La importancia de llamarse Iván Padilla Bravo

A Iván Padilla Bravo lo vi por primera vez un día de marzo de 1977. Comenzaba mi prisión de 8 años en el Cuartel San Carlos. Nos vimos desde lejos. El estaba castigado por “el enemigo”, que así llamábamos al aparato represivo del Estado corporizado en los carceleros, y así duró un año aislado, solo en una celda. Yo estaba recibiendo un poco de sol en un patio. Esa era una de las reivindicaciones de los Presos Políticos por Rebelión Militar.

Iván había sido detenido, junto con David Nieves Banchs, en un parque de Caracas intentando cobrar un “adelanto de rescate” por el Gerente de la Owens Illinois de Venezuela, William Niehous. Su organización política llamada “Organización de Revolucionarios” (OR) les había ordenado cumplir esa misión y como buenos y disciplinados militantes lo asumieron sin falta. Los máximos comandantes de dicha organización eran, como es sabido, Julio Escalona, Marcos Gómez y Fernando Soto Rojas.

Apartando los comentarios sobre cómo llegó a esta organización una operación político-militar concebida y realizada por el Grupo de Comandos Revolucionarios donde no estaba planteado cobrar ningún rescate sino hacer una denuncia política y de por qué se intentó cobrar de la manera en que lo hicieron; digo que fuera de ello hay que afirmar que a los compañeros Iván Padilla Bravo y David Nieves Banchs les fueron aplicadas torturas terribles, así es que bájense de la nube quienes se imaginan que fueron 2 empujones y 3 periodicazos.

El compendio de torturas aplicado por la Disip con la asesoría directa de sus inventores, es decir los chicos de la CIA y el FBI, incluyó entre otras sofisticaciones, las descargas eléctricas en varias partes sensibles del cuerpo como el pene y testículos, el ano, el oido externo, sobre un jergón de metal y empapado de agua previamente. El submarino mojado, fue otra “técnica” policial gringa utilizada, y consiste en meterle la cabeza al guerrillero en agua (una poceta, un pipote o en el mar) hasta que se desmaya asfixiado. El submarino seco, menos aguado que el otro, pero igual de asfixiante, el torturador o sádico le pone al guerrillero una bolsa de plástico en la cabeza, cuando se acaba el aire, la víctima intenta desesperada romper con los dientes la fulana bolsa, mas no lo logra porque se desmaya en el intento.

También hubo el ablandamiento científicamente planificado: no dejar dormir a la víctima, no darle comida y hacerle la guerra psicológica (“el bueno y el malo”).

La verdad es que Iván Padilla Bravo aguantó 5 días con sus noches este tratamiento de “inteligencia” del enemigo, luego tuvo debilidades y cometió errores graves como militante, reconoció información importante que ya el enemigo sabía. Estas son las reglas del juego: los revolucionarios deben morirse si es necesario y no decir nada en la tortura. Facilita la cosa, ¿No? Es una heroicidad, sin duda.

La historia de nuestro movimiento revolucionario de izquierda refiere casos de héroes que murieron bajo tortura y no dijeron nada al enemigo, otros tampoco fallaron y por algunas circunstancias sobrevivieron, otros más fueron quebrados en la tortura y hasta reconocieron cosas que no sabían ni habían participado, todo para que no los siguieran torturando; otros se metieron a torturadores y luego hicieron carrera policial llegando a “flamantes Comisarios”.

Iván Padilla Bravo llegó al Cuartel San Carlos a mediados del año 1976, destrozado físicamente, moralmente en el suelo por haber tenido debilidades. Como si fuera poco, perdió también su pareja. Pero, no se metió a policía ni a torturador. Estuvo 1 año aislado, donde varias veces fue visitado por los torturadores, amenazado y buscaban incorporarlo a sus filas, pero Iván no lo aceptó, lo denunció y el colectivo de Presos Políticos Revolucionarios lo apoyó en sus denuncias.

