinas desde que era secretario de programación y presupuesto con De la Madrid, apostó a que las exportaciones fuesen el motor que jalase la economía. Tremendo fracaso. El costo de la apuesta fallida ha sido la destrucción del incipiente mercado interno. Se supuso que la exportación generaría los puestos de trabajo que se perderían por las importaciones de productos del campo e industriales, cosa que no sucedió sino que, para colmo de males, sólo alimentó el desempleo y la migración con las secuelas de desintegración familiar y aumento de la delincuencia.

Puedo seguir enumerando toda una larga lista de fracasos. El espacio no lo permite. Concluyo coincidiendo con Andrés Manuel de que hace falta crear una nueva economía. El Proyecto Alternativo de Nación es claro y lo seguiré comentando posteriormente. Animo: tenemos rumbo y tenemos líder.

gerdez999@yahoo.com.mx



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Gerardo Fernández Casanova


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