Lujo idealista

Si bien la revolución busca que la propiedad se disfrute en común, la igualdad se aplaza como si fuera un lujo idealista. Un tardío reconocimiento de las equivocaciones con la masa abandonada en la planificación del socialismo más dependiente del Estado. El proceso se encuentran en una situación ideológica intolerable, provocan ensayos de reforma tan entreverados que resulta imposible ponerlas en práctica, y no es cuestión de tiempo, porque ninguna conseguirá modificaciones importantes para un socialismo científico ya que solo combaten los síntomas no la raíz del problema.

Todavía, solo los ricos se permiten jardines económicos y abusos con la ley, los pobres solo tienen la dependencia con sus mil caras, somos en teoría lo suficientemente democráticos para solo pensar que todo el mundo tiene derecho a hermosos sentimientos, y eso que todos pagamos impuestos y votamos en las urnas a cada rato por la igualdad de oportunidades.

Nuestras dificultades con relación al socialismo se deben a que continuamos perpetuando una sociedad petrolera, la faja del Orinoco por aquí y por allá. La mentalidad económica en base al petróleo es nuestro orgullo para construir el socialismo, pero el socialismo tiene valores que nada tienen que ver con el dinero del petróleo.

Esta anomalía implica que mucha gente se comprometa con la revolución sin tener la menor idea del compromiso con el socialismo que contrae. Atados por un compromiso petrolero, no valedero para toda la vida que el socialismo persigue, no hay contrato impreso para firmar con el PSUV. La publicidad oficial nos recuerda nuestro compromiso moral con la revolución, las estructuras publicas nos recuerdan que las obligaciones éticas no son reciprocas.

Las ideas y las actitudes viejas se resisten a desaparecer, perpetuadas en la estructura de la vida familiar es uno de los principales obstáculos que encuentra el socialismo del siglo XXI, para que al menos sea objetivo.

El hecho de que la sociedad, la familia, siga siendo una institución sancionada por el Estado y bendecida por la Iglesia, es una prueba que no existe ningún cambio profundo que mencione a la mujer y al hombre con otra actitud. Jugamos a la baraja haciendo trampa o jugamos con dos barajas, socialismo y capitalismo. Con el capitalismo admitimos la necesidad de un cambio, con el socialismo nos aferramos a los viejos valores, viejas costumbres, porque hemos sido educados por ese sistema que queremos cambiar, pero, que no estamos seguros con que vamos a sustituirlo. Esta coexistencia de actitud o moral de doble vía es obvia y afecta la revolución.

Todos sabemos que no solo es la práctica de la justicia. Los abogados, jueces y fiscales no saben que practicar si la ley, la justicia o el robo permitido por la ignorancia del pueblo en la construcción del socialismo a mas que no se utiliza el sentido común que respete el carácter sagrado de la libertad. Discutir los motivos éticos en cuyo nombre no se concede al pueblo autonomía para su propia planificación, sería inútil hablar de socialismo, por lo tanto es hipócrita alinearse con un partido en el que no creemos cuando no se permite el conocimiento ideológico para la convicción social en la práctica.

Jugamos con el burocratismo, la corrupción y la planificación, nos contentamos con tentativas de éxito en la industrialización y en la diplomacia internacional, por las ideas muy enredadas en la necesidad de reformar por un lado y el recelo e impotencia para renunciar definitivamente a la vieja conducta que consideramos imprescindible para nuestros valores. No podemos prescindir de los viejos dioses porque gravitan sobre nosotros con el peso descomunal de nuestros hábitos que no hemos sacrificado.

Cuando solo se habla de cambio, la idea del sacrificio es tolerable incluso ennoblecedora, pero, vivir en el sacrificio o saber que este es impostergable resulta insoportable. No se atreven a vivir de otra manera que como lo hicieron sus padres, justifican su conducta para los descendientes como base moral, así se perpetua la vieja forma de conducta que frena el cambio.

Esta es una forma de vida que en revolución no admitimos, pero que, 10 años después nos guste o no, ahí está. La idea que las masas forzadas a estar juntas resulta intolerable para la mitad del pueblo, porque no es por amor, y que, en general, deben separarse si el proceso de cambio se destruye cuando la sociedad se convierta en un campo de batalla.

Dificultamos el cambio porque seguimos considerando el cambio como una actividad exclusivamente económica en todo, porque todo tiene un valor. La familia sigue considerándose dependiente económicamente del hombre, y dada la forma en que vivimos este proceso, por lo general lo es, el dinero lo es todo, el socialismo aun en el proceso no es solo dinero ni petróleo es, consideración, camaradería, amor, respeto, amistad, esa felicidad no la da ni las balas ni el petróleo. Es parte de la cultura de cambio en la educación, en la convicción y en la conciencia que debe implementar la cultura.


rcpuma061@yahoo.com


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Raúl Crespo


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