A mediados de los años cuarenta existió en Caracas la llamada “Fábrica Mecánica de Arepas” que fue propiedad de Alfredo Cortina y en la cual trabajó como contador mi padre, Luis Alberto Salamé Moscoso, ecuatoriano.
Lo cierto del caso que un buen día mi papá conoció a un italiano, cuyo nombre no recuerdo, quien había inventado una máquina capaz de cocinar cien arepas a la vez. Mi viejo, que también era un hombre habilidoso con las manos, presentó a este italiano a don Alfredo Cortina el cual le compró la máquina y fundó la “Fábrica de Arepas Mecánicas” que quedaba de Barcenas a Río frente a Radio Caracas. Entre el italiano, don Alfredo Cortina y mi viejo instalaron la máquina de hacer arepas. Dicha máquina era parecida a los resortes de alambres de los jergones de las camas y donde estaban los resortes se parecían a los tosty arepas con sus moldes para hacer las mismas. Las pelotas de masa al principio las hacían las areperas, pero requerían que todas las bolas fuesen iguales, por tanto idearon unas máquinas manuales muy similares a los exprimidores de naranjas que manejaban con extrema destreza las obreras de la fábrica, en un instante hacían ciento de bolas de masa, en aquel tiempo era de maíz pilado, aún no se había inventado la harina precocida. Una vez colocadas las pelotas de masa en sus moldes el “jergón” de arepas se colocab sobre la candela producida por carbones y en cosa de minutos se tenían cien arepas tostaditas listas para repartir a pocas cuadras a la redonda. Hay que recordar que la cuidad de Caracas para la época llegaba hasta los Museos de Los Caobos por el este, por el norte hasta La Pastora y San José, por el sur hasta Puente Hierro, El Cementerio del Sur y a pocas cuadras de El Paraíso y por el oeste hasta Catia. Para repartir las arepas se utilizaba una vieja moto desecho de la II Guerra Mundial, que tenía a su lado un carrito, ahí adentro se sentaba el repartidor y en cosa de minutos se repartían las arepas.
No obstante, el negocio creció a tal magnitud que toda Caracas de entonces demandaba las arepas, pero ni don Alfredo Cortina, ni sus socios estaban preparados para este “boom”, tan sólo contaban con una sola moto para hacer el reparto y por lo demás a don Alfredo Cortina al igual que a mi padre les encantaban las innovaciones, y don Alfredo había creado paralelamente una fábrica de juguetes mecánicos de madera, pese que Luis Alberto Salamé Moscoso, su contador, le había advertido que “Distraer fondos de la Fábrica de Arepas Mecánicas era una locura porque de juguetes los venezolanos no sabimos nada y de arepas sí.”
El fin de la historia fue que al crecer la demanda y tener un solo repartidor para toda la zona metropolitana hacía que las arepas llegaran frías a su destino y esos hizo que tan excelente idea fracasara. Hoy, a más 60 años de aquel invento genial logrado en Venezuela, la “Fábrica de Arepas Mecánicas” el “Tosty Arepas” se impone en el mercado venezolano. ¿Serán capaces los fabricantes del “Tosty Arepas” hacer una máquina tan grande y eficiente como fue la “Fábrica de Arepas Mecánicas” igual que las panaderías, pero dando un producto netamente criollo a bajo precio que no dependa de las importaciones de su materia prima e impulsar la producción del maíz creando nuevas fuentes de trabajo? A la vez se pudiera penetrar los mercados foráneos invadiéndolos con franquicias para la elaboración de nuestras ricas y sabrosas arepas de todo tipo como las hay aquí en Venezuela. No es mala la idea porque cuanto extranjero viene al país se queda encantado de este producto, y en diciembre de 1985 cuando estuve con mi familia en Nairobi, Kenya, mi señora le enseño hacer arepas a las cocineras de mi cuñada que en esa época vivía allí con su marido y sus dos hijas, y que se sepa estas dos mujeres, de distintas tribus, Theresa y Rachel continúan haciendo arepas en África. En cuanto al problema del reparto de las arepas se haría igual al de las pizzas en Caracas, con rapidez y por zonas.
*Economista
gilrsalame@cantv.net
