11-05-25.-Entrevista con Héctor Alejo Rodríguez, Secretario de RR.II del PCV a propósito del 80° aniversario de la victoria del Ejército Rojo sobre el nazi-fascismo.
Tribuna Popular.- Es muy común en las vísperas del 9 de mayo de cada año, leer versiones muy hollywoodenses sobre la Segunda Guerra Mundial. Pero éste no es un aniversario cualquiera, se cumplen 80 años de victoria del Ejército Rojo sobre el nazi-fascismo y es necesario reflexionar sobre las tergiversaciones que hay en torno a este hito y sus repercusiones en la actualidad. Para ello, en Tribuna Popular (TP) conversamos con el Secretario de Relaciones Internacionales del Comité Central del Partido Comunista de Venezuela (PCV), Héctor Alejo Rodríguez.
TP: ¿Qué elementos considera fundamentales para entender las tergiversaciones históricas sobre la derrota del nazi-fascismo?
Héctor Alejo Rodríguez (HAR): Luego de la gran victoria sobre el nazi-fascismo, y ante el peligro que representaba para el capital mundial el liderazgo creciente de la URSS, se desplegó una campaña de tergiversación histórica para sobredimensionar el papel de los países capitalistas, especialmente Estados Unidos e Inglaterra, en la derrota del fascismo. Fue un esfuerzo deliberado por ocultar el papel decisivo de la Unión Soviética y desacreditar el modelo socialista.
TP: ¿Por qué considera que se intenta invisibilizar el papel de la URSS?
HAR: Porque en ese momento la URSS era un Estado obrero, dirigido por un partido comunista, producto de una revolución que había derrocado al poder burgués en 1917. Eso representaba una amenaza directa a los intereses del capital mundial. De ahí que necesitaran borrar el ejemplo soviético del imaginario popular.
TP: Muchos sectores, incluso de la izquierda, hablan de la Segunda Guerra Mundial como una lucha entre la humanidad y el fascismo. ¿Qué opinas de esa caracterización?
HAR: Es una visión simplista que oculta lo esencial: la Segunda Guerra Mundial fue, en lo fundamental, una guerra imperialista. Alemania había salido de una Primera Guerra Mundial herida; había perdido posiciones hegemónicas de poder y luego de esa guerra entró en una profunda crisis económica, con desempleo e hiperinflación.
El fracaso de la socialdemocracia en la gestión de esta crisis creó las condiciones para que una fuerza política que era insignificante como el partido de Hitler, pudiera escalar posiciones, aprovechando el descontento en las masas obreras alemanas, y con un discurso que prometía recuperar el poderío alemán.
TP: ¿Qué diferencia había, entonces, entre los intereses de Alemania y los de la URSS en esa guerra?
HAR: Mientras Alemania apostaba por la expansión y la revancha, la URSS libraba una guerra de defensa. Había creado una confederación de pueblos liberados del zarismo y defendía su soberanía frente a un agresor expansionista. Eso cambia por completo la naturaleza de su participación en el conflicto.

La bandera de la victoria sobre el Reichstag, por Evguéni Jaldéi
TP: ¿Cómo impacta esa tergiversación histórica en el discurso político actual?
HAR: El progresismo contemporáneo, heredero de la vieja socialdemocracia, usa el término fascismo como un espantapájaros para condicionar alianzas policlasistas que son esencialmente antiobreras. Manipulan a la clase trabajadora haciéndole creer que no hay opción más que aliarse con ellos. Y cuando un partido no se pliega, lo tachan de “traidor”.
TP: ¿Qué lectura hace del actual papel de Rusia en el escenario internacional?
HAR: Rusia hoy no tiene nada que ver con la URSS. Es un país capitalista, inserto en las leyes del capital global. Su participación en la guerra en Ucrania deja esto en evidencia. Aunque en Ucrania sí hay fuerzas fascistas activas, el conflicto en sí mismo es una nueva guerra imperialista, donde lo que está en juego son recursos, mercados y rutas comerciales, no los intereses de los trabajadores.
TP: ¿Cree que estamos ante una amenaza global de guerra?
HAR: Sin duda. Se avecina una crisis capitalista de sobreproducción muy profunda. Hay una deuda que cuadruplica o quintuplica el PIB mundial, lo cual evidencia una burbuja que estallará. El capital responde a esto destruyendo derechos laborales y recurriendo a la guerra para reorganizar el sistema a su favor. La agresividad de las potencias aumenta a medida que se reduce la tasa de ganancia y los mercados se achican.
Cuando las leyes del libre mercado son insuficientes para resolver este tipo de crisis, entonces los Estados-Nación empiezan a actuar. Allí tenemos a Trump imponiendo aranceles desde Estados Unidos. Pero llega un punto en el que esa intervención de los Estados trasciende las medidas económicas y va a lo político-militar y allí está la amenaza de la guerra, porque es precisamente la forma más directa de destruir a tu adversario.
TP: ¿Y qué rol juegan las llamadas potencias emergentes o los bloques como los BRICS?
HAR: Aquí hay otra trampa ideológica. Algunas fuerzas de izquierda difunden pseudoteorías que presentan estos bloques como alternativos o progresistas. Eso solo prepara a la clase obrera para terminar subordinada a uno u otro polo del capital en una eventual guerra. Es geopolítica sin análisis de clase, y eso solo conduce a la derrota ideológica.

TP: ¿Hay un resurgimiento real del fascismo hoy?
HAR: Sí, en Europa están avanzando partidos ultraconservadores, con discursos muy parecidos al del nazismo: antiinmigrantes, ultranacionalistas. Pero hasta ahora no han podido ejecutar sus programas plenamente. Lo harán cuando el capital los necesite. El fascismo es una forma de gestión del capital. Siempre surge en momentos de crisis, como ocurrió con Hitler.
El fracaso de la socialdemocracia y de los partidos de la derecha tradicional para cumplir sus promesas ha generado un nivel de cansancio y agotamiento de las masas, que las lleva a apoyar «terceras vías», pero no a fuerzas propias e independientes, sino a opciones más conservadoras y reaccionarias como Milei, Bolsonaro o María Corina Machado.

TP: ¿Cómo evalúa el uso del término “fascismo” en la política venezolana?
HAR: El PSUV usa el término como herramienta de dominación ideológica y represión política. Toda fuerza que se les opone es “fascista”. Así justifican sus alianzas con sectores del capital, la represión de disidencias, y la restricción de libertades democráticas. Usan el antifascismo como máscara para políticas neoliberales: eliminación del salario, criminalización de la protesta sindical y represión de partidos no subordinados.
TP: Finalmente, ¿cuál es la tarea de las fuerzas revolucionarias y la izquierda auténtica ante este panorama?
HAR: Recuperar el análisis de clase. Denunciar el carácter imperialista de las guerras actuales. No caer en la trampa que divide el mundo en polos “buenos” y “malos” del capital. La clase obrera debe construir su propio camino, con independencia de clase, combatiendo al capital y a sus operadores políticos, cualquiera sea la forma que adopten.