Lecturas heterodoxas. Las cartas de Engels o como (no) leer a Marx. ¿A dónde fue a parar el debate socialista en el contexto venezolano? (IV)

I.- INTROITO.

Si usted ha llegado hasta aquí merece una felicitación, porque ya se han acabado los rodeos preparatorios, y entraremos de lleno en el meollo del asunto en estas tres últimas entregas (cuarta, quinta y final).

Apelamos a un recomienzo de las izquierdas (Revisar cómo Engels aconsejaba leer a Marx) en el país no con una ingenuidad dogmática (el sueño dogmático), ni suponiendo que todo el legado teórico es simplemente algo completamente caduco, obsoleto y superado.

Lo que queremos dejar claro, es que para el contexto venezolano hay tres dificultades para apalancar teórica y políticamente el campo de las izquierdas:

  1. Un "campo cultural dominante represivo", con un pesado inconsciente político refractario a los patrimonios ideológico-teóricos tanto de las izquierdas, como de los saberes-conocimientos de las culturas populares y subalternas de resistencia.

  2. Una subcultura dogmática de los aparatos políticos de izquierda, como espacios de reproducción y reserva ideológico-teórica, con una actitud de defensa casi patrimonial del "marxismo-leninismo" heredado de la revolución rusa, o en el mejor de los casos de una combinación de las "doctrinas" de Marx, Engels, Lenin y Trotsky.

  3. Un escaso desarrollo de las corrientes críticas y heterodoxas de investigación derivadas del pensamiento socialista mucho más amplio, y concentradas en una apropiación crítica del archivo Marx-Engels, y de sus intérpretes y desarrollos iniciales más heterodoxos (una breve lista: Rosa Luxemburgo, Karl Korsch, Lukács, Gramsci, Ernst Bloch, Anton Pannekoek, Max Adler, Fritz Sternberg, escuela de Frankfurt, etc) además de su menor relevancia para la organización, movilización e intervención en el terreno de la praxis política.

Ante tal cuadro, el foco de análisis tiene mucha relación con el estado del arte y la situación de estancamiento y retroceso donde fue a parar el "debate socialista" en el proceso bolivariano (para no hablar aquí propiamente de las políticas públicas). Esto ya lo hemos esbozado en las primeras entregas.

Para la izquierda partidaria venezolana la máxima aspiración fue concentrarse en la cuestión de tomar y conservar el control de espacios en el "Aparato de Estado", en la consolidación de un proyecto sociopolítico (propio del marxismo-leninismo), consolidar un sistema de partido dominante-Estado, sin mucha claridad programática sobre ¿Qué hacer?, a partir de entonces.

Adicionalmente, para el caso específico del proceso llamado "chavista de izquierda" luego del fallecimiento de Chávez, esto derivó en el gradual pasaje de la gran política (alta política, cuestiones de dictadura y de hegemonía en vasta escala) a la pequeña política (política del día, política parlamentaria, de corredores, de intriga).

II. GRAN POLÍTICA Y PEQUEÑA POLÍTICA:

Comencemos por Antonio Gramsci, verdadero creador de una distinción que luego fue resignificada por Alfredo Maneiro:

"La Gran Política comprende las cuestiones vinculadas con la fundación de nuevos Estados, con la lucha por la destrucción, la defensa, la conservación de determinadas estructuras orgánicas económico-sociales. La pequeña política comprende las cuestiones parciales y cotidianas que se plantean en el interior de una estructura ya establecida, debido a las luchas de preeminencia entre las diversas fracciones de una misma clase política."

Fijémonos detalladamente. No hay que omitir los señalamientos de Gramsci siguientes: "Russo, en los Prolegomeni, hace de El Príncipe [1513] el tratado de la dictadura (momento de la autoridad y del individuo) y de los Discursos sobre la primera década Tito Livio [1529] el de la hegemonía (momento de lo universal y de la libertad)".