La OR expulsó de sus filas a Iván Padilla Bravo. Después del año de incomunicación, este compañero fue pasado con sanciones políticas al colectivo de los Presos Políticos Revolucionarios, con la autorización de todas las organizaciones políticas que tenían Presos Políticos allí (OR, PRV, BR, GCR), es decir, que la OR y David Nieves Banchs, quien pasó a formar parte del Comité de Presos por esta organización, avalaron esa decisión en el año 1977.

Ser un Preso Político sancionado significaba tener todos los deberes y no tener ningún derecho político. Así, Iván Padilla Bravo debió ser el último Preso Político en derechos, pero el primero en deberes: estudiaba, trabajaba y peleaba. Participó dignamente en todas las huelgas de hambre que realizamos en el tiempo de prisión, unas 6 o 7, y era el último en ir al hospital; asimismo, participó en los enfrentamientos físicos que tuvimos con los carceleros.  

Cuando llegó la presidencia de Luís Herrera Campins (1979) y su Proceso de Pacificación, quedamos 7 Presos Políticos Revolucionarios en el Cuartel San Carlos, quienes nos negamos pública y privadamente a pacificarnos porque no  aceptamos ni declaramos, como lo hicieron algunos comandantes guerrileros de la época, que con LHC “se abre un clima de amplias libertades democráticas, distinto a los gobiernos de Betancourt y Leoni, donde si se justificaba la rebelión”. Uno de esos Presos Políticos fue Iván Padilla Bravo.

Ese mismo año de 1979 el gobierno de “amplias libertades democráticas” de LHC asesinó a 2 guerrilleros de la OR esposados y por la espalda, cuando por “casualidad” (la prensa dixit) unos agentes de la antigua PTJ consiguieron al yanqui Niehous.

En el año 1982, el mismo gobierno de “amplias libertades democráticas” masacró con tiro de gracia y todo a 23 guerrilleros del único Frente Guerrillero que quedaba en el país, el Frente Américo Silva (FAS).

En 1983 los Presos Políticos Revolucionarios del Cuartel San Carlos, con las organizaciones políticas que tenían presos, decidimos que después de 7 años sancionado políticamente, Iván Padilla Bravo se había ganado sus derechos.

Iván Padilla Bravo salió del Cuartel San Carlos por sobreseimiento de la causa sin pacificarse, porque le dio la gana a Jaime Lusinchi, el 26 de diciembre de 1984, cerca de 9 años después de haber sido detenido y casi haber sido asesinado en la tortura.

En la calle, en esa escueta libertad del capitalismo, Iván Padilla Bravo ha llevado una vida sencilla, de Revolucionario, asumiendo sin dobleces los retos que la Revolución le ha puesto en el camino. En esa línea ha venido comprometiéndose con todo su ser con la Revolución Bolivariana, hasta llegar a ser Viceministro de la Cultura para el Desarrollo Humano. Esto no ha sido un regalo del Presidente ni de nadie. Hay una obra en consonancia con la política cultural de la Revolución Bolivariana, el semanario “Todos Adentro”, por ejemplo.

Han pasado 32 años desde aquel trágico amanecer de 1976. Iván Padilla Bravo fue destrozado, fue derribado, pero se levantó y no ha dejado de andar en el camino revolucionario. Fue juzgado por el Derecho Burgués y pagó 9 años preso; fue juzgado por nosotros que nos asumíamos revolucionarios y pago 7 años de sanción. Hay unos pocos que se arrogan la potestad de juzgarlo y condenarlo cuando les da la gana por alguna mísera conveniencia personal. Debo decirles a estos torquemadas que deben aprender del Derecho Burgués que no juzga por la misma causa dos veces. Estos burgueses son más humanistas que ustedes.

Igualmente, torquemadas, no usen para estas bajas pasiones el nombre del Revolucionario Inmortal Jorge Rodríguez. Asimismo, ya han pasado 29 años, y es justicia que sean capaces de reivindicar como héroes igualmente inmortales a los sacrificados José Aquino Carpio y Wilfredo Silva.  



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Freddy Mejía Guerra


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