Julio Escalona: El soñador, el poeta

Bruselas, 11 de agosto de 2023

Cuando las primeras iluminaciones del sol visitan mis pupilas, en este nuevo amanecer en la ciudad de Bruselas, avanzo en la escritura de un libro en el cual pienso plasmar mis remembranzas sobre el Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez Frías, a la luz de las responsabilidades que me asignó durante su inédito gobierno, y para recordar episodios de los cuales fui testigo, pues lo acompañé en numerosas travesías dentro y fuera de nuestro país.

Por estas horas mañaneras releo a Gueorgui Plejánov y su gran obra sociológica y filosófica: “El papel del individuo en la historia”. Y es que intento comprender las razones que abonan la fundamental contribución de Hugo Chávez al parto histórico que hoy galvaniza a la Patria de Bolívar.

Avivo mis recuerdos. Transcribo esta cita de Plejánov para nutrir mis apuntes: “El gran hombre es, precisamente, un iniciador porque va más lejos que otros y desea cosas más enérgicamente que otros. (…) Señala las nuevas necesidades sociales, creadas por el desarrollo anterior de las relaciones sociales. (…) Es un héroe”. 

 
Avanza el amanecer…

Leo varios periódicos internacionales. Y cuando examino la prensa venezolana, me encuentro con una infausta noticia: ha fallecido Julio Escalona.

Me conmueve y me llena de tristeza. Pienso en el amigo, el camarada, con quien compartí utopías revolucionarias. Lo conocí en tiempos en los cuales constituyó, junto con Jorge Rodríguez, Carmelo Laborit, Oscar Bataglini, David Nieves, Fernando Soto Rojas y muchos otros, la Organización de Revolucionarios (OR), que devino en la Liga Socialista de la cual Julio fue Secretario General. A ese partido se sumó el jóven dirigente Nicolás Maduro Moros, hoy nuestro digno presidente. 

Posteriormente reforzamos nuestros lazos ya que Julio me acompañó como Embajador Alterno, cuando me desempeñaba como Embajador-Representante Permanente de la República Bolivariana de Venezuela ante la ONU-Nueva York.

Quiero rendir homenaje a Julio Escalona. Un ser humano bueno, de nobles sentimientos e invaluables atributos humanos.

No quiero repetir, en este escrito, lo que ya han manifestado, con elevado sentimiento, el Presidente Nicolás Maduro, el ministro Ernesto Villegas, Luis Brito García, Juan Calzadilla, y muchos más. La Asamblea Nacional también ha destacado sus humanistas merecimientos y transmitido sus condolencias a familiares y amigos.

Julio, un revolucionario integral, absolutamente consagrado a las luchas de nuestro pueblo y a las más nobles causas de la humanidad.

Van, ahora, reflexiones en alta voz… 
 
Se puede ser poeta cuando se escribe poemas, pero el verdadero poeta es aquel que, como Julio, vive en poesía. Él creía que el revolucionario verdadero debía promover, con acciones ejemplarizantes, una gran fuerza social transformadora, que reivindicara el paraíso perdido; que debía lanzarse con la furia de los dioses sobre la pérfida injusticia y la opresión.

Alcanzamos la supina felicidad—él me decía en Nueva York—cuando contribuimos “todos a una”, como proclamaba El Cid Campeador, a romper las cadenas de la opresión y la explotación que sufren aquellos que Frantz Fanon llamaba “Los Condenados de la Tierra”.

Horas dedicábamos a reflexionar sobre temas filosóficos y metafísicos. Me parecía que Julio escuchaba el llamado de las voces redentoras del universo, en comunión con las fuerzas cósmicas que mueven el planeta. Profesaba el marxismo. Pero el suyo era un marxismo profundamente espiritualista. Su cosmovisión también bebía de corrientes místicas y religiosas que, por cierto, también han dignificado el espíritu humano. El hinduismo, el sufismo, el budismo. Por eso también comulgaba con las enseñanzas divinas que fluyen del Sūkyō Mahikari; una congregación en la que pueden confluir creyentes de diversas religiones para alcanzar la elevación espiritual.

En Nueva York dialogamos también sobre Emanuel Swedenborg y su obra principal: “Sobre el cielo y sus maravillas y sobre el infierno”. Sobre su filosofía de la revelación divina. Sobre su mandamiento: “Hacer el bien para obtener recompensas, no es hacer el bien, según dicen los ángeles, puesto que en este caso se actúa bajo el influjo del amor a sí mismo… En cambio hacer el bien por el bien mismo, es actuar bajo influjo divino.”

Pienso que los ángeles son deidades del Señor prestos a realizar sus fines divinos: el amor, la luz y la verdad que emanan del amor.

Julio creía en un espiritualismo transformador; insurgía contra la inacción contemplativa de los que se rehusan a potenciar los misterios de la confraternidad humana.

Continúa tu periplo, mi caro amigo y camarada, hacia los más elevados estadios del universo, donde moran los dioses que te esperan con alegría. Espero que continuemos nuestras pláticas, en donde las cuerdas de las harpas divinas vibran bajo dedos inmortales, y donde los ángeles rebeldes entonan sus cánticos.

Para su esposa, Fabiola, y para sus hijas, mi solidaridad en esta triste hora.

 



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Jorge Valero


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