Entre la vaina capitalista y la oportunidad de la vaina

Cuando en Venezuela nos preguntamos ¿qué vaina es esta? es porque algo está pasando y no está del todo claro. Sobre todo cuando se convierte en algo paradójico, complicado o incomprensible, sea por su apariencia engañosa o por su esencia; ahí exclamamos “¡y qué vaina es esta!”.

Frente a la actual crisis del capitalismo dan ganas de decirlo en varios casos, pero no para quejarnos con nostalgia de derrotados o conformarnos con el diagnóstico, sino para tratar de aprovechar la brecha. De eso se trata.

Unas de las “vainas” que más sorprende es la que invierte los términos hasta el absurdo.

Durante la crisis provocada de los años ochenta, mientras nos patoteaban con las facturas de la deuda externa y empujaban al abismo a gobiernos y sociedades para imponer la friedmanía neoliberal que promovieron Thatcher y Reagan, la receta universal fue privatizar hasta la abuela, como señaló el diplomático Arévalo Méndez.
En la actual crisis, los mismos fulanos se dedicaron a lo contrario: estatizar. Pero el objetivo es el mismo: salvar su capitalismo depredador.

Gobierno del tercer mundo que se resistía a los "programas de ajuste" del FMI y del Banco Mundial, era gobierno caído, con sus quiebras, muertos y desaparecidos cuando se trataba de dictaduras. El resultado fue una década de derrotas y desastres sociales. La CEPAL, sin la menor vergüenza, llamó a eso “la década perdida”.
Con la misma amoralidad hoy vemos a decenas de “genios económicos” y “protectores políticos” como el expresidente brasileño F. H. Cardoso, esquivar sus responsabilidades en el desastre: “El sistema financiero funcionó fuera de los controles de los bancos centrales e incluso con su indulgencia. Sin transparencia en las operaciones se volvió difícil evaluar los riesgos y garantizar la confianza” (The New York Times).

Hay otra vaina que sorprende y a la que se le brinda poca atención. Anteayer las bolsas subieron en tanto que nuestras materias primas se desplomaron. Mientas las cotizaciones de empresas imperialistas bajaron en la bolsa en un rango promedio del 8 al 9%, los commodities de países oprimidos, como maíz, arroz, soya, níquel, petróleo, cobre, hierro, bauxita y otros, cayeron más de un 20% ¿Adivinen quien se queda con la diferencia del 11%. Es como si estuviéramos viendo un revival de la misma historia ochentista, El neosaqueo ya comenzó.

Pero hay una tercera vaina que llama la atención y que es clave en la resolución de la quiebra financiera del capitalismo. En el mundo financiero, como en muy pocos campos de la vida social, “todo banquero es un ladrón hasta que demuestre lo contrario”.

Los gobiernos de EEUU y la UE tratan de evitar que la gran estafa que conmueve al mundo la paguen los contribuyentes de esos países. Aunque será inevitable que algo paguen. Pero no por buenos. Sino por algo más simple. Para soslayar una crisis social que sería inevitable y podría convertirse en política.

Los dueños del capital no practican del harakiri. Y como señalaba Marx, nunca una clase poseedora se retiró de la escena con gusto y por grata voluntad. Le harían un gran favor a la humanidad, pero quien lo crea quedará atrapado en una ilusión fatal. La pregunta es, entonces, quién pagará esta cuenta. El objetivo de ellos que la paguen los “negritos” el tercer mundo.

Desde que el mundo es mundo, perdón, desde que el capitalismo es tal, la cuenta de los desastres la pagaron otros. Las primeras crisis las pagaban los propios trabajadores de esos países, pero desde que se conformó el sistema imperialista, las facturas se cobran, sobre todo, afuera: en las sociedades de países dependientes, Estados frágiles, continentes divididos y gobiernos genuflexos. Así pasó con la Primera y la Segunda Guerra y con todas las crisis, recesiones y depresiones provocadas por el metabolismo capitalista, excepto cuando alguna revolución o gobierno independiente lo impidieron.

Esto es lo que se trata de hacer desde países como Venezuela y otros. Pero la clave es la resistencia sistematizada, internacional y sobre todo orientada con un programa socialista alternativo. De lo contrario, la debacle nos la tirarán encima y la perderemos lo aprovechable de esta oportunidad.

Pero este dilema pertenece al campo de las responsabilidades políticas, y dentro de ellas primero están los dirigentes y gobernantes.


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Modesto Emilio Guerrero

Periodista venezolano radicado en Argentina. Autor del libro ¿Quién inventó a Chávez?. Director de mercosuryvenezuela.com.

 guerreroemiliogutierrez@gmail.com

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