En Venezuela, parecen pasearse mucho más por los entretelones de "El Príncipe", e ignorar por completo el momento de lo universal y de la libertad, de la hegemonía en sentido gramsciano, no en sentido leninista o estalinista.

Porque Gramsci ha demostrado, contra toda tradición cegada por el Maquiavelo de El Príncipe, que una clase o bloque social dominante se impone como tal no sólo a través de la Coerción, o el fraude-corrupción, es decir, a través de la violencia física o la vileza, sino además a través de la "hegemonía", es decir, a través de un "poder intelectual". y liderazgo moral" capaz de asegurar incluso el "consenso activo" de los gobernados:

"La supremacía de un grupo social -escribe Gramsci- se manifiesta de dos modos, como ‘dominio’ y como ‘dirección intelectual y moral’. Un grupo social es dominante de los grupos adversarios, a los que tiende a ‘liquidar’ o a someter incluso con la fuerza armada, y es dirigente de los grupos afines y aliados. Un grupo social puede y, aún más, debe ser dirigente ya antes de conquistar el poder gubernativo (ésta es una de las condiciones principales para la propia conquista del poder); después, cuando ejercita el poder, e incluso si lo tiene fuertemente empuñado, se convierte en dominante, pero debe continuar siendo también ‘dirigente".

La gran política no remite solo al Estado, y menos a su aparato, a su armazón material o a su personal dominante o administrativo. No se trata meramente de conservar el dominio sobre tal aparato armazón institucional (ocupar el Estado no significa transformar el Estado) ni de la lucha de preeminencia entre las "fracciones de una misma clase política".

Porque si de nuevos autoritarismos de partido dominante se trata, de un régimen de partido-Estado, se trata, de que la clase política dominante está compuesta fundamentalmente por los intereses y concepciones del partido dominante (y sus satélites auxiliares y aliados).

En el caso de la Gran Política, se trata de una empresa mucho más vasta: de tareas políticas fundamentales (fundación, lucha por la defensa-destrucción) de determinadas estructuras económico-sociales a partir del momento hegemónico, de dirección intelectual y moral, de momento universal y de la libertad).

Traduzcamos y contextualicemos. Defender los avances y conquistas económico-sociales y del nuevo momento político-hegemónico del período 1998-2012 del proceso bolivariano era hacer "Gran Política". Luchar por la mera preeminencia político-partidista, sin lograr defender tales avances y conquistas, era caer en la pequeña política.

La pequeña política tiene que ver con la simplificación de una estrategia en pura táctica y maniobra (La política maniobrera), en considerar como tarea fundamental la sobrevivencia inmediata, la lucha por el mantenimiento de posiciones en el campo de batalla.

La gran política, en contraste tiene que ver con la estrategia, con la concepción de la guerra general, con el cálculo de los efectos que, la defensa o destrucción de una forma de Estado y de una determinada estructura económico-social, comportan para las generaciones futuras, con el destino de una Nación con de dirección, prestigio y liderazgo.

No puede haber Gran Política sin táctica y sin maniobra, pero si puede haber pequeña política perdiendo de vista una estrategia general. La pequeña política se concentra en la esfera del régimen político o de la sociedad política, en los movimientos cotidianos (política del día, política parlamentaria, de corredores, de intriga) y en esquemas cíclicos de renovación de los representantes políticos y de las burocracias; la gran política, se da a la escala una estructura económica-social, de su correspondiente forma de Estado, sobre todo cuando el mantenimiento de su estructura se ve comprometido por eclosiones dadas en el seno de la Nación (crisis de hegemonía), es decir, cuando la Cuestión Nacional se convierte en un problema de Estado, y en función, por tanto, de esquemas temporales de larga duración, que pueden abarcar el liderazgo sobre generaciones enteras.

Para Gramsci, la pequeña política tiene que ver con los calendarios (electorales, fiscales, administrativos); la Gran Política, con la historicidad constituyente de las transformaciones estructurales de la sociedad, la economía y sus momentos hegemónicos, incluyendo los político-militares.

De manera, que retroceder, retrogradar, perder, deteriorar los logros económico-sociales alcanzados durante el momento "Chávez en el gobierno", ha sido parte de un retroceso de la Gran política y su conversión en pequeña política de intrigas, camarillas, purgas y maniobras de fraude-corrupción. También con el declive de un momento de liderazgo, de la unidad de los fines económicos y políticos, junto con la unidad del momento del liderazgo intelectual y moral.

En ese marco cabe volver a la pregunta generadora:

¿Qué ha pasado con el debate socialista en el proceso bolivariano luego del fallecimiento de Chávez?

III.- ENGELS: LUCHA TEÓRICA, LUCHA POLÍTICA Y LUCHA ECONÓMICA

Comencemos por donde terminamos en la tercera entrega, para refrescar un asunto central que al viejo Engels le inquietaba en 1874:

"Por primera vez desde que existe el movimiento obrero, la lucha se desarrolla en forma metódica en sus tres direcciones concertadas y relacionadas entre sí: teórica, política y económico-práctica (resistencia a los capitalistas). En este ataque concéntrico, por decirlo así, reside precisamente la fuerza y la invencibilidad del movimiento…" Engels-1874

Algunas conclusiones provisionales del texto nos indican lo siguiente:

  • El "movimiento obrero" no alcanzará sus objetivos defensivos ni de avance programático en su horizonte como proyecto hegemónico, si la lucha no se desarrolla en forma metódica, sostenida y planificada.

  • La forma metódica de la lucha tiene tres direcciones concertadas y relacionadas: lucha teórica, lucha política y lucha económico-práctica.

  • En tales luchas, concertadas y relacionadas, hay momentos de resistencia, con planes de acción defensivos; y de iniciativa, con planes de acción ofensivos. En ambos casos hay planes centrales, y planes B y C.

  • En el ataque concéntrico hacia una misma dirección, reside la fuerza e invencibilidad del movimiento, pero eso requiere condiciones previas para una situación estratégica de conjunto: a) acumulación de fuerzas en la lucha económica, b) acumulación de fuerzas en la lucha política y c) acumulación de fuerzas en la lucha teórica. No hay cambios en las correlaciones de fuerzas sin procesos de acumulación de fuerzas, que supone consideraciones de balances de poder relativo en la relación (No necesariamente el crecimiento de uno supone el decrecimiento del otro).

  • No se pueden cambiar favorablemente las correlaciones de fuerzas sin un largo trabajo preparatorio, sin planes estratégicos que implican medios y uso de recursos de poder; para pasar de momentos defensivos y de resistencia, a momentos de ofensiva y de control sobre la iniciativa política.

Hasta aquí, consideramos lo elemental de los planteamientos de la cita de Engels.

IV.- SEIS (6) TESIS SOBRE LA COORDINACIÓN DE LAS LUCHAS TEORICAS, POLÍTICAS Y ECONÓMICAS:

Ahora bien, también contextualicemos de manera muy general, algunas implicaciones o consecuencias delo visto hasta ahora.

En primer lugar, la larga historia de las luchas ha demostrado que, en Nuestra América y en los territorios del Sur Global, el bloque social de las clases populares y subalternas, no pueden descartar, invisibilizar o desdibujar las luchas de las clases trabajadoras (teóricas, políticas y económicas), ni las luchas de resistencia ni la rebeldía del "pueblo trabajador", como clase orgánica fundamental de determinado cuadro de relaciones derivado de su modo de producción dominante; tanto de la ciudad como del campo; luchas articuladas a los procesos de producción y reproducción de la vida inmediata.

Aunque el bloque social-popular no se reduce a las clases trabajadoras, las mismas juegan allí un principalísimo lugar, que no puede ser sustituido ni por los intereses y concepciones de los sectores burgueses, ni por los intereses ambiguos y oscilantes de los sectores medios propietarios, que se distinguen tanto del estrato bajo de los empleados dependientes, como del estrato medio de los profesionales; en fin que constituyen el estrato superior de los pequeños propietarios o profesionales que contratan mano de obra ajena; es decir, la pequeña burguesía. Las clases trabajadoras asalariadas, los trabajadores que viven de sus ingresos por cuenta propia, además de los precarizados, subempleados y desempleados, de jubilados y pensionados, de estudiantes de familias populares y sectores medios empobrecidos, tienen sus propios intereses y concepciones, representando a la mayoría de la población demográficamente hablando.

En segundo lugar, no es posible desconocer la centralidad de las clases fundamentales en la organización y funcionamiento de los modos de la producción material, que se articulan de manera compleja en cada una de las formaciones económicas de Nuestra América, con predominio de diversas formas de trabajo y subsunción de tipo capitalista, tanto en el plano internacional, nacional o subregional.

Esto no diluye el problema de la heterogeneidad socio-estructural, socio-simbólica y socio-territorial de nuestras sociedades, sino que enfatiza que el patrón de poder, jerarquización y explotación capitalista, es el que tiñe el conjunto articulado de las múltiples relaciones de control de trabajo, autoridad y de dominación social que pueden reconocerse.

En tal contexto, es a partir del análisis de la subsunción-subalternidad al procesos y circuitos del Capital, donde cabe situar los deteriores en materia de condicione de vida para el pueblo trabajador, incluyendo salarios, condiciones de trabajo, organización sindical, convenciones colectivas y todos aquellos elementos de las luchas socioeconómicas reivindicativas en el marco de una sociedad capitalista. Es esto lo que Engels denomina: lucha económica de resistencia contra los capitalistas.

También la subsunción-subalternidad tienen que ver con el papel de las clases trabajadores en la definición de la "gubernamentalidad económica" (Quién gobierna, quién controla, quién dispone, quién se apropia del proceso económico, quien tiene el mando económico, así como la dirección de la concepción que controla el proceso económico).

No hay clase trabajadora "en el poder" si no hay influencia alguna en la determinación del "gobierno económico", en el gobierno de la política económica y social a nivel macro, ni en el gobierno de sectores económicos, ramas, actividades en unidades de producción: empresas, fabricas, minas o establecimientos.

Así mismo, el movimiento popular y el bloque social de los dominados, oprimidos y explotados, constituye la "fuerza mayoritaria", la multitud popular de cualquier proceso transformador, que este basado en la efectiva "democratización del poder social" (No hay democracia política sin democracia sustantiva) como línea política innegociable.

Estas luchas requieren incorporar la mayor participación posible de grupos aliados y auxiliares que, en alianzas tácticas de carácter democrático, y bajo la dirección de una orientación ideológico-teórica (horizonte claramente antineoliberal, antimperialistas, anticolonialista, y anticapitalista), permitan avanzar hacia los objetivos intermedios y finales del proyecto histórico transformador en el contexto de una crisis global caracterizada por un cuadro ahora sistémico y civilizatorio (agotamiento del paradigma industrializador moderno, de sus modelos de producción, vida y consumo).

No basta hoy ser antiimperialista ni antineoliberal sin entender la crisis estructural del capital, la crisis del modelo civilizatorio (o depredatorio) y sus implicaciones en los modelos de referencia para las izquierdas.

En tercer lugar, una fuerza política que ceda beneficios, ventajas y acumulación de poder, en el plano de lo que Engels denomina "luchas teóricas, políticas y económicas", para fortalecer los recursos de poder, concepciones, intereses y fines económico-políticos de cualesquiera de las fracciones de los sectores o del bloque social dominante capitalista, constituye una fuerza política, cuyo contenido de clase es contrario a los intereses del bloque social-popular.

No se puede ser iluso en este terreno. Allí operan todos los transformismos, camuflajes y camaleones políticos, pudiendo adquirir expresiones ideológicas de conciliación multiclasista, de cooptación conservadora, o de corte reaccionario en determinadas condiciones. Es allí donde se juega efectivamente el dilema lealtad-traición.

En cuarto lugar, las contradicciones entre los sectores y fracciones del bloque social dominante no son antagónicas, sino conflictos de intereses por la apropiación, reparto y conquista de cuotas-proporciones del excedente y sus beneficios, incluyendo para el caso venezolano el problema de la renta petrolera, del patrimonio público-estatal y su disputa-reclamo.

No existe en consecuencia, "burguesía revolucionaria" alguna favorable al desarrollo a fondo de la lucha de contenido socialista cuya meta sea suicidarse como fracción social. Uno de los principales contrabandos ideológicos de los últimos tiempos en materia de debate socialista es ese de la "Burguesía revolucionaria".

En el patrimonio intelectual de las izquierdas, se habló de "burguesía nacional", de "ala progresista de la burguesía", pero nunca se llegó al despropósito o el cinismo de calificar a la burguesía como "revolucionaria". La burguesía solo es revolucionaria cuando dirige y realiza las tareas económico-políticas, y el liderazgo intelectual-moral, de su propia revolución burguesa. El resto es engaño y falsificación "socialista".

Existen si fracciones empresariales, de diverso tamaño, actividad y composición, con visiones favorables a cambios sociales "progresivos" en materia de desarrollo y diversificación de capacidades productivas, aunque esto no puede confundirse con la entrega del proceso de dirección de los fines económico-sociales, ni como señala Gramsci, de la unidad intelectual-moral a tales sectores; pues ha sido un hecho constatado históricamente que tales agrupamientos sociales, cuando adquieren peso político, intentan aprovechar una mayor base social de apoyo a través del pacto multiclasista, para impulsar sus propios intereses en las disputas internas del bloque social capitalista dominante o para decapitar y entregar incluso en "bandeja de plata" a un proyecto político-económico transformador.

En quinto lugar, el enfrentamiento soterrado o abierto entre el bloque social dominante capitalista y el bloque social-popular define la ubicación de cada una de las fuerzas, movimientos, grupos y comunidades en las correlaciones de fuerzas nacionales, regionales e internacionales. Quién se ubica, se define. Tales definiciones no son declaraciones, discursos ni frases, no son autoengaños ni mentiras propagandísticas, son acciones, decisiones y medidas (consecuentes o inconsecuentes).

Así mismo, la Nación, como representante del interés general, adquiere sus contenidos y caracteres específicos, en las luchas entre bloques sociales dominantes y bloques sociales contrahegemónicos, incluso cuando el desarrollo de las luchas nacionales, se articula a la modificación de las relaciones de fuerzas en la situación internacional. Puede haber nacionalismos populares, pequeño-burgueses y burgueses, de contenido revolucionario, progresivo, moderado y reaccionario.

De manera que no hay contradicción Imperialismo/Nación que no esté penetrada, de cabo a rabo, por las contradicciones y posicionamientos entre bloques sociales y clases sociales fundamentales en cada espacio de Poder Nacional: geográfico, económico, político-institucional, psicosocial, cultural y militar.

Las Fuerzas Armadas, policiales, los aparatos judiciales; no son instituciones ajenas a las correlaciones de fuerzas económicas, políticas e ideológicas en una sociedad. Allí existen y se desarrollan intereses, demandas y aspiraciones; tanto como conflictos de intereses y concepciones del mundo.

Por otra parte, la geopolítica internacional se articula entonces a la geopolítica nacional y viceversa, a territorios, grupos de poder y control de espacios regionales.

Allí quedan claramente delimitados los límites de los nacionalismos burgueses, cuyo sentido de lo Nacional deriva de sus alianzas y rivalidades en la arena de sus intereses económico-políticos, con fracciones de la "clase capitalista transnacional", auténtico bloque dominante de la economía-mundo contemporánea.

Si se omite este último hecho, sigue sin analizarse la geopolítica como algo que va mucho más allá del conflicto entre unidades político-estatales.

En sexto lugar, tal economía-mundo capitalista sigue basada fundamentalmente en una "estructura de mando" sobre el metabolismo social y con la naturaleza, en la continuada acumulación y valorización del Capital, con una división internacional y espacial del trabajo, un sistema jerarquizado de relaciones de poder interestatal, arraigados en última instancia, en diversas formas de control y subsunción del trabajo material e inmaterial, con variedades de regímenes e instituciones político-jurídicas, junto a formas de regulación salarial y de las condiciones laborales-materiales de vida.

Decir regulación salarial y condiciones laborales no es un asunto menor de las disputas de poder. Justamente allí se aterriza a las bases materiales del consenso político en una sociedad. Allí también se juegan intereses y concepciones, y la debilidad de la lucha ideológico-teórica permite reconocer, en qué momento de las oleadas de la lucha se está ubicado. Esto lo trataremos a continuación.

V.- EL OPTIMISMO CORRESPONDE A OLEADAS ASCENDENTES, EL PESIMISMO A OLEADAS DE REFLUJO.

Hay que transformar consignas para construir nuevos agenciamientos: ¡Optimismo de la inteligencia (lucha teórica), realismo de la voluntad (lucha económica, lucha política)!

Con un tono de optimismo y avance, así se refería Engels en 1874 a tal tríada de luchas (Engels reflexionó de manera muy sugerente además sobre cuestiones militares y de estrategia).

Luchas de ataque concéntrico: concentración de teoría, política y economía (direcciones concertadas y relacionadas), para evitar que el movimiento se debilite y sea vencido, como es clara e históricamente evidente a casi 150 años de aquella declaración.

Muchos repiten como loros aquella frase de Lenin: "la política es la expresión concentrada de la economía"; sin tomar en cuenta que también es expresión concentrada de un determinado momento ideológico-teórico (concepción y conocimiento); es decir, que para que el terreno de la política resuelva los conflictos económicos entre las clases, donde se decide quién triunfa, quién accede al poder y lo conserva, no es que la economía sea lo primario, sino también una concepción ideológico-teórica sobre lo económico es fundamental. Si también Lenin dijo que la política no puede dejar de tener supremacía para la conducción de la economía, tampoco se puede olvidar la concepción ideológico-teórica predomina en la política. Es eso lo que destaca Engels y no destaca Lenin explícitamente.

La política que se divorcia de la economía está condenada al fracaso. Cierto. Pero si ambas se divorcian del momento ideológico-teórico quedan ciegas.

No basta la apelación leninista a que "La política no puede dejar de tener supremacía sobre la economía" o que pensar de otro modo "significa olvidar el abecé del marxismo".

Un "acertado enfoque político del problema requiere de un momento ideológico-teórico, de una concepción del mundo y unas capacidades de conocimiento científico-técnico, para cumplir tanto las tareas en la producción, como resolver la disputa en la arena política de la dominación.

Allí Engels es mucho más claro que Lenin, son tres luchas y no dos luchas, las que están implicadas en las propias tareas económicas, porque la mera apelación retórica al marxismo no resuelve los complejos desafíos de la dirección de la economía y de la política económica.

De modo que no basta sustituir deteriores, regresiones o la derrota, con apelaciones retóricas ilusorias o repetir como cliché vacío de consecuencias aquello de que "Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria". El momento de la lucha teórica es el momento de los sistemas de valores, sí; pero además es el momento de las capacidades científico-técnicas.

Incluso otros, más osados y hasta desesperados, invierten la frase y expresan: "Sin práctica revolucionaria no hay teoría revolucionaria". Apelaciones al "maoísmo para principiantes", que puede derivar en empirismo, oportunismo y pragmatismo, condiciones indispensables para que se desarrolle la pequeña política, o peor aún, para que quienes dirijan efectivamente la conducción económico-política sen grupos de una tecnoestructura con una orientación ideológica-teórica radicalmente contraria a los intereses y concepciones del bloque social-popular.

Suponen los "practicistas" que sí, primero actúan, luego por derivación espontánea, surgirá una nueva referencia teórica transformadora, eso dicen. Sin embargo, ni el empirismo, ni el pragmatismo, ni el oportunismo, han sido la condición de posibilidad de una teoría crítica y revolucionaria, y menos aún, de una praxis transformadora. Esto no es lo que plantea Engels, para seguir con la coherencia del presente texto.

Invertir los predicados soluciona muy poco. Hay que poner a rodarlos en ambos sentidos (la extraviada unidad de la teoría y la praxis) para no quedar atascados en el "teoricismo" aislado de las luchas políticas y económicas (sólo existe la lucha teórica: "marxismo occidental"- filosofía poshegeliana-lucha de frases contra frases); o en aquel "pragmatismo" de la acción ciega, inconsistente e también inconsecuente (voluntarismo político como "tareismo", ejecución y correaje de decisiones controladas por grupos de decisión en una tecnoestructura con sus propios intereses y concepciones; y controlada por la burocracia político-administrativa).

El problema de fondo de una política pública es que allí se concentra un momento de decisión política en los responsables políticos, que combina criterios ideológico-teóricos, el papel de un bloque intelectual-moral (asesoría, capacidades, conocimientos) de corte científico-técnico, pero que representa concepciones, intereses y valores; y una burocracia administrativa que garantizaría el control y ejecución de tal política.

Es allí, en este triangulo decisional, entre personal político, tecnoestructura y burocracia administrativa, donde debemos focalizar el balance del retroceso económico-social y del debilitamiento económico del Estado, producto del desplazamiento de la Gran Política y su recaída en la pequeña política, y en un giro hacia concepciones e intereses, que tributan finalmente en favor del bloque social de derechas.

Por otra parte, y no desligado a esto, en tiempos de impresionantes cambios en las plataformas tecnológicas y las sobre-estructuras mediáticas, con hiper-mediaciones digitales; tales esfuerzos del "voluntarismo político", son regulados por el espectáculo de los dispositivos massmediáticos y reticulares digitales, con su modalidad de reestructuración de los universos de discurso, en un régimen de compresión de representaciones e imaginarios sociales por intervención de máquinas de propaganda y operaciones de información para nada progresivos, como engranajes de una nueva sociedad de vigilancia, perfilamiento y control. Allí se termina produciendo la "terapía de ilusión" acerca de las políticas públicas.

Esto requiere grandes ajustes en la teoría del poder en tiempos de massmediación y de infocracia, que se corresponde mucho con la combinación de modalidades de la acumulación flexible posmoderna y viejas tecnologías de poder, de biopolítica y psicopolítica, de la "Big Data-Big Brother".

Esas transformaciones afectan profundamente las luchas teóricas, políticas y económicas planteadas por el viejo Engels, porque se ha redefinido el terreno de las sensaciones, percepciones, sentimientos y representaciones sociales. La lucha teórica se enfrenta a una nueva doxa manufacturada tecnológicamente. No son las supersticiones medievales, o los prejuicios y creencias de legados ancestrales, se trata de la ideología como tecnologías de actualidad-opacidad-espectáculo-mentalización-conformismo social: massmediaciones y nuevos dispositivos de poder en la infocracia.

En tal contexto, la apuesta es otra: poner el cuerpo y la palabra en el terreno de los agenciamientos colectivos y las relaciones de fuerzas históricamente acumuladas en diversos ámbitos, situar la lucha teórica como un momento interno de ruptura de la doxa del gel mediático, de despliegue de las luchas: políticas y económicas; además, de las luchas en el frente cultural, comunicacional, jurídico, internacional, psicosocial, ecológico y hasta militar.

Resistir el deterioro producido por la combinación de sanciones internacionales, la terapía económica de choque, una eficaz máquina propagandística administrando una terapía de ilusiones, y pasar a comprender el transformismo ideológico-político-económico, para recuperar un nuevo proceso de acumulación de fuerzas favorable al bloque social-popular.

Pero sobre esto no abundaremos aquí.

Sigamos en una quinta parte con una relectura crítica de algunos clásicos para extraer algunas lecciones.



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Javier Biardeau R.

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

 jbiardeau@gmail.com      @jbiardeau

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