Crítica para despertar, batalla de las ideas para transformar

      Desde que se planteara el socialismo para el siglo XXI como camino necesario y posible a seguir para lograr una auténtica y permanente emancipación de los pueblos tradicionalmente dominados, explotados y excluidos del sistema-mundo capitalista/moderno/colonial cristiano/patriarcal, se ha producido un auténtico renacimiento y revitalización del pensamiento crítico-reflexivo, en un contexto de revolución pacífica cuyo ideario se alimenta de las diversas tradiciones de pensamiento crítico europeo y sobre todo nuestramericano. Un contexto que es el de la Venezuela energética de comienzos del siglo XXI y no la Alemania, Inglaterra o Francia del siglo XIX o XX; un contexto en el que se ha aprobado la Ley Orgánica de Educación, ordenamiento jurídico que en diversos lugares se propone desarrollar este tipo de pensamiento tan pertinente y necesario para la concreción de los cambios propios de una revolución.  

      Ciertamente, el alemán Karl Marx es el autor que de forma más acabada y profunda criticó el capitalismo como modo de producción, develando sus más encubiertos mecanismos luego de haberse nutrido y hacer una formidable síntesis de lo más “avanzado” del pensamiento europeo de la época, y haciéndolo en la Europa del apogeo de la revolución industrial en el marco del llamado capitalismo clásico-competitivo, en pleno siglo XIX. La anterior ubicación geopolítica del ideario marxista no es casual. La hago para destacar la determinación de su pensamiento por la época en que le tocó vivir y por tanto pensar y producir, para de la misma forma destacar una de las manifestaciones críticas de nuestras tierras como lo fue la de Simón Rodríguez con su “O inventamos o erramos”. Frase esta que refiere no sólo el error que significa adoptar sin reflexión alguna formas foráneas de construir una sociedad, sino también al error de adoptar las formas ultramarinas de cambiarla.  

      Entre las formas ultramarinas de cambiar la sociedad capitalista se encuentra, por supuesto, el marxismo. En este sentido, reviste primigenia importancia entender entonces que significa la crítica, para comprender así lo que significa pensamiento crítico y sus arborescentes implicaciones.  

      Refiere el pensador marxista Luís Vargas en su artículo intitulado “La crítica como ciencia”, publicado el 29 de agosto en aporrea, que la importancia de la crítica para Marx queda reflejada en el subtítulo de su principal obra: “El Capital. Crítica de la economía política”, del que se entiende que la obra es un esfuerzo por “criticar” de manera radical todo lo dicho por los economistas clásicos Adam Smith y David Ricardo. Una crítica que no es la que expone, verbigracia, Kant, en su obra “Crítica a la razón pura” -crítica filosófica que apunta a plantear los límites del conocimiento- sino que se propone develar las apariencias de la realidad social tal como se nos presenta a la inmediatez de los sentidos, y tal como nos la presentan los teóricos justificadores del statu quo, intelectuales orgánicos que tienen la capacidad de naturalizar el orden en cuestión así ese orden sea inhumano y opresor. Y para que esto ocurra, la figura del “intelectual” ha tenido necesariamente que posicionarse como figura de autoridad y prestigio en un momento dado.  

      Vargas se pregunta sobre el elemento que distingue la crítica marxiana de otros tipos de crítica, y plantea que es la importancia que Marx otorgó  a la práctica y particularmente lo que afirma en la conocida undécima Tesis sobre Feuerbach, donde está la respuesta. Para Marx, es en la práctica y sólo en ella donde la filosofía puede demostrar todo su poder, asignándole un carácter no sólo de mero intérprete sino de transformador del mundo. Más adelante, Gramsci afirmaría que sólo la praxis política puede considerarse auténtica filosofía. Desde la óptica del sentido común, se tiende a plantear una suerte de dicotomía entre una crítica contructiva y otra destructiva, donde la diferencia parece encontrarse en al ámbito de las buenas o malas intenciones y en este sentido, en la manera en que se plantea la crítica o en los aspectos que se quieran destacar de una determinada situación. Por ejemplo, si digo que los profesores de la Universidad X no sirven para nada, estaría haciendo una crítica destructiva, pero si digo que  la creación de la Universidad tal constituye un gran avance en el ámbito educativo, pero que parte de su planta profesoral presenta preocupantes problemas de pedagogía que hay que considerar y solucionar, esa crítica es constructiva. Ahora bien, para Vargas, el viejo Marx reivindica la crítica destructiva. Veamos por qué.  

      Recordando a Marx, “la crítica no es una pasión de la cabeza sino la cabeza de la pasión. No es el bisturí anatómico sino un arma. Su objeto es su enemigo al que no quiere refutar sino destruir”. A partir de aquí, podemos destacar la importancia central de la crítica para el despertar de la conciencia, en la medida en que deconstruye, desmitifica y devela la construcción de la realidad efectuada, en una sociedad capitalista, por los “científicos sociales” de la “clase dominante” encargados de disciplinar a las masas, armonizar y naturalizar relaciones de explotación y construir un “consenso” en el que las clases subalternas asumen como suyo el proyecto de los grupos sociales dominantes. Es así como el ejercicio intelectual crítico, como destrucción de esas ideas-fuerza que naturalizan el statu quo en virtud del trabajo de los “abogados del diablo”, constituye una labor fundamental creadora de conciencia y ciertamente, un proceso que, destruyendo la justificación destruye lo justificado. En este caso, pues, la moderna sociedad capitalista.  

      En este sentido, la crítica develadora sería una crítica también destructora, porque visibiliza las razones para la impugnación de una manera de ver y entender el mundo, hasta ese momento natural porque “siempre había sido así”, al tiempo que crea las condiciones para la invención de lo nuevo y para el ejercicio práctico transformador de esas viejas estructuras. Estas estructuras, por otra parte, además de ser políticas y económicas son también mentales. Sin embargo, esa crítica es también constructiva. Hoy día, se sabe que este proceso deconstrucción crítica debe llevar aparejado un proceso de resemantización y de construcción práctica de lo nuevo, todo lo que nos habla de la importancia de la crítica en un proceso revolucionario; es en sí misma (la crítica) revolucionaria. A partir de aquí se nos presenta entonces la batalla de las ideas. Como nos dice Vargas “Crítica contra ideología: he aquí la lucha de ideas”, una dinámica donde el ejercicio crítico va erosionando progresivamente el continente del imaginario creado por las instituciones de la vieja sociedad: crítica e ideas revolucionarias Vs. ideas conservadoras y reproductoras del statu quo.  

      De todo lo anterior podemos destacar la importancia de la profundización del pensamiento crítico como actividad previa (aunque también simultánea) a la actividad concreta transformadora de la sociedad. Si esta práctica implica una “lucha de clases” entre “burgueses” y “proletarios” en la Venezuela de comienzos del siglo XXI, eso sería materia de otro análisis. La “batalla de las ideas” es un planteamiento que efectivamente se relaciona con el pensamiento crítico-reflexivo, aunque tiene otras vertientes relacionadas tanto con esta contraposición Crítica vs. Ideología (sobre todo cuando algunas ideas revolucionarias –por las distancias espacio-temporales- se transfiguran en ideología), como con la vinculación entre el proceso de creación e invención en el plano de las ideas y su efectiva materialización en la realidad concreta. Mientras tanto, bienvenida la crítica radical y permanente.  

amauryalejandro@gmail.com 
 
 
 


